Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
jueves
Reta, 90 años
sábado
Warcraft (23/11/1994 - 23/11/2019)
Estamos listos, es el sábado en él que chocarán
nuestras estrategias una vez más traídas por los recuerdos que al igual que la
montura del guerrero poderoso es etérea y por ende todos ellos imperecederos.
Los días aguardando el reencuentro de los hermanos en un plano alejado del
físico, de todos esos problemas que no eran tales, mucho menos los son los que
ahora nos toca enfrentar en la distancia. En una esquina de esa ciudad a la que
se le da por esconderse cada tanto tras la niebla se producirá la batalla,
incluso esa cortina se trasladará al interior del cuarto en él que nuestras
manos cual titiriteros darán las instrucciones a las huestes elegidas en muchas
ocasiones para ir a formar parte del Valhalla o un pozo oscuro en la dimensión
del olvido, el sueño esmeralda dirían aquellos que no han visto la luz de la
tierra de los dioses. Pero por arte de magia o al menos eso nos gusta creer
estarán allí cuando alguien arme nuevamente la escaramuza, incluido el mago
sanguinario escondido en la comodidad de un pabellón de torres que combinan
saetas, cañones y la energía arcana. Cada cierto tiempo invoca un fénix para
que le haga compañía, los orcos hartos de ver arder sus catapultas aguardan
lejos la oportunidad de revolear la red para terminar con esa peste ígnea,
antes de que los nigromantes vengan a alzar a sus lacayos de los restos de
todos los caídos y el joven aprendiz de espíritu taurino no entienda qué fue lo
ocurrido. Para colmo los brujos traen algún que otro mago famélico, él que a
juzgar por la apariencia muestra un exceso de calcio al igual que magia que
provoca la huida del toro olvidando la disipación, para colmo las catapultas en
un ataque de heroísmo han cruzado entre medio de todo el ejército oscuro
quedando nomás maderas humeantes. La horda retrocede a buscar campos de
contienda un poco más amenos, recuperando la gloria y el honor que
quedaron con ese escudo arrojado al suelo cuando el dragón despejó la llanura
poniéndole fin al día. Será la próxima vez, repetida la oportunidad por las
últimas décadas, recordando mapas, objetos y resultados luego de los arduos
entrenamientos para pulir las habilidades. Una excusa perfecta, escapar a la realidad
rutinaria que nos atrapa como una bestia de las profundidades intentando que la
antorcha que sostenemos ya no brille, pero el guerrero emergerá victorioso a
buscar la gresca. Cuatro al oro, uno en el altar yendo luego a la mina, un peón
ve la orden de salida rumbo a una madriguera, el estandarte se mueve un par de
pasos a la derecha señalando la barraca, ambos a recoger madera uniéndose a la
cuadrilla de trabajo compuesta de siete miembros. Jefe tauren primero
preparando el pisotón, detrás de él un joven grunt que es igual a todos sus
ancestros que han salidos clamando “Mi vida por la horda” rumbo a ese punto
verde en el mapa, por siempre hacia la batalla.
domingo
Fragmentos del hechizo
jueves
Viendo - Basura - Enredadera
lunes
Tarde de fútbol
Vigía
Ahora
Te extraño
domingo
Quebrados y otros
lunes
Rutinas
sábado
Orco
viernes
Tormenta
Gruesas gotas todo el camino, un jarrón amenaza con romperse en una curva viendo al tordillo rampante en su pedestal. La tormenta sigue su curso y espera por momentos en el café frente a la plaza, luego huye hacia la laguna en la que el poder del pueblo acuna la memoria de su defensor. Corre por la autovía mojando con notas de barro los puestos artesanales, las islas sobreviviendo a la sequía tras el fuego y el recaudador que viene a cobrar igual que en la época de las cosechas. Hasta reencontrar a la lluvia entre calles que se cruzan, pendiendo esas mensajeras de las ramas que intentan retenerlas en memoria de las hijas caídas y viendo impotentes cómo se despeñan para ocupar una charca que anida en los espacios de esa baldosa floja sobre la que he pisado.
II).- Arena
A
veces sueño con personas que han pasado por la estación en la que me detuve, tomando
rumbos distintos y borradas las huellas al transcurrir la última tarde del
otoño. Dejando el manto de estudiante para calzarse el de aprendiz de sorteador
de obstáculos que se presentan luego de los veinte y pico. Ahí empieza la
batalla verdadera, los rostros que cambian, el gris que desentona con el saco
rojo y las costumbres adquiridas. Locura de una época diferente, mejor no, tan
distinta únicamente que hace negar el presente. Ni siquiera mejor, llena sí de
sensaciones que vuelven en cuentagotas y encuentran con cierta dificultad al
sujeto en cuestión. Cambiado pero siendo él mismo, aunque el tono de voz y los
anteojos sepan a otra realidad, la arena del camino tiende a cambiarlos un
poco.
Fuimos por calles vacías de un sábado nublado, la lluvia no se quería ir y se colgaba de los árboles en señal de protesta. La ruta silenciosa, la sirena de los bomberos que no suena, el bárbaro cuidando el fondo de la casa y la reunión dentro. Luego la incursión por la vía charrúa hasta llegar al edificio con buenos augurios, ahí la lluvia se suelta total la avenida es suya en tanto adentro sigue la fiesta. Al final vuelta al punto de partida, un par de libros rojos aguardan el traspaso tras unos setenta años de andar deambulando por acá. Los salvoconductos que abrieron ciertas puertas aquí, durmiendo un tiempo junto al banderín de una vieja señora y un puñado de recuerdos. Una tarde que yace apacible contando las hojas marchitas a la espera de la renovación.
IV).- Apagón
No hay luces salvo muy al sur, de repente las personas ven su existencia sin los frenos cotidianos. Algún memorioso vuelve a la radio a pilas, otros le toman una foto y la suben a su muro invisible. Ahí alguien se mofa, su par pregunta qué es eso y un tercero muerde la superficie de esa máquina. En eso han dado en la tecla, el monstruo larga un sonido y al navegar en la tormenta se pueden hallar ciertas voces. Incluso las que provienen del otro lado del río, allá en donde los carboneros mantienen alimentado el fogón que ahora es una luz en el horizonte. Luego el silencio en las ciudades, a la dimensión oscura se han ido esas luces rojas, verdes y amarillas. Los afortunados siguen tecleando, iluminados sus rostros por la pantalla que empieza de a poco a unirse a sus hermanas.