Gian Gian tardaba diez minutos antes, sólo diez minutos. Ahora se había puesto añejado según él y eso implicaba tomarse las cosas despacio. Uno no se pone viejo, los demás piensan eso pero no ven que es simplemente tomarse las cosas sin prisa.
Para ir deprisa estaban los otros, incluidos varios familiares que ahora invadían su casa. No estaba muy seguro del porqué, incluso ya notaba que determinadas situaciones le parecían conocidas pero no lograba alcanzar ese punto en su memoria.
Sin embargo eso no lo preocupaba para nada, excepto si olvidaba el cumpleaños de algunos de los amigos que aún le quedaban. El otro problema eran las llaves, a veces salía sin ellas aunque luego mágicamente aparecían en el fondo de uno de sus bolsillos.
En eso estaba cuando vio al pequeño cachorro que se arrastraba hacia la entrada, apenas un mes de vida con seguridad y ya estaba solo.
Ni lo pensó dos veces, lo tomó con una de sus manos mientras éste debilitado no se resistía y dirigiéndose al fondo de la casa entró a esta procurando pasar desapercibido, aunque esto no le costaba demasiado últimamente.
Consiguió un poco de leche mientras sus nietos seguían obnubilados con los celulares y los mayores con el partido de fútbol que los atraía como polillas.
Se sentó afuera, debajo del viejo árbol y comenzó a hacerle recuperar las fuerzas a esa vida que estaba tan solo como él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario