miércoles

Quince minutos

Quince minutos, eso es todo. La puerta del salón se desdibuja y sólo se siente a la tiza besando la vieja pizarra. Cuando la dama blanca se ha ido recurrimos a la otra parte del arsenal, lapicera y lápiz sobre los restos de hojas que han naufragado. El valiente capitán ha cargado únicamente aquello que podía llevar y te abandonó, aunque sabes que volverá por estos lados muy seguido. En los restos de otra nave escribiremos los versos profanos, en una lengua que los ojos atentos podrán comprender cuando Julia se siente en el banco próximo a ese hundimiento literario.

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