Ni bien entraron a la escuela Laura se fue hacia la columna amarilla y la abrazó, allí su maestra había colgado el primer dibujo que hizo. Ahora apenas quedaban unos cuantos restos de papel, pero a ella no le importaba.
Su madre y su padre pensaron que se haría daño yendo directo aquel pilar, así que empezaron a tironear uno para cada lado pero eso no la detuvo.
De pronto ambos desaparecieron y se encontró abrazando los restos de su infancia como si todo lo que la rodeara fuera un mar de zozobras, a la espera de que los adultos que se habían separado recordaran a la niña que quedó desamparada es medio de ese océano de disputas materiales.
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