domingo

Carpe Diem

La nariz roja yace sobre la nieve,
el payaso ya no ríe y el mundo
siente esa dura partida.
El capitán se ha marchado
dejando el recuerdo a sus estudiantes,
su voz queda en el éter
mostrándonos cuan hermoso es
éste mundo si aprovechamos
el día que nos toca vivir
sin quejarnos tanto.
Hacia esa tierra lejana va,
llevado por una mano invisible
a la última morada de los poetas.

¡Oh capitán, mi capitán!. Robin Williams (tomado de Walt Whitman).

Creador

Todo está en silencio,
el sol debajo apenas ha comenzado
a desperezarse  y el ve cada vida
agitándose como una llama ante el viento.
De sus manos gigantes se desprenden
enormes burbujas que contienen
la existencia de cada ser del mundo.
Ve a uno de ellos, padre, madre, hermano,
hermana, hijo, hija, dejando una marca
en la vida de cada persona a la que ha amado.
Un toque sutil con la aguja dorada que cuelga
de su cuello, el encanto se ha roto y el alma
vuela hacia sus dominios.
Observa el caos que rodea a una franja de tierra
devastada por la guerra, ve la codicia en los que
matan de hambre a sus hermanos y para ellos
la escena seguirá repitiéndose.
Ve al injusto tomar un camino espinado,
valiéndose de todo lo que encuentra,
quebrando reglas para poder ascender
y de esa cumbre lo único que baja es
la lluvia de los ojos de su creador
arrastrándolos hacia abajo.

Crisol

De todas partes del mundo
han venido hasta éste lugar,
a través del Océano
que sólo es uno pero tiene
demasiados nombres,
como si con ello le hubieran
querido poner un sello de propiedad.

Del fuego que devastó la ciudad
cuyos muros eran inviolables,
a través de los caminos que conducían
hacia un solo lugar viajaron
y se asentaron aquí ellos, inmigrantes.

Costumbres y lenguas distintas
fundidas en un solo crisol,
para dar lugar a la Patria que
resplandece aún color plata,
aunque el saqueo haya sido enorme
y la memoria muchas veces falle.

Y así cargando al anciano Padre
entre sombras, fuego y esperanzas,
se hicieron a la mar buscando 
la tierra a la que llamaron hogar.

De distintos pueblos hicieron una 
sola nación que nos pertenece a todos,
aun a los que moramos en la otra orilla
porque la sangre de Eneas corre
por nuestras venas y mientras haya
uno de nosotros siempre perdurara
el recuerdo como un tambor
latiendo en lo profundo de nuestras almas.

Cae el martillo

En el comienzo, aún antes de que los dragones poblaran éste mundo y de que los enanos buscarán metales preciosos en las entrañas de la tierra, el Hacedor forjó con sus enormes manos las montañas del norte.
Los lagos surgieron de entre las grietas que abrió con su poderoso martillo, haciendo que éste volara hacia los cielos para dar lugar a las estrellas, resquebrajándolo, coronando el relámpago la cima de la Forja del Trueno.
Sopló creando al viento, hizo que corriera como una leve brisa por los bosques que nacieron tras la primera lluvia, alejando al océano de las costas del primitivo continente y permitiendo que la hierba lo cubriera en lo que para él fue solo un pestañeo. 
Luego dirigiéndose a las entrañas de las montañas de nieves eternas apoyó sus manos sobre su mazo, comenzando su largo sueño, mientras el mundo que había creado crecía lentamente.

I)

En el páramo desierto se levanta la torre blanca, aunque en ella solo reside la oscuridad. Los que ansían el poder la construyeron como un tributo a su propia codicia, atrayendo a los que como ellos tienen el alma navegando entre tinieblas.
Y así los hombres de la ciudad, los magos, los elfos del bosque, los poderosos orcos del desierto e incluso los dragones comenzaron a rendirle tributos al ser que habitaba allí, al que llamaron Señor, haciéndose la guerra entre ellos para ganarse su favor, cuando en realidad sólo estaban dándole más poder, al ser menos los que quedaban para oponérsele.

Únicamente un puñado de hombres libres que vivía en las costas lejanas se negaron a responder al llamado, sabiendo lo que en el pasado les había costado y erigieron una fortaleza al borde del mar, el Último Pueblo Libre lo llamaron. Así ellos, con la ayuda de los que vivían en medio del océano se resistieron al poder de la Torre Blanca derrotando a cualquier enemigo que los asediará.
Y en esos tiempos difíciles cualquier ayuda era bienvenida.

II)

La nieve se ha extendido sobre los campos, cubriendo lentamente lo verde de blanco, mientras los aldeanos tratan de poner al resguardo la última parte de sus cosechas. Todo es silencio en las horas en las que el mundo se sumerge en oscuridad, apenas algunas luces brillan más allá del bosque del sur.
Ni siquiera las criaturas de la noche se animan a salir en medio de la helada que cae, el invierno ha venido para quedarse, y así las horas van lentamente a la espera de que el sol con su tenue luz les dé un respiro de las tinieblas.
Sin embargo el alma del guerrero no descansa, la fogata es como un faro atrayendo a los que están extraviados, se apretuja la capa mientras sus ojos contemplan el corazón del fuego. Las chispas brotan como los recuerdos en esta noche, una bocanada las acompaña en su viaje hacia el cielo.

Lejos ha quedado el páramo desolado en donde libraron la batalla contra las huestes del averno, él y sus hermanos de armas vencieron trayendo paz a la tierra, sin embargo los humanos no aprendieron la lección. Siguieron deseando tener más poder aliándose con los habitantes del bosque en la búsqueda de riquezas.
Incluso la horda verde que habitaba el desierto parece insignificante al lado de la ambición enferma, lo mejor era permanecer lejos de las ciudades, errando eternamente por el mundo libre, apartándose de toda esa atmósfera irrefrenable de materialismo.
La noche extendía su manto sobre éste mundo, el fuego crepitaba y el recordaba bocanada tras bocanada. Sintió que su mazo brillaba antes de que el viajero se acercara a compartir con el aquel momento de silencio.
Clavó la lanza a un costado, el lobo se recostó a sus pies, el otro permaneció en las penumbras, incluso advirtió un aleteo en lo alto acompañados de un susurro. Bebió con el recién llegado, el martillo no cesó en emitir un leve resplandor y como si hubiera sido un instante se encontró de pronto solo.

No sabría decir cuánto tiempo pasó, de pronto algo hizo que se apartará de la fogata justo a tiempo. Los tres se materializaron precisamente sobre el fuego, Púrpura corrió con su capa encendida, Azul trataba de recordar el hechizo contra incendios, Blanco había sufrido una mutación por aquel brusco aterrizaje y perseguía al primero tratando de avivar las llamas mientras se reía como un demente.
Thorval arrojó agua sobre el pobre mago y con el balde vació le dio un golpe a Blanco quien recobró la cordura.

- Veo que pudiste revertir el hechizo de petrificación dijo dirigiéndose a Azul, aunque tu transportación sigue siendo pésima. No se te ocurra invocar un conjuro para avivar la fogata o incendiarás el bosque. Lo último que necesito es atraer a los orejas largas hacia éste lugar.
Dicho esto encendió de nuevo su pipa, ocupando su lugar frente a la fogata, al tiempo que los tres magos hacían lo propio para poder discutir los planes de aquella nueva incursión.

III)

Ascendió a través de los escalones labrados en el corazón de la montaña, la luz de la antorcha iluminaba su andar apresurado hacia la cima.
La arrojó a un lado en cuanto logró llegar al antiguo salón, invocó a sus ancestros blandiendo su matillo y aquel lugar sumido en la oscuridad se iluminó de súbito.
Contempló la enorme estatua de piedra, la larga barba, la poderosa armadura  y el mazo del gigante dormido. El suyo comenzó a brillar sintiendo como el poder fluía en ese recinto, todo a su alrededor se desvaneció un instante hasta que se encontró portando la armadura del Hacedor del Mundo.
El Bárbaro había estado conteniendo a los enemigos que trataban de llegar hasta allí, se dirigió hacia su compañero quien en ese momento trazaba los signos de un círculo rúnico al tiempo que pronunciaba un himno de batalla en el lenguaje de los forjadores del acero.
Los tres magos fueron llevados hasta allí, el normando montado en un lobo más oscuro que la hora previa al amanecer y el enorme dragón que moraba en la montaña lejana.

- Es la primera vez que no usas tu único hechizo dijo Púrpura, ahora resulta que debemos soportar que nos arrastren de acá para allá.
- El viaje ha de comenzar dijo Thorval, porque he permanecido dormido demasiado tiempo y mis hermanos se han visto en peligro. Ahora, por el poder que el Martillo me confiere habremos de librar la última de las batallas pues yo soy HammerHand.

La caverna se iluminó aún más, las hordas que los habían perseguido hasta allí fueron arrasadas por el poder que las volvió polvo mientras el Señor de los Enanos pronunciaba la última estrofa de su conjuro llevándolos lejos de allí, hacia donde quedaba el único pueblo libre de la tierra conocida.

IV)

- A las armas gritaba el Jefe Rojo, mientras los aldeanos se calzaban las armaduras forjadas por sus aliados los enanos, llevando espadas cortas y cascos con forma de grifos.
Incluso antes de salir a defender el muro recibían de parte de los taurinos una medida del pesado vino de Creta. Esto era el equivalente a pelear con un fuego ardiendo en el pecho, la última arma contra la oscuridad.

Las huestes del averno habían llegado, los que una vez fueron sus hermanos ahora eran marionetas que servían al poder que emanaba de la torre en medio del páramo.
Oleada tras oleada eran rechazados pero retornaban, hasta que el amanecer los obligaba a refugiarse en las profundidades de los bosques y las montañas, a la espera del llamado de la noche.
Y así fue durante incontables días, los habitantes de aquel lugar resistieron valerosamente hasta que el final comenzó a acercarse a ellos. Extenuados, valientes, unidos, un muro de acero de punta a punta esperaba al invasor.
En la hora más oscura, cuando  hasta la luna parecía haber sido engullida por la oscuridad la campana sonó ominosa, un golpe aplicado por la mano experta del guerrero hacía sonar el viejo metal enano.

Y entonces los magos se materializaron en aquel lugar, el fuego vino desde el cielo cayendo sobre los incontables orcos, elfos, humanos y goblins corrompidos que servían a la torre. Incluso algún que otro esqueleto se levantaba cada tanto del campo de batalla.
Un nuevo golpe a la campana, las montañas retumbaron pues sus moradores eran llamados una vez más. Los ejércitos de enanos, demasiado ocupados en construir bajo tierra, eran inmunes al llamado de la oscuridad. Las espadas derribaban enemigos, los martillos trituraban armas de asedio, las lanzas taurinas manejadas con más precisión que la de un troll llenaban el aire.

Aun así, pese a la resistencia heroica, los enemigos siempre renovaban sus fuerzas. El sol tardaba más en salir, pues el invierno se abatía implacable sobre aquella tierra.
Thorval sintió el HammerHand latiendo, llamándolo desde lo profundo. Contempló el cielo, vio el carro corriendo a través de él como en la fría montaña, los relámpagos iluminaban la noche, sintió el cuerno lejano sonando.

Pudo ver un instante la torre lejana, sintió el llamado emergiendo de allí, pero el martillo eclipsó aquella voz y en una fracción de segundo lanzó el grito de guerra de los enanos, volando el mazo a través de la tierra asediada, atravesando todo lo que se interponía en su camino.
La torre fue quebrada, el poder que allí residía se extinguió en el vacío y entonces el que alguna vez fue un ser de carne y hueso lo observó consternado. Thorval no dijo nada, no había piedad suficiente en el mundo, no ese día, ni siquiera en la eternidad.
Levantó el martillo y al caer éste sólo quedaron cenizas, el viento se ocupó de esparcirlas, luego el guerrero desapareció en medio de la noche en la que la luna recuperó su cielo.
  
V)

Las huestes de Grokk arribaron al Último Pueblo Libre a la par de los enormes drakkars, lamentaron no poder participar en la batalla pero el vino los animó y pronto lo olvidaron.
Thorval encendió su pipa, sintiendo que finalmente el martillo podía descansar, los tres magos levantaron un enorme muro de piedra de estilo griego que remplazó a la empalizada nórdica. El vino de Creta fue repartido en cantidades enormes, los taurinos y los enanos brindaron,  los elfos, los humanos y todos aquellos que fueron liberados del poder de la Torre Blanca se sumaron a los festejos, los orcos aullaron con la cerveza de los normandos y bebieron hasta los gigantescos huargos de las montañas del norte.

El Jefe Rojo se casó esa misma noche, pese a las advertencias de Thorval, tuvo veinte esposas y cien hijos, los que corretearon por las tierras libres por los siglos de los siglos, mientras el Guardián parecía dormido pero los veía en sus sueños, en tanto las estaciones pasaban sin prisa.

jueves

Pelota

Sólo ciertas cosas pueden detener mi andar victorioso,
cruzando por la estación solitaria del invierno
frente a las narices del viejo Pietro
que se empeña en morder mi momento de gloria.

El viento me lleva rauda 
igual que la corriente del río 
hacia donde se le antoja,
nada de besar redes como 
algunas de mis hermanas famosas.

Aquí soy la estrella del espectáculo
entre esos bajitos que me dan puntapiés,
coreados con sus risas
y unas cuantas narices rojas.

Crecer

No te confundas
crecer no es amontonar cosas
alrededor como hace el
tamarisco con la arena
que el viento le roba al mar,
pero el muy tonto piensa
que ha sido un obsequio caro.

Podemos ser tantas cosas
pero tú puedes elegir,
posarte sobre esa piel
que el sol tostará
recorriendo cada curva.

Puedes volverte una caricia
o un latigazo llevado por el
viento del este,
incluso simplemente volver
al océano a golpear con 
el oleaje esos pies desnudos.

Pero nunca serás insignificante,
formas parte de algo más grande
al que llamamos existencia
pero le puedes dar el nombre 
que quieras haciendo que
valga la pena cada segundo.

Deja tu huella pues,
aunque parezca imperceptible
otros ya han recorrido éste camino
dejando una luz que nos guía.

Crecer

Que haya paz en la tierra
que quien la halla no lo haga
en el más allá sino aquí
aunque sea acá.
Cuidados estos sueños
por la mano casi maternal
de una aya, bajo la sombra
vigilante de la haya
en la que hallas cobijo
de la tormenta.

Haya. Halla. Allá. Aya. Haya. Hallas.

Jamsin

Omar ha hecho un alto en el camino
refugiándose de la tormenta que 
azota aquel lugar tan conocido.
El sonido del viento pronuncia
los nombres de sus antiguos
compañeros y sabe que el encuentro
está cerca, el definitivo encuentro.
Así que en esa noche se han vuelto a ver,
un irlandés loco y un escultor le dan
la bienvenida a ese oasis que espera
más allá del jamsin.

Resistencia

El viejo guerrero apoyó el pulgar en su pómulo derecho y con los demás dedos de su mano barrió la barba en la otra mitad de su cara, tres veces. Reflexionó un instante y se le fruncieron los párpados de los ojos glaucos. La mueca que bailaba en su boca delataba su concentración. Pensaba y vivía sus ideas, pesaba y media. Mensuraba la velocidad del viento y su dirección, los rayos del sol y sus reflejos, las piedras altas en el acantilado...y su larga fisura.
La pradera nacía a sus pies, hija verde y fresca de la tierra yerma que hervía más allá, tras el paso de piedras. Por ahí vendrían los enemigos.
Esperaba a los norteños, con unos pocos infantes. Tal vez estaba loco. Dos docenas de infantes y un trabuquete para detener al ejército más grande que pisara esas tierras alguna vez.
Demorarlos, dar tiempo a la gente llana para dejar sus casas, sus bestias flacas y correr a la pobreza y la desesperación...¿Cuántos morirían? Por hambre o por fuego...¿Qué lograrían estos pocos soldados? El general pesaba y medía. Le dolía el destino de su pobre pueblo.
¡¡Demorarlos!!...¿Vencer tal vez? ¿Al menos salir vivos y salvar a alguno de sus paisanos? No lo sabía.
Demorar, demorar era la clave. Y el paso angosto junto al risco...y la fisura. El general Grokk pesaba y medía.
Entonces los gritos de alarma lo llamaron de vuelta. Llegaban los perros del Norte, numerosos como hormigas, fieros y disciplinados. Las últimas gentes que pensaban salvar algo más de sus posesiones dejaban los fardos y huían. Los que estaban allí por ser demasiado viejos o débiles para huir y demasiado pobres para que alguien se ocupara de ellos simplemente se quedarían. Un gordo comerciante abandonaba sus telas en el camino barroso. Los hijos cargaban a una anciana en una mula. El mendigo ciego esperaba sentado. El pueblo era pequeño y miserable entonces, despojado de la belleza de la pradera al sol y sus días felices.
-¡FIRMES SOLDADOS. FALANGE EN FORMACIÓN CERRADA FRENTE AL PASO. A AGUANTAR! -dijo Grokk con tranquila determinación.

Desde diciembre

I)
Por la noche recorro la casa antigua y en el día descanso en el hollín de la chimenea, simulando ser una sombra más. 
Pero no, soy el guardián de las horas pasadas viendo a mí niña ya mujer regresar cada tanto con su andar silencioso.

II)
Pintó un cielo sin nubes pese a esa mancha lejana en el horizonte. La obra estaba terminada, ya la paga bebida hacía su efecto. 
Vislumbró un futuro prometedor, lleno de fortuna y dicha. Despertó todo mojado, atrapado en la tormenta que borraba su paisaje

III)
Y la espada solense golpeó al enemigo, cantando junto al acero retense en medio de la batalla. Las horas se volvieron eternas, perpetuado el momento tras la lluvia de diciembre. 
Hasta la loba participó de la celebración, brindando por lo que fue y lo que es. 
Jinetes somos, hermanos en las escaramuzas y amigos. Tú, mi amigo hasta el fin de la eternidad.

Capítulo Otoño

I) Marajense.

Amanece, algo tan simple como esto
y el mar que es el más sabio de nosotros
besa las playas de Ajó lavando las heridas
que el humano le ha causado.
Su compañero, el viento, corre raudo
por la avenida tocando su canción favorita
que en esta época ya se asemeja a una ventisca.
El tercer tenor emerge triunfal 
cuando el telón azul se levanta,
acariciándote suavemente  el rostro
mientras te dispones a recorrer
una mañana más las calles
de tu Mar de Ajó.

II) Marco.

Éramos pequeños,
juntábamos monedas de nuestros viejos
y abuelos para comprar la caja entera
de chocolates, con la esperanza
de encontrar la figurita que faltaba.
Vos ya sabías que eso no era posible
pero nos mirabas alejarnos hacia
el otro lado de la calle, esperando
paciente en la vereda vecina.
Nunca me percaté de ello hasta
el día en el que te alejaste,
sos la figurita difícil de esta historia
pero por eso la que más valoro.

III) Santos Vega.

Suena su guitarra en esas cañadas,
suena en un fogón amigo al lado 
de la poesía de José.
Suena Santos Vega
y la lluvia no apaga ese fuego eterno
cada vez que un gaucho recita 
una estrofa de tu himno, payador.

IV) Otoño.

La humedad es una postal de éste lugar,
sin embargo ayer mientras recorría esas calles
rumbo a lo desconocido el sol se deshizo
de ella dándole un poco de su tibieza
a esta tierra noble y borrando las sombras
de la noche que aún rondaban cerca.
Así  es como se ve la esperanza.

Sofos III

En un andén nos cruzamos, 
en un mar de personas que se están siempre despidiendo
y por un instante recordamos quienes fuimos.
Luego, al igual que la marea subiendo, 
tu rostro se borró en la multitud.
A menudo pasa eso,
nos volvemos extraños con un pasado común
que el presente reflota.

Michel de Sofos

I).

Venía huyendo en esa noche
cuando encontré un fuego amigo
junto al que curar cada herida,
al lado del mar.

Ella no se lanzaba al camino
usaba una capa etérea
cubriendo su belleza con harapos,
pero fallaba.

Ominosa la sombra de la duda
apagaba aquel brillo de nieve,
pero las estrellas resplandecían
como un puñal.

La conversación drenó el veneno,
lo encontré convertido en tinta
aunque intenta tomar otras formas
la pluma vive.

Conocí con el tiempo tus poemas,
ocultas las penas tras los destellos
de las luces de esos escenarios
que son tu vida.

Con cada paso es otro adoquín
marcando el camino elegido,
tu obra tiene lugar en la plaza
eterna plaza.

II).

Tres versos de once silabas y uno de cinco silabas, acentuado en la primera (no siempre lo logro).

Vine con las luces de la mañana
vuelvo con las estrellas en la noche,
parece que fuera una constante            
éste paseo.

No hay lugar para mí en el bondi
por eso siempre me voy por los caños
anhelando un sitio de reposo,
mi trajín diario.

No quiero hacer esto cada día
sólo deseo sentarme un rato
bajo la sombra de esos eternos
álamos grises.

Eres

I) Eres.

Eres mi faro
en éste mundo
que es un océano tormentoso,
con retazos de azul
cuando duermo en tus brazos.
Sos la calma que siento
al alcanzar los médanos
sobre Reta, la brisa templada
de una tarde calurosa
acariciando mi cansado rostro.
Somos dos locos perdiéndonos
en la inmensidad verde que precede
a la costa atlántica, en la que nos hemos
conocido para ya no separarnos.

II) Fuegos artificiales.

Todos los años el espectáculo es diferente, el resto de las personas no parece darle demasiada importancia.

Sin embargo a mí siempre me ha maravillado eso de ver las luces de diversos colores en el cielo. La vieja compañera huye a refugiarse en su cubil, no saliendo el resto de la noche de año nuevo.

Veo cometas, estrellas que brillan intensamente, flores, círculos y un cielo teñido de colores que cortan por un instante la oscuridad.

Para mis dos ojos que son mi principal arma junto con mis manos, es algo extraordinario. Sólo desearía poder saber cómo suena toda esa música.

A los demás se les hace difícil explicármelo, aun teniendo todos los sentidos intactos.

Esperanza

Verde colina
cuando todo parece marchitarse,
luz del amanecer
venciendo a la oscuridad,
fuego crepitando
en el alma del que aguarda,
lo último que queda
si liberas a las calamidades.
El color de los ojos
que cautivaron a tu corazón,
la marea creciente
renovando las marcas
en la playa, generando
una sensación de bienestar
cuando dejas atrás la tormenta
que te azotaba incesante.
Los rayos del sol
quebrando la niebla de la mañana,
dándote motivos para seguir
cuando todo se veía tan caótico,
la sonrisa de los pequeños
tan llenos de vitalidad
apartando a las tinieblas
que nublan tu paso 
por éste mundo.

Nacimiento

La nieve cae lentamente cubriendo los arboles de un manto blanco, los pinos del bosque soportan la carga que el invierno les impone pese a que el camino se lleva también una buena parte de ese tributo.
Los días son cortos, lejos está la estación lluviosa del verano y la cálida primavera que hace olvidar ese crudo período gélido en el que los hombres buscan cobijo junto a la fogata que trae las historias de épocas mejores.

El sueño se ha apoderado del mundo del guardián del bosque, sus manos callosas se aferran al pequeño caballo esculpido en un pedazo de madera de roble que encontró mientras buscaba las huellas de un lobo herido.
Dar con los responsables de la caza ilegal no era tan sencillo como seguir los rastros de sangre que la nieve aún no había cubierto.

Pese a los siglos aún se rumoreaba, y él sabía que podía ser cierto, que los gigantes lobos negros moraban en las partes más profundas del ancestral bosque.
Y entonces tomando todas las precauciones del caso dejó a un lado la espada y sólo llevó la lanza que usaba para poder repeler a posibles enemigos, aunque estos en su mayoría eran proscriptos y ebrios que, viniendo del pueblo al otro lado del río, terminaban perdidos en el lugar que él cuidaba.
No encontró al huargo pero si una cría, tan solo una, como si las demás se hubieran esfumado.

Así estaban las cosas tras el día largo, aunque aquí las noches duraban demasiado, y  se había dormido esperando que la trajeran la noticia que aguardaba desde hacía nueve meses.
En eso lo despertó el llanto proveniente desde la otra habitación, lo que parecía un cuerno sonando en la lejanía lo trajo de nuevo a la realidad y le quitó el sopor que le producía el sueño.

Aún no comenzaba a clarear en el horizonte, así que la noche seguía venciendo al día en su pulseada. Se dirigió hacia la puerta del dormitorio y al entrar encontró a la partera, envolviendo en un trapo al recién nacido.

- Es un bebé muy fuerte dijo Gian Gian.
La mujer lo observó un largo rato y comenzó a sonreír, lo cual hizo que el guardabosque se pusiera serio.
-¿Qué te hace pensar qué es un niño?
-¿No lo es?
- No, respondió Marta. Todos los hombres son iguales, pendientes sólo de los extremos de las cosas y así se les van los pequeños detalles, que son los que importan.
Es una niña y aún no tiene nombre, la madre está demasiado débil para preguntarle cómo le quiere poner así que tendrás que decidirlo tú. Pero te recomiendo que lo hagas pronto, ya que demorarlo puede definir el destino de la criatura que tienes en tus manos.

Gian Gian observó un largo rato el resplandor que venía del otro lado de la casa, las llamas dibujaban extrañas figuras en las sombras.
El amanecer estaba cerca, podía sentirlo sin ver afuera, la noche finalmente se iba y con ellas las sombras se esfumaban.
El primer rayo de un sol tibio se filtró entre las gruesas nubes de tormenta que cubrían el cielo y entonces se le ocurrió.

- Se llamará Clara le dijo a Marta que no se había movido de al lado del lecho en donde la madre dormía, envuelta en fiebre y sueños.
- “Nomen est omen” le respondió ella.
Gian Gian la observó sin comprender, la frase le sonaba extrañamente familiar.
- En el nombre está el destino, esa frase es de tu ab…
- Thorkas ya no está entre nosotros dijo el secamente.
- Pero tú sí, está presente en cada paso que has dado desde que tu padre te puso a su cuidado. Y en esa pequeña dama que tienes en brazos acotó Marta.
Si quieres niégalo hasta que deje de nevar, pero sólo se hará más fuerte. 
- Se fue sin despedirse, al menos mi padre se hacia dónde partió.
- A una estúpida guerra en nombre de un rey decrepito y de su corte de inútiles.
- Sino fuera porque él se fue yo no tendría éste trabajo y ya no quiero seguir hablando de esto, ¿cuánto te debo por tus servicios?.
- Nada, pero vendré a ver a la madre por si necesita algo dijo Marta y tomando una vieja bolsa de cuero que siempre llevaba consigo se echó la capucha, saliendo hacia el páramo blanco que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. 

Qué sabía esa vieja bruja de su vida, todo lo había conseguido trabajando y luchando contra lo que se presentara.
La pequeña dormía, la madre había dejado de murmurar y descansaba al fin después de la larga noche.
- ¿Y al lobo que nombre le pongo?.

José Santos

En los bajos de tuyú mora José Santos,
del viento del sur, de la nieve y de la lluvia
siempre hay forma de protegerse
pero no de la humedad que abunda
en las cañadas de la ría.

Sin embargo el sigue arriando
desde la vieja estancia hacia
el saladero abandonado,
sus coplas recuerdan los años
mozos y algún que otro entrevero.

Pocas veces duerme en el rancho
prefiriendo la soledad de esta 
pampa de barro de la que está
hecha su alma y la biguela
se lo recuerda con cada acorde.

Ahí va José Santos
desde la ría en el noroeste
hacia los pagos de Ajó,
el pañuelo celeste haciendo
juego con el cielo en el que
las estrellas le marcan el camino.

El muro

Era un viejo local a un costado
del destruido camino, en donde los
viajeros se detenían a saciar
su apetito y quitarse la sed de un trago.
El hombre estaba cansado,
su camión se veía igual que él,
incluso había tenido que enderezar el
paragolpes con una barra luego de que
le diera a algo en la noche.
Acostumbrado a ir de acá para allá
no había echado raíces
y ahora ya entrado en años
disfrutaba de esa soledad,
que él creía era suya de algún modo.
Observó el salón,
todo parecía gris y ya nadie quedaba allí
excepto la mujer joven en la barra,
fregando la mugre que los concurrentes
dejaron a lo largo del día.
Su vestido rojo desentonaba con aquel lugar,
se le acercó en busca de otro trago y ella
repentinamente se dio vuelta
mirándolo con desprecio,
luego la mueca se convirtió en una sonrisa.
Quizá era su día de suerte pensó el
mientras se quitaba el sombrero
y se presentaba.
Ella lo tomó de la mano y lo condujo hacia
un rincón en donde se encontró con la
pintura que hasta entonces había estado oculta.
Lo dejó solo frente al mural,
había varios rostros pintados en él,
caras vacías y ojos negros,
desesperación y susurros en torno a ellos.
Sintió que la mujer lo empujaba,
pero en lugar de dar contra el muro
éste se convirtió en un hoyo negro
que lo devoró mientras gritaba sin emitir sonidos
sintiendo como su cuerpo se petrificaba.
Luego la mujer volvió a sus quehaceres
sonriendo satisfecha, tras haberle apresado
una nueva víctima a la bestia que moraba
al otro lado de ese espejo.

miércoles

Historietas en huelga

Golpearon a mi habitación esa mañana, eran del Sindicato “H.B.” para informarme que ya no podría escribir un solo guión más.

Para colmo de males se sumaron los dos Gremios “H.C.” junto con “C.M.”, en un abrir y cerrar de ojos tenía a un grupo de vikingos, orcos y habitantes de algún pueblo del salvaje oeste amenazándome con tomar la civilización por asalto.

Ni siquiera las viñetas del procesador de texto funcionaban ese día, los recuadros protestaban contra la libertad de formas. Tuve que conformarme con ver como los personajes desfilaban entre las distintas publicaciones.

Eso, hasta que el editor decretó la conciliación obligatoria. Ahí estaban reunidos todos los protagonistas de mis historietas, algunos se quejaban de la falta de conservación de los ejemplares, de cómo todo se iba poniendo amarillo con el tiempo y de la manera en que muchas veces se los borraba.

Tales reclamos tenían un enorme fundamento, mis personajes nacieron cuando era libre y no me limitaba un contrato. El editor traspiraba, los lápices se habían sumado a la refriega junto con la goma de borrar y el sacapuntas.

Hasta mandaron a llamar a un notario que asentara sus reclamos, constituyéndose la Proclama de las Viñetas, por las que ningún personaje, grande o chico, bueno o malo, debe ser olvidado.

Después de todo, cada quien tiene su corazoncito y no es cuestión de dejarlos abandonados a su suerte. Así que esa mañana recobré lo que había perdido, el ansía de escribir aventuras en las que pudiera sumergirme lejos de todo. Ahí viviré por siempre.

Incluso Thorval se ha sumado a esto, pese a que él no dice nada. Sólo revolea su martillo y le lanza una bocanada a la luna. 

Nota: allá en Reta, teníamos un vecino (Juan López) que nos suministraba historietas. “Hora Cero”, “Hacha Brava”, “Hopalong Cassidy”. 
Gracias a él conocí a Ernie Pike, Rolo y los Pargas, Sargento Kirk, Joe Zonda, Hueso Clavado, Ticonderoga Flint y más tarde a Corto Maltese junto con Nippur de Lagash (y varios personajes de Robin Wood). Sumémosle a Julio Cortázar, Emilio Salgari, Julio Verne y otros ilustres creadores, a los que les rindo tributo.

domingo

Poema corto

No sé qué expresarte.
¡Cómo me siento para expresarte,
me cuesta hablarte tal cual palabra,
es difícil entenderte cuando hablás rápido, 
leerte alguna palabra perdida en tu labio movido!

¡Te pido repetir una vez y otra vez para comprenderme,
lo qué me contaste o me preguntaste!.

Todos los días y las noches me expresas: ¡TE AMO!

2016. Patricia Candia.