En una de las tantas esquinas viene empujando al viento, este se resiste detrás de un colectivo que cruza Callao y se une a la eterna migración. Por momentos se escapa pero el tiempo sabe que lo encontrará más adelante, cuestión de conocer al mundo y a esos dos locos. Uno que sopla en cuanto rincón encuentra, el otro que le besa los pies a la tierra pero detiene el avance cuando esta le da lugar a algo más que llevarse las poesías escritas por algún nostálgico en la arena que se ha secado y la barre la brisa.
Pequeño Lido cercano a la plaza ahí en donde logran que algunas de las vacas sigan las reglas que se sancionan, encerrado entre las avenidas como un puerto al amparo de las tormentas aguardas a que se presenten esos náufragos que buscan el reparo de la tempestad y un poco de la vieja bebida negra. Alguna que otra poesía intenta quedarse en la galería, evitando el bombardeo que la torna un montón de venas azules y luego simplemente papel mojado. Igual a esas normas.
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