domingo

Silencio


Si hubieran querido que me callara, no me habrían enseñado a leer y escribir. Tampoco tendría ningún valor más allá de los billetes y el crédito asesino, sería apenas un pedazo de estiércol con los modales de un tipo preparado pero el buen día ausente. Pues bien, dado que el tiempo todavía no me calla es que decidí decir que estoy harto de las sectas que representan la nada misma pero se arrogan el nombre del pueblo dormido. Pueden ponerle el nombre que quieran, no son más que acólitos de una orden superior con cuentas en redes sociales y argumentos berretas. Un ejército de zombis de fácil adoctrinamiento, sin pensamientos propios excepto por la oración repetida hasta convencerse que son la panacea. Aunque la cura apenas alcanza para unos pocos y sirve para dejar afuera a la mayoría, criminales por haber nacido diferentes así que mejor diagnosticar el mal e intentar homogeneizar esas conductas desviadas. Se persigue al culpable, antes supuestamente inocente, con teas y capuchas por medio de una red social. Miserables sin vida alguna, despotricando contra todo lo que represente al género opuesto y olvidando que la mitad de su ser lleva el mismo estigma. Dedo acusador, mensaje breve sin pensar demasiado en las consecuencias de cazar brujas. De tanto buscar alguna vez tendrán razón, sin importar las víctimas colaterales que esto implique. No les importa, lo toman como una especie de acto de justicia igual al que han cometido otros a lo largo de la historia y no es más que una acción de cobardes con difusión masiva. Ignoran en sus delirios que su supuesta igualdad no es otra cosa que dejar afuera a todos los hombres o tal vez lo saben pero no quieren admitirlo. Por si acaso cualquier hábito asociado a ellos debe ser tildado de machista, cuando los justificativos faltan. Y si eso no funciona perseguir con una lluvia divina al infractor, alcanzándolo con el brazo etéreo del ciberespacio y la prueba de que no tienen vida propia. Máquinas repetidoras de discursos clase zeta, a las que el repertorio se les agota enseguida y recurren al insulto, se cosifica al hombre como recurso extremo sabiendo que no habrá tarjeta roja. No es padre, hermano, amigo, amante o cualquier otro término que indique vínculo, es una cosa a la que deben destruir. Imponiendo una guía de la deconstrucción para que los sobrevivientes a la cacería se muestren cabizbajos y acepten sin chistar las nuevas reglas. Total las que no nos convienen son retrogradas, parte de un sistema opresor que debe derrumbarse al igual que los muros de Ilión, empleando un método parecido al de Nemo. Un sinfín de mensajes dirigidos a las mentes de personas permeables, jalando los hilos para que la representación cobre vida y beneficie a las adeptas de la primera hora. La igualdad aparece como una utopía cuando la víctima se torna victimario, exhibiendo su ser como el único con derechos y pidiendo la rendición incondicional de los que piensan distinto. Silenciando las voces diferentes, tortura digital como castigo y el coro  de loros repite para no olvidar detalle alguno. Por si acaso cualquier reclamo va a la misma bolsa, sin importar que ustedes me pisen en el proceso. Han olvidado que existimos por dos, nunca por un único individuo.

                                                                                                                   Cuaderno 2, 6.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

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