La luz que existe iluminando a la figura pública presenta
oscuridad alrededor, en ella se mueven los hilos decidiendo sobre un sinfín de
vidas aparte de la del titiritero. Los objetivos son claros, mantener las cosas
en la misma situación y asegurar el bienestar para unos pocos. Doscientos años
de nada, de hipotecas a ser pagadas por los hijos de los hijos de los hijos.
Condenando a los de ahora, mañana y pasado a vivir del crédito aparte de drenar
las migajas de aquellos que la yugan. Creando manadas de conformistas, de
inquisidores envueltos en redes que atrapan fragmentos de las vidas de
desconocidos. Tirando el mensaje sin consecuencia alguna en tanto se suman
adeptos, ignorantes con teclado y pantalla táctil que saben un poco de nada
pero opinan de todo. El logro del que detenta la manija, masas carentes de
conocimiento con conciencia de sus derechos en un extremo pero sin el balance
de las obligaciones. Interjección con disfraz de carita feliz, energía gastada
en intentar un fundamento que termina en una risa. Las sogas cumplieron su
destino, tener a la mayor cantidad de sobras ocupadas en asuntos sin sentido en
tanto se contraen nuevos créditos debitados del tiempo de nuestros esfuerzos.
El líder sale al escenario, una tarima para uno que imparte un mensaje de luz
en tanto en las sombras hacen filas los mismos de siempre. Una partida jugada
hasta el hartazgo por los mismos partícipes en el asalto a las arcas llenas de
monedas. La vida convertida en billetes, sudor y recortes en la existencia para
sobrevivir. El poderoso tendrá más tiempo, decrépitos con fueros para llegar al
final inmunes.
Cuaderno 2, 5.
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