jueves

Palenciano

La niebla aún no se ha despejado pero él ya camina sabiendo de memoria el recorrido, la brújula no le hace falta actuando por instinto. Chirria la puerta que lo transporta a su torre de guardia rotando el anuncio para que los extraviados sepan que alguien los ha de socorrer ante la necesidad acuciante. La persiana se despereza entornando los faros ante el resplandor de la mañana, en el teatro celeste el sol le envía una misiva al viento que se ha ido a la ría lejana. Sorbe el tesoro de un manantial de madera, cuenta los instantes con cada llegada al final de ese pozo de hierbas interrumpiendo su meditación la alarma de la madera al ser abierta. Las migas de las gracias quedan sobre el mostrador para terminar esparcidas en el suelo, los recibos en cambio van a una bandeja fría ocupando su sitio de privilegios. Un rayo le da la señal de salida cruzando la vía desierta para perderse entre el caserío, sus esquelas llevan cuentas dado que la escritura ha sido olvidada. El vacío para los que no pueden cubrir sus necesidades ante el alud de obligaciones con los números en contra, siempre en contra. El vehículo todo terreno lo aparta del problema, deja en las calles su imprenta igual a una serpiente que huye de la civilización. Aguarda que el carguero pase con su movimiento cansino y su eterno peso sobre los hombros. Dialoga frente a un espejo con el cajero, su jefe, aquel repartidor desatento y con el responsable de transmitir las quejas, lo dejan solo a eso de las catorce horas teniendo que cerrar el balance del día. Sin mirar vuelve a casa, a la atmósfera tan conocida que le llena el alma desde la cocina llamándolo.

lunes

Torre

Nunca me fui, una parte se quedó en este sitio esperando el regreso. Incontables son las ocasiones en las que he tenido que pasarle cerca a la enorme torre ignorando por completo que el acceso, el conjuro para regresar a estos muros estuvo siempre en mis manos.

La inscripción en un cajón viejo de una parte lejana de este edificio incitando al retorno de aquellos que se han ido habiendo dejado tal vez la parte más importante de su existencia, del mejor momento de la vida de una persona cuando es un verano interminable previo a ese otoño en el que las responsabilidades lo terminan machacando.

Los rostros cambiaron, la fisonomía se alteró, sin embargo por fuera sigue siendo la misma cara de piedra y dentro está el corazón cálido, el centro de esa mazmorra que recordamos. Las noches con únicamente el sonido de los motores de fondo, la vieja sala de videojuegos devenida en gimnasio, los ascensores que van y vienen, pero en particular el chasquido que emite ese único montacargas que ya no lleva a nadie.

Sin embargo, el día anterior al subir cada uno de esos escalones sin oposición manifiesta se sintió alagado por la visita aunque fue momentánea y el visitante ni siquiera se detuvo a tomarse una de esas verdes infusiones sobre los peldaños. Pero lo reconoció, era suficiente con ello, de la misma forma que el hombre detrás de la barra preguntando si se acordaba su nombre.

Éste es un hasta pronto, no me iré en medio de la noche como la vez anterior sino en plena luz del día. Las calles podrán haber cambiado, los locales alrededor, pero la torre ilimitada sigue ahí esperando, emitiendo ese sonido que únicamente los náufragos que hemos vivido en ella entendemos.

Testo 1

Sventola, senza paura,

è buio e tu tremi

nel vento della mezzanotte.

Il cielo dorme in te,

celeste e bianca la notte non arriva

perché nel cuore è il sole.

Trentadue raggi aspettano

il ritorno della memoria persa,

quando Apollo aprirà gli occhi

del Popolo che dorme alla sponda

del rio di sangue.

Gli anni passano senza cambi,

la signora cieca non ascolta

le voci mortali,

inni di tutti quelli che

hanno catene mentali.

martes

En la torre ilimitada

Por supuesto que no lo esperaba, encontrarse nuevamente recorriendo los interminables pasillos sin más defensa que el presente para salir al encuentro de los recuerdos que asaltan los caminos directo al salón de Acuario que yace sellado.  A cal y a canto pero todos los días de estos dieciséis años se han vuelto apenas arena que algún maestranza avezado se ocupará de hacer desaparecer, echándola a la calle. El final del mes no se encuentra visible todavía, el carro con el equipaje ha sido enviado a un depósito desde donde no se lo trajo de regreso comprendiendo que la última carga era él mismo. Los rulos debieron ser sacrificados para afrontar las tormentas de altamar que alejaron la nave a costas desconocidas, lejos obviamente del calor de ese fuego tan conocido que sólo puede asemejarse al hogar primigenio. Con un rollo de pergaminos que daban cuenta de historias creadas entre esas paredes cuyo símbolo es el fuego del conocimiento así como la melancolía de tener que dejarlo todo para ingresar en la jungla azul. Volvió varias veces pasando cerca, observando los resplandores que despedía la cima comunicando un mensaje ininteligible para la mayoría excepto por esa parte que le gritaba desde lo profundo. Los cabellos se le agitaron una última vez antes de desaparecer por completo sin detenerse a considerar el asunto, a veces ni siquiera le prestaba atención a la maraña negra que le poblaba el rostro en una señal de rebeldía y seguro de descuido también. Mutaron sus versos a cuestiones un poco más profundas, el encierro hace reconsiderar aquello de lo que uno se ha visto privado sin que se pusiera a hacer promesas dado que la libertad fue encarcelada además de todo atisbo de originalidad. Únicamente el tiempo tenía la fórmula para derribar la bruma, sarrasón que crece devenida en niebla de guerra para así ignorar los peligros conjuntamente con las maravillas no reuniendo el coraje que se necesita para emprender la expedición. Así fue que se encontró caminando una noche de domingo rumbo a la fortaleza cuyo portal estaba de par en par esperándolo, dentro el clima conocido con los acólitos en torno al altar de piedras emitiendo un movimiento de reconocimiento al ver al extraño que se acercaba. Volverían a la mente los nombres de ellos antes de que estos se presentaran, con el sonido de una taza de café que quitaría el resfrío producto de la intemperie notando que hasta el almidón traería los recuadros de esa historieta borroneada. Las calles de alrededor mostraban los impactos de la década y media aunque en el corazón de la mazmorra el asunto era bien diferente, seguía la escultura de madera en su sitio riéndose de las paredes que exhibían pintura renovada aunque para Luigi junto a la barra no sea más que un cambio en los manteles. Solitario jinete has vuelto a casa para escapar de la lluvia, habiendo caminado en ella, hallando la fuente de todas estas letras justo en cada mácula, mota y píxel hasta formar la imagen que te muestra sonriendo. 

viernes

Un lugar en los sueños

El avance sobre el manto de silicio es lento la mayoría de las veces aunque al sonar la sinfonía del sudeste la ira no se contiene para nada llegando hasta la base de los eternos vigilantes, hijos de los pastores de granos que han sido curvados sin mano visible. Del otro lado la calma invade el largo pasillo hasta toparse con la arteria de tosca que sigue bordeando el muro buscando a la fuerza eterna lejos de la jungla verde, al sur del infierno glauco yace Océano con su fisonomía apenas alterada. La primaria que sirve de plataforma de lanzamiento para la mayoría, la secundaria recientemente instalada, la delegación que se mudó a una esquina, la plaza con el busto desgastado y los enormes canteros en cuya cercanía los eucaliptos se alzan. La avenida con nombre de mujer te arrastra hasta el monolito que sirve de advertencia sobre las trampas que las corrientes encierran, tragándose a los bancos que realmente son de arena por más que confiado el náufrago piense que ha llegado a tierra. La postal de la nave zozobrada se deshace en tonos blancos y negros que ilustran las páginas de una de las crónicas sobre un pequeño trozo de cielo, túnel que conecta los mundos cruzando por el seno de arena. El arroyo es el emisario de la bestia que se alza majestuosa con los cultivos floreciendo, la mano de los creadores es invisible pero puede ser apreciada en las largas noches del invierno accionando los engranajes para que el escenario esté listo a tiempo. En ocasiones diferentes parecerá que se ha puesto a dormitar con apenas el lomo terroso emitiendo un suave movimiento, hasta que la sangre fluye rauda por cada una de las sendas moviendo al resto que se reúne en torno a una tabla. Por allí cerca se encuentra el antiguo hotel que ha ido perdiendo su lustre, la muralla con retazos de alambre al haberse caído, algunas habitaciones que siguen en pie, el enorme salón con las herramientas y la máquina de soldar que transforma la atmosfera en reunión de luciérnagas. Afuera está el campo, el mundo desconocido fuera de los límites que se frecuentan que alcanza hasta una estación de tren que espera en vano y la postal de los silos cuyas vías se pierden entre los matorrales. El vigilante trepa sintiendo crujir los escalones de madera que a veces se desarman teniendo que arreglar el asunto, alguna protesta de parte del propietario que decide sacrificar aquellos vetustos apagándose en una estela que surge de la boca negra sobre el tejado. Revisa constantemente el perímetro buscando posibles recovecos por los que los invasores nocturnos se presenten, su vigilia es sin embargo permanente siendo que las horas de luz pueden traer varios sustos. Siente el aroma de la sal en el aire aunque jamás vea al mar, a los cazadores de tesoros de las profundidades cruzar ataviados de una caña así como el hilo con la trampa de metal que se ocupa de rajar entrañas rindiendo a la presa. Ya en la mañana el regador pasó temprano pero el efecto es pasajero al elevarse la calina, teniendo que restregarse los ojos con el consiguiente estornudo para convencerse que debe buscar la sombra del pasillo y de paso el almuerzo. Los demás dormirán pero le tocará vigilar sin más elementos que aquellas herramientas otorgadas al nacer, el rastro del café viene de la cocina perdiéndose en la oscuridad al igual que los sonidos silenciosos que cubren aquellos recintos. Verá al retornar a la empalizada al propietario dialogando con el hijo cuyos rulos son una corona, inspeccionando el cerco nuevo colocado en otra extensión del dominio de la familia para poder acumular ciertas sobras de los quehaceres diarios. Pasará el estío pero únicamente para tener que pegar la vuelta, la repetición de sucesos con los interpretes un poco más viejos poniendo en escena a la vida que es ausencia en su extremo. Las caras jóvenes partirán para tornar con una mochila de edades habiendo abandonado el lecho que seguirá esperando utilicen dicho camino para hacerle una visita, incluso los recibirá poniéndose el mejor de sus ropajes para que se unan a la monotonía onírica. En más de una oportunidad vendrá algún invitado no queriendo entonces parecer maleducado así que irrumpirá en la sala produciéndose la presentación formal, mejor estar bien informado de las intenciones de los extraños de forma de no tener sorpresa alguna. Pero a la larga quedará solo con la pareja recibiendo noticias del exterior en cuentagotas, acumularán sus días en granos de arena que formarán nuevos guardianes para una vez que hayan partido a buscar otras dimensiones. Así atravesarán la costa provinciana pasando por acantilados, médanos, caletas, perlas y playas perdidas a los ojos del mundo que en momentos determinados descubre esos paraísos intentando en vano curarse la locura de la repetición. La serpiente azul se presenta cubierta de líneas blancas, pero en muchos instantes exhibe las señales de peligro que son desoídas por los que vagan en un estado febril de locura intentando alcanzar pronto un punto en el lado opuesto a costa de reventarse en millones de fragmentos. Galo les dará cobijo teniendo que volver a contar una vez más los defectos en las defensas, no hay lugar seguro sin importar cuan lejos se vaya uno conforme se repite el denominador común de tener a otros cerca. La plaza con sus faroles le brindará diversas opciones en sus ratos de ocio, memorizará la secuencia de edificios para no extraviarse consistente en escuela, banco, iglesia y municipio, sonándole todo ello familiar. El puerto es un asunto nuevo, amarillo y naranja cubren las carcasas de las embarcaciones con diversos símbolos incluido el de un enorme tiburón que viene con su casaca puesta haciendo rebuznar al toro que observa desde atrás de los hilos al hereje meciéndose sobre la ría sin que puedan querer entenderse. La procesión de estibadores se reitera en la descarga de la pesca que huirá por la colectora rumbo a la ciudad enorme allá a la vuelta de una curva, resonando el paso de los ejes sobre la loma de burro que de paso agrieta las paredes. Acompañará al hijo de la misma forma que hizo con el padre, sin los cabellos de otras eras en la sesera aunque la voz es inconfundible pudiendo ser también una confusión de su memoria que pone en dicho sitio imágenes del pasado. Se acordará entonces que se puso un tanto viejo debiendo realizar chequeos para sí tras varios lustros descubriendo a un enemigo que no ha visto llegar a pesar de todas las precauciones, el crepúsculo se instala en la luz del verano sin posibilidad alguna de salvar la prisión de carne. 


De la misma forma que llevamos al viejo nos ha acompañado él, viéndolo irse rápido después de la agonía del calor agobiante sobre una plancha de metal hasta depositarlo entre la graba que la sequía mantenía rígida. La muerte es terrible, la ausencia mucho peor esperando por error que te asomes por la ventana buscando a mamá como cada mañana invitándola a sentarse bajo el alero o quizás al resguardo del fresno, no más mover con el hocico el plato amarillo dando cuenta de la última migaja, sólo correr en búsqueda de papá hasta el lugar de la fusión del firmamento con su espejo de abajo conformando el unísono. Por ahora cualquier encuentro futuro queda supeditado a los mensajes en los sueños.     

A Papá y Shu.


sábado

Hogar en el mar

Hay una casa en medio del mar pero los barcos no han dado jamás cuenta de ella, los ojos humanos únicamente ven las maravillas que dicen crear ignorando cualquier otra cuestión obnubilados por el bombardeo de imágenes que dejan a la conciencia sepultada. A su playa sólo llegan ciertos viajeros aunque el hogar lo ocupa únicamente uno, abriendo en ocasiones la puerta para contemplar el rostro esperado al que la marea forma con la arena como argamasa. No son los ojos que busca, del color de la miel al derretirse, tampoco sus movimientos delatan esos hábitos conocidos tras medio siglo de estar juntos teniendo que aguardar ahora en el confín del mundo para que una tarde le traiga la recompensa. Otras almas pueblan esas costas pero su puesto de observación requiere de atención durante toda la jornada de sol, la luna es un recuerdo vago pese a que ha sabido de algunos que atravesaron una temporada en la oscuridad hasta conseguir la redención. Les quita a las tejas lo que parece ser el musgo pero no es más que un reflejo del paraíso verde que yace debajo, nadie se detiene a contemplar el espectáculo en la inmensidad celeste al tener la cabeza siempre viendo hacia el ombligo. Casi nadie, los dos locos sentados en un café han atisbado en un reflejo del sol a la obra que se les fuga a todos los otros iniciando los planes del viaje que no ha de ser más que una transición al mudar el cuerpo a lo etéreo. El sorbo final del café ya sabe a frío, la rutina se deshace al entrar en ese contacto fugaz que quiebra a la semana en el miércoles con las protestas del jueves ante la presencia de siete días sin resarcimiento alguno. Dichos instantes no son más que un bálsamo en el lomo para tener que volver a cumplir la condena impuesta, logrando apenas un puñado de trastornados salirse del rol asignado para mirar como un meteoro a la enorme trampa azul que espera se zambulla en lo profundo. En tanto en la isla imaginaria no hay ningún estruendo, ni siquiera los rayos que yacen más abajo perturban la paz de aquel sitio cuyos moradores se funden en un cuadro eterno mezcla de cielo y oleaje engullidos los demás tonos ante la monotonía de los colores. Visto desde acá pueden aparecer ciertas nubes, cúmulos que se desharán del traje para tornarse en los heraldos de una tormenta que baña a los depravados contentados con repetir sus días en una esperanza falsa llamada tiempo infinito. Luego vendrá el sol como siempre a limpiar los restos de la matanza hídrica siendo que la manchas deben desaparecer de una buena vez si bien la labor continúa porque los réprobos no se quieren dar por vencidos. Los espera la cárcel de esta época que se presenta con la fachada de la libertad pero no es otra cosa que una celda elegida libremente, con las cargas impuestas que son la sentencia de condena teniendo que encerrarse para estar rodeado de desconocidos que harán algo parecido para no ser menos. Por detrás del ocaso se esfuman tales conductas con el sueño siendo el último reducto del libre albedrío, dejándonos el sabor agridulce de aquello que está al alcance de las manos pero se evaporará al sentir la alarma llamarnos para cumplir con la tarea. Aunque la carne se resista hay que sortear el obstáculo de las penumbras siendo que el tirano dorado ha regresado a sacarnos de las lucubraciones que se nos aparecen más adelante en una curva, cobrando sentido el hecho de largarnos a cualquier parte no contando para nada con la intención que no deja que viremos hacia un lugar diferente ya que fuera de esos hilos de metal hay un mundo que se moviliza. Mientras el vigía parece que ha hallado en la lejanía a la destinataria de su dedicación a este asunto de barrer la marejada notando que se alisa el campo de juego en un azul insondable, semejante al de sus ojos jóvenes con los trigales en las alturas resplandeciendo de la misma manera que al conocerse. Anda allá en el infierno de pastizales que adornan las cañadas, recorriendo el cerco que la mantiene en los límites de su cordura ante la añoranza de tantas partidas juntas que en el lado opuesto son reencuentros.


lunes

Bajo la superficie

Bajo la superficie los sonidos saben lejanos con los miembros suspendidos habiéndose ido el peso del mundo a alguna galaxia lejana, los pensamientos se vuelven burbujas que de a poco emergen en el espejo que también recibe a las naves pequeñas. Un golpe sobre la misma se convierte en un anillo más que se une a los generados por seres parecidos, sin que ello inquiete a aquel que permanece es estasis con el eco de otras escenas hasta que es uno con el universo. El silencio ocupa cada rincón con apenas unos pasos ligeros afuera, tal vez una que otra caricia al igual que los proyectiles de agua que obligan a resguardarse a la humanidad. La voz en una cadencia repetida habrá de acompañar al que no ha llegado todavía, que en una oda a dicho instante trascendental repite la primera de todas las figuras al sentir el frío invadir su ambiente abrazando sus manos a las piernas que encuentran calor. Ello sin contar los besos que recrean el descanso de los primeros días a un costado de la fuente blanca que le otorga fuerza a quien aún no ha puesto un pie sobre este mundo, pero muy adelante en una curva del infinito se levanta desprendiéndose las lágrimas de su ropaje hasta que se aleja dejando un reguero sobre el camino que lo devuelve al calor del mundo arrastrando una silla para poder contemplar al sol irse dado que el muro ya lo perdió de vista.


jueves

¡Chau!

La última marca es de la moharra al ser alzada la bandera en el acto de despedida tocando el cielo en una suerte de extensión de las manos, tras la entrega de los pergaminos se produce la diáspora quedando apenas los fantasmas en el aula de arriba a la derecha justo contra la calle. La dispersión deja el vacío presente con la margarita deshojada en medio de la calle que es apenas una vía en esta ocasión, lo relevante se ha marchado para regresar en repeticiones de instantes con otras personas interpretando a un personaje parecido. Incluso al momento de la vuelta al polvo de toda la edificación seguirán sonando sus voces pese a que ocupados en los ruidos inútiles no se le prestará atención, pasando de largo aquella que ha de traer la apoteosis sin las cadenas que la ataban que yacen oxidadas con el viento susurrando entre los eslabones.

 



lunes

Charly

El patio se quedó vacío denotando esa partida que no será definitiva, siempre existe un momento de reencuentros aunque sea en los sueños que albergan esas partes del alma que vamos perdiendo entre las risas y el dolor. Se ha ido a contemplar la fábrica de rayos y truenos cuyo vigía le resulta familiar sólo que esta vez no caerá en el truco de dejarse llevar lejos, seguirá sus pasos hasta el borde del cielo en él que se despeñan las lágrimas formando al océano de abajo que moja los pies del viejo Antonio.

sábado

Dios opera en un cajero

La presencia de la estación de servicio rompe la inmensidad de la noche pese a que no he extrañado en nada la compañía de los otros que duermen ahí afuera, el sujeto de la playa viene con un rostro conocido invadido por un sueño que enturbia sus sentidos. Los movimientos son automáticos, qué carga, completo, el golpe seco al detenerse el chorro que se bombea desde las entrañas (las mismas que lo tuvieron prisionero), importe, cobro y a la nave otra vez. Lo que viene es el café, agua y uno de esos sánguches sellados hasta el descarte o su consumo aunque nunca se sabe en el borrón de las fechas equivalente al desgaste que llevamos con nosotros. No está el lucero cerca al recibir la segunda bocanada de esa madrugada, a unos pasos en la oscuridad yace otro punto luminoso cuyas pantallas se encuentran encendidas esperando que vengan a vaciarlo o recargarlo según el caso. La sed también afecta a esa expendedora de pasajes a la felicidad según los hedonistas, no más que un boleto que enseguida se desvanece con el correr del viaje hasta dar de nuevo con la necesidad no obstante idéntico resultado. La segunda presencia apenas la noto al introducir la tarjeta, corriendo un sudor frío sobre la sien que se congela antes de reventar contra el piso que ha desaparecido pese a seguir estando ahí abajo. El papel calentado por esa tinta que no se ve romperá el hechizo, los billetes yacen en alguno de los bolsillos, el plástico es cargado igual que las deudas del pasado pero no iremos demasiado lejos.

—Aún hay crédito por lo visto dirá él.

—¿Perdón?

—Todavía no se ha terminado el recorrido hombre, venga y mire en este monitor moderno. En la oficina no tenía uno así de manera que he copiado el diseño con unos cuantos ajustes.

En efecto, miles de cuentas aparecían ante la vista de ese extraño usuario al que la helada no lo hacía tiritar a juzgar por la manta liviana de tono rojo que colgaba sobre sus espaldas.

—Como verá algunos de estos registros ya tienen mucho tiempo así que será mejor moverlos a otra sección.

Acto seguido desapareció la numeración en cuestión aunque enseguida otra surgió.

—Y ahí está de nuevo, languidece, mengua y crece llenando el vacío de la anterior.

Entre la jungla de números en blanco alcance a vislumbrar algo que me aterró, no eran nada más que cuentos de trasnochados sino fechas que encabezaban esa base de datos cuyo operario me sonreía benevolente.

Incluso una que conocía bastante bien, viendo en retrospectiva cada momento lo que resultó en agotamiento de mi memoria que se retiraría a darse una larga siesta después de aquello.

Me encontré alejándome hacia el vehículo que me llamaba igual al casco de la barca desde la que creo haber caído en otra vida, una sirena inversa permitiendo que me aleje de las fauces que no existieron.

  —Aún hay crédito repitió en forma de susurro. Pero la humanidad no lo sabe, sigue avanzando apresurada temiendo que el tiempo la atrape y es su pasajero constante con cada hálito. 

 

domingo

Mangia

Harold Fondue nació en el patriótico barrio de Boedo en el seno de una familia de fabricantes de chocolates, lo que le valió varios dolores de cabeza en relación su nombre al punto tal que a los dieciséis años durante un viaje a Uruguay, en tareas de reparto de los productos comercializados, optó por no regresar su casa al otro lado del charco. Se empleó como ayudante en un pequeño diario de Canelones manifestando que era mayor de edad, los pormenores de la maquinación han quedado perdidos en las sombras de esos años. En su periplo por tierras charrúas tuvo la posibilidad de asistir a Don José Omar Valenciano Varela en la cobertura del clásico entre tricolores y manyas, en un estadio Centenario que tenía el privilegio supremo de poseer la primera final del mundo con las consecuencias ya conocidas. El sitio estaba a reventar, la cacofonía se extendía de un extremo a otro de la capital escuchándose para envidia de algunos en la ribera opuesta dado que no había fútbol debido a una huelga de fabricantes de pelotas. El ya veterano periodista cubrió otros encuentros famosos, aun muchos contaban que se quedaba dormido antes del inicio despertando con el alarido gutural que sabe casi a la primera palabra pronunciada. Recolectaba entonces información de los asistentes al encuentro con testimonios de ambas parcialidades, lo que le llevaba un tiempo precioso dejando pasar los momentos más relevantes del encuentro como eso tiro libre que se va alto desparramado al portero aparte del que recibe el impacto en la tribuna. Sin mencionar la pelea en el mediocampo que culmina con varios lesionados que se toman alguno de sus miembros heridos de muerte no obstante apenas ser rozados, generando el amontonamiento de los rivales en pos de cobrar venganza. Se sentaron en uno de los peldaños del campo de batalla con la salida de los dos equipos en un enfrentamiento que se prolongaría por las décadas siguientes haciendo que un hervidero sea un espacio polar. Las almas allí congregadas le rezaban al mismo dios pero éste parecía tener colores diferentes el día de hoy dependiendo de la versión que se contara, el joven aprendiz guardaba en la retina de sus ojos un cuadro de epopeya que se le adhería a la piel ante tamaño espectáculo. Ni siquiera sintió algo así en esos cruces entre santos y quemeros que acallaban las tardes del domingo hasta ese alarido en el que el victimario metía la primera puñalada no obstante a lo que la víctima podría bien cobrar la ofensa, con la herida borbotando ira pura. Arrancó el match, el cronista registró la hora del comienzo en aquel domingo de agosto que el otro testigo recordaría a colores pese a la idea errónea de que todo ha sido en blanco y negro en una suerte de acromatismo. El primer tiempo se iría sin nada reduciéndose el griterío para el final de la primera mitad, Harold registraba lo ocurrido en unas series de notas aunque el lápiz en varias ocasiones encontraba la explosión de las minas de trazo en trazo hallándolo ocupado en ello hasta sentir el pitido iniciando el segundo tiempo. Aquel que no se dio por enterado fue su compañero que continuó roncando apoyado de vez en cuando sobre la pierna del boedense que ya no escribiría nada a excepción del instante cumbre de destrucción del cero con un remate bajo, produciéndose la detonación en la garganta además de los abrazos. Ahí Valenciano Varela se incorporó mirando anonadado la escena, hasta que bajó la ola desde lo alto de la tribuna apaciguando todas esas voces vueltas susurros. Minuto veintinueve anotó sobre el papel garabateado siendo observado por el aún somnoliento Javier Omar que inició la búsqueda de sus apuntes, notando que estos yacían un puñado de escalones más abajo empezando con el rescate. Recibió un par de pisotones aparte de la ignorancia general descubriendo que el mundo estallaba a su alrededor yendo a parar su nota muy lejos ante los festejos del segundo gol. El pibe, mientras tanto, observaba momentos antes el arranque descomunal del perpetrador de la primera gloria quedando los oponentes atrás viendo la llegada de lo inevitable ante tantas paredes que se caían hasta encontrar el objetivo cuyo guardametas perdería incluso la boina. Sin embargo no coronaría la hazaña cediendo la estocada a alguien más que sellaría el marcador en un 2 a 0, con las consecuentes imágenes de júbilo de la hinchada carbonera para dar paso al silencio del epílogo en plena retirada de los concurrentes. Pudo rescatar al jornalero después de unos instantes, lo halló cabizbajo con pedazos de pequeñas hojas sumadas a la desorientación en los sucesos recibiendo la mano solidaria del otro que lo invitaba a levantarse para dejar ese lugar ya vacío. Se bebieron una copa juntos antes de emprender al viaje de vuelta al pago, aprovechando el veterano escritor dicho momento para armar el rompecabezas con la colaboración de su compinche de viaje que finalmente dormía apacible. La mañana siguiente repartieron la publicación intitulada El Heraldo, una única página plegada en cuya portada se veía como destacada la partida dominical firmada por J. O. V. Valencia y un tal Lorenzo Fernández adoptando un seudónimo glorioso.

lunes

Vasco

De un lado la estación de servicios que sirve también como refugio ante varias inclemencias, la peor de todas es la de ir de aquí para allá sin detenerse siquiera a tomar un respiro sabiendo que se han terminado las licencias para los esclavos que deben pagar la boleta al principio del mes aunque no exista fondo alguno acreditado. El sujeto que ha logrado apartarse en un rincón contempla al mundo desde una mesa blanca cuyas sillas son incomodas de forma tal que nadie se quede demasiado en ese recinto, cruzando la avenida que es una postal más de la locura, se alza el puesto del Vasco que junta feligreses sin distinciones de ninguna clase. Diversos trajes para seguir con la faena forman la fila bajo el sol abrasador cuando no las llamas, Febo y Hefesto descargan su ira sobre los que quieren un pedazo de la última cena de Baco, el obsequio de Prometeo recalienta los hierros forjados en otros lares. Las salsas están listas, conservadas en frascos que alguna vez guardaron tesoros verdes y negros hasta que quedaron tan vacías como los bolsillos de la mayoría ante los constantes desmanes, aunque enseguida vino la idea para recuperar algo que permita subsistir. Una bolsa de pan que cambiaba cada cierto tiempo, la materia prima que se renovaba al final de la semana quedando preparada para ir a parar sobre la parrilla tirada por la montura solitaria que lo seguía hasta esa esquina mágica. Uno podía venir apurado esperando alcanzar esa embarcación a la bahía sabiendo que allí esta cargaba a sus huestes por última vez, antes de pasar frente al sito que ya abandonó el viajero cruzando un rato a llevarse un poco más de lo qué pidió dada la generosidad del cocinero que aprendió el oficio de evitar que las llamas consuman su fuente de ingresos. Alguno caerá a último momento para llevarse las disculpas del caso dado que ya es hora de retirarse, demasiado calor soportado sin que una brisa venga a quitarle ese infierno de encima cargando su roca cuesta arriba para regresar a buscarla al día siguiente. La última imagen será la de él regresando una vez que nos devolvieron un pedazo de nuestra libertad, después la noticia será un reguero sabiendo que ha partido dejando el recuerdo en tanto se consumen las brasas sin que alguien más avive ese fuego que se apaga igual que la existencia misma.  

domingo

Kael

Yo conocí a un sujeto llamado Kael, 

los días de frío venía a darnos una mano

dejándonos chamuscados mientras las chispas

se elevaban igual que mariposas incandescentes.


Sí, yo lo conocía, muy metódico en sus labores

poniendo trampas en medio de los caminos

para que los desprevenidos se encontraran

con un problema más que resolver.


Experto en colocar defensas gastando sumas siderales

a costa de los hombros de sus huestes que apenas

atinaban a decir ¡Me encantaría!, 

aunque alguna poción extraña debían ingerir.


En caso de que alguien necesitara ayuda él se presentaba

dejando todo ardiendo ante las turbas enardecidas

que le arrojaban una lluvia de improperios

y de piedras, pese a estar muy lejos para saberlo.


Ardía en deseos de venganza pero en otras facetas

hurgaba pedazos de bienestar para los que aguardaban

en la casa ahí al fondo, más allá de las rejas que llevan

a un pasillo repleto de historias que resuenan.


Apaciguando la sed de llamas con un brebaje verde,

siempre preparado para la ocasión de que cierto visitante

venga sin aviso alguno tocando el timbre para hallar

el refugio que bastante bien conoce. 

jueves

01/05/2021, en Océano

Cada vez que volvemos ellos están ahí aunque en ciertos casos son sus recuerdos dado el episodio de partida por tiempo indeterminado. Las casas al costado del camino contienen historias de esos que le hicieron frente a las inclemencias cuando los pastores aún no juntaban el rebaño y el sonido quedó lejos en la noche, aunque basta con esperar a que caiga la helada para sentir esa interpretación una y otra vez con más o menos público. La obra ha de reiterarse pese a que los concurrentes sean cada vez menos, los álamos detectan el llamado sacudiéndose el frío al agitar sus ramas cuyos mensajes fueron enviados y forman una capa debajo.  

Robótica

VSH 009, unidad ensamblada en Sudamérica, componentes diseñados en Bloemfontein, introducir órdenes.

El viejo director técnico, antes ingeniero y mucho más atrás jugador de fútbol, procedió a insertar la enorme tarjeta en la parte baja de la columna de esa bestia de metal la cual reaccionó al contacto de la misma procesando las instrucciones para luego ocupar su sitio en el hangar. Sus pares ya estaban en sus sitios a la espera de la batalla de la noche siguiente aunque siempre era la oscuridad la que cubría al mundo, el sol había sido privatizado así que esos que vivían en el espacio colonizado podían disfrutar del mismo. Bebería un café en el cuarto convertido en su cuartel general dado que la federación no podía costear más gastos que el traslado al enorme campo de juego, alguna vez ahí hubo una ciudad así como millones de personas que ahora disfrutarían en sus pantallas neuronales del cotejo en cuestión. Antes habían sido los gladiadores modernos armados con un balón parecido al de ese encuentro próximo, con publicidades en cada esquina del barrio de manera que los ojos del mundo estuvieran pendientes de estos hechos históricos. Pero al final el fútbol conocido por los seres humanos fue abolido, en su lugar alguien pensó que era una buena idea poner autómatas a realizar la tarea con una precisión de cualquier habilidoso. Miles de estrategia se concentraban en los bancos de datos haciendo que los actores principales las desarrollaran hasta alcanzar la victoria, con la demolición de la escuadra contraria dado que necesariamente había bajas y un montón de chatarra que vender a precio exorbitante. Sacó los viejos naipes españoles tan desgastados como la gorra que portaba salvo al irse a dormir, encendió uno de sus últimos lujos en ese momento de cavilaciones repasando los instantes de gloria lejana allá en la zona del Quequén Salado. Sus días de mediocampista de contención se habían terminado justo diez meses antes de que esa pasión fuera dada de baja, ya no servía para entretener a las nuevas generaciones que practicaban a bajo costo la destrucción de asteroides empleando las armas en desuso dado que nadie osaría quitarles la posición de privilegio que lograron entre las estrellas. Pero en la luna y la Tierra quedaban esos que siempre andan colgados del sistema, corriendo de atrás a un tren que raudo se manda a mudar en la siguiente curva no habiendo zorra que permita alcanzarlo, así que mejor conformarse con lo que  ha tocado. Alguien podría cumplir el rol de entretener a los bienaventurados, conquistadores del cosmos que deseaban momentos de distracción ante lo difícil que es mantener el estatus alcanzado sin esfuerzo alguno. Miles de naves partieron en la loca carrera por alcanzar Ganimedes, apenas una logró hacerse con la copa de la victoria cuya crónica se perdió en el vacío hasta que las conexiones entre la civilización nueva y la que quedó atrás se restablecieron. Los libros de historia, todos digitalizados por supuesto, darían cuenta de la hazaña que significó llevar la luz a ese mundo alejado de la misma aunque si había otras presencias nunca salieron en los créditos del documental vendido hasta agotarse.

T21542, unidad de construcción a distancia, descenso de maquinaria a la zona del encuentro a los fines de ultimar detalles, tiempo restante: dos horas y cuarenta minutos.

Los técnicos del rival monitoreaban el partido desde la seguridad de las alturas, él apenas consiguió una vieja patrulla que le permitía estar sobre el estadio levantado para la ocasión. Con la precisión tecnológica se habían hecho llegar los muros gruesos que conformaban el perímetro de la cancha, dibujadas con un láser las líneas que delimitarían la zona de juego. Los gigantescos arcos fueron colocados al final de la preparación, sin red de contención dado que el balón no iría a ninguna parte considerando la altura del recinto además de los dispositivos de seguridad que permitían saber la ubicación exacta de aquel objeto. Aparte de los recursos que disponía el equipo campeón existía una diferencia en los materiales empleados en la construcción de las bestias que pronto saltarían al campo de juego, sin mencionar la existencia de repuestos cuestión que el retador no poseía. Las celdas de combustible eran otra diferencia, aún los habitantes de ese viejo mundo se servían de los fósiles refinados en tanto que los del cosmos habían logrado almacenar cierta energía nueva lo que les daba una autonomía de miles de días. Varios partidos concluyeron antes por la explosión registrada en alguna de las unidades terrestres, sin que el resultado fuera ya relevante al quedar dañada más de una como consecuencia de la onda expansiva. Los de azul profundo eran visitantes en su propio mundo, de rojo el campeón que jugaría con el 1 en el arco, el 2 como único defensor, el 3 y el 4 en el mediocampo en tanto que el 5 era el solitario delantero. El retador tenía al 12 en la portería, el 2 y el 6 en la defensa, el 10 asistiendo al 9. El árbitro del cotejo era un holograma que se asemejaba a cierto juez del pasado, siempre atento a cualquier circunstancia que pudiera producirse y el sobreviviente de esos eventos dado que no poseía forma física. Sonó el silbato en un desierto absoluto, los ojos de la civilización se posaron en ese punto del espacio a eso de las 13:00 hs. del domingo igual que antaño. Los guerreros llevaban sus publicidades en cada movimiento del balón, siendo estas proyectadas directo al cerebro de los usuarios que un poco más tarde habrían adquirido algo que no necesitaban. El 3 quedó apilado junto al 10 desafiante haciendo que el referí detuviera la disputa, tiro libre directo para los invictos que fueron a buscar al área rival en tanto el 9 terráqueo bajaba a defender ese balón que como un meteoro caería buscando una víctima. Nadie sabía exactamente qué velocidad podía tomar la esfera ante la potencia de disparo de los miembros metálicos, alguno contaría por aquí que se habían visto impactar a un balón extraviado en la luna dibujándole un nuevo lunar. Incomprobable. El esférico terminó en manos del 12 que inmediatamente lo envío a la zona de disputa, ya el mediocampo era un yermo con las líneas borradas de tanta pasar sobre ellas las máquinas. El remate desde afuera del área fue contenido por el portero visitante, intentando un nuevo contraataque que moriría sin pena soportando una lluvia de proyectiles sobre el arco azul. El 6 empezó a soltar una serie de gases que pronto impregnaron la de por sí contaminada atmosfera, indicando que podría haber una detonación en cualquier momento. En el siguiente tiro libre ocurrió lo anunciado, todos los jugadores de campo quedaron esparcidos en lo que parecía un depósito de chatarra.

 

Lanzó el balón fuera de su área yendo detrás de él pasando esa divisoria que era una vía perdiéndose en la noche, nada más que dos jugadores frente a frente. Cargará entonces aquel que sabe deja la meta al descubierto intentando hacerse con el objeto más preciado que le ponga fin al cotejo, el reloj corre sin misericordia hasta que ya no hay tiempo. Sabe que viene a toda velocidad viendo ese marco lejano totalmente solo, ha calculado su rival con exactitud la maniobra de recupero pero se topará con esa gambeta que hizo chirriar los viejos engranajes pasando de largo con los propulsores a pleno. No obstante el esfuerzo habrá podido hacer un giro para derribar al 12 justo un segundo después que este le dé de zurda, quedando los dos enroscados en el barro de ese escenario. El árbitro aparecerá para señalar la mitad de la cancha en tanto por primera y única vez el uno es azul en el tablero que indica el final del encuentro.

Podrá el experimentado entrenador retirar a su último guerrero contemplando el desarme del recinto, la salida del 1 que ha sido desactivado y cargado con sus compañeros de equipo para ser vendidos de inmediato. No obstante el balón yace allí, el golero lo toma viendo la sombra de la nave gigante sobre esa niebla eterna pegándole con toda la fuerza que le queda entre los hierros y escapando raudo con el humano que lo trajo a la vida. La detonación ilumina el cielo, la explosión al precipitarse el navío se ve desde la otra punta de la galaxia, el velo semejante a un crespón ha desaparecido y el sol finalmente vuelto a la tierra de los libres.

Mientras bebe la única copa tras el almuerzo contempla a la vieja máquina marcar las líneas blancas que brillan en el domingo, ha regresado el fútbol en su formato antiguo al mundo de los locos así que en un rato se sentará en la grada en compañía del canchero que aún tiene el 12 estampado en su dorsal.

lunes

Aldea

Al dios en cuestión le han construido un monumento en cada hogar del planeta, algo que hasta ahora no había sido logrado por ninguno de sus competidores a través de los siglos pese a las batallas tomando su nombre que llevarían a la hoguera a millones. Se dejó de derramar sangre, con ciertas excepciones, los estandartes se pasearon victoriosos por debajo de las narices de los ignorantes globalizados que aceptaron sin chistar cada uno de los términos en una suerte de pandemia. Los efectos pese a la ausencia de intención fueron bastante nocivos, pronto todos los involucrados hablarían un lenguaje que llegaría con sus publicidades más allá de las fronteras de esta galaxia haciendo que los cronistas de otros lares observaran el fenómeno bien de lejos, cosa de no contagiarse. Por las dudas, para no generarle adicciones a los que resultan beneficiarios de sus fabricaciones (y por ende condenados) se les ha ido suministrando la mercancía acorde a sus posibilidades de manera de rascar el cobre de cada rincón del planisferio. Abandonó las escrituras sagradas cambiando no obstante las mismas por charlatanes que distribuyeron a cambio de una suma la palabra divina con el eslogan de lo último de lo último, con actualizaciones que se incluyen en ocasiones en la tarifa y en otras se cobran como contenido descargable. Los residuos por su parte se acumularon sin que se les haya dado demasiada importancia, en el momento de reconocer la necesidad de no tratar al océano como un basurero elevaron una oración al altísimo que seguro este no escuchó pero disimularon creando declaraciones que nadie cumpliría. El cañón apunta a tu mesa así que nada de andar arrepintiéndose de esa adquisición del presente que será la negación para los que deben acarrear aquello que uno desperdicia, esperando que simplemente el grifo nos dé lo que hemos venido a buscar. Satisfacción inmediata, viendo al mundo desde un anuncio para después unirse a la procesión de los que le rinden tributo al iluminado que nos ha puesto en la ropa y en la mesa la marca del ganado. Un usuario con nombre de fantasía aparte de la clave que guarda la privacidad que hemos regalado, la fotografía tomada mostrando lo mejor de nosotros y el código de verificación que también nos relaciona con el aparato de control permanente. Los extremos están cifrados pero al ser una invención humana seguro se puede hacer trampa, escuchando los silencios de la noche aunque el mensaje de la canilla les dará nuevas ideas que se aparecerán en el desayuno haciendo que nos venga la necesidad de tenerlo. Quedarán a un costado del lecho todos esos trofeos que conseguimos a fuerza de empeñar nuestro futuro trabajando para cubrir los agujeros que el plástico dej,a sostenido en la banda magnética una tras otra pasada siendo un embargo camuflado. Sin embargo tales actos están asociados a la dicha de las imágenes, reiterados los recursos publicitarios con adaptaciones acorde a determinados cambios sociales pero de fondo siguen siendo lo mismo. El guión que se vende para que demasiados lo compren, asegurando la realización de secuelas infinitas dado que siempre habrá nuevos consumidores que pidan eso que no necesitan pero que los demás tienen, así que ahí inicia la demanda sin fin. Se adaptan a las costumbres regionales cada uno de los espejos de colores que se les otorgan a las nuevas generaciones de incautos, esos que verán extrañados a los más ancianos por ya no ser lo suficientemente jóvenes para poder entenderlos pero para estos también hay un pedazo artificial de cielo que se les puede vender. La inculturación hace su entrada triunfal blandiendo en esos territorios sin límites sus banderas de triunfo, con personajes de otros lares vistiendo los ropajes autóctonos cuando no los escudos de ese idioma universal cuyo himno es una palabra breve llamada gol. Aquí también la felicidad viene acompañada de un sinnúmero de propagandas desde las cuales conocemos el manifiesto de ese credo del que formamos parte aunque seamos ateos, las viejas estructuras incluso han adaptado los mensajes que transmiten a medios modernos que llevan un símbolo del creador de dicha tecnología viéndose su presencia en los monitores que nunca se apagan así como en el desfile celestial que opaca a las estrellas. Los santos de esta fe moderna aparecen en los envases usados en los rituales diarios, portando la malla que vale vender el sol para tenerla y recibiendo en pago el trato brindado a los gladiadores ocupados en entretener a una multitud que busca héroes renovando a los mismos cada cierto número de temporadas. Pero aun así podrán volver a verlos en las ediciones clásicas que cuestan un mes de renta, aunque ellos lo ignoran estando en el primer mundo todavía pese a las buenas intenciones de hacer desaparecer las diferencias en el papel mojado y amarillo de las décadas transcurridas.      


viernes

Ñ

Las demás letras sufren de calvicie por exceso de uso aunque en la época actual sería más bien por haberlas olvidado sustituyéndolas con otras que no suenan igual, el problema es que las pronunciamos mal generando una confusión enorme en la que el orden del abecedario se ve alterado. Sin embargo ella mantiene su cabellera flotando en el viento como nave insignia de esto que se llama lengua, dejando a un lado las abominaciones que son las sombras apenas en torno a un fuego agitándose en la tempestad. Las formas oscuras tienen como lienzo a la pared de esa caverna desde la cual los petroglifos se han rebelado mutando a palabras, la revelación es tal que las personas empiezan a darle nombres a su realidad la que cambia por completo. Dejan entonces de ser extraños cubriendo el sitio que habitan una atmosfera hogareña en la que los niños crecen sin sonidos guturales, pasado cierto tiempo el reloj corre semejante a una cuerda que se va cubriendo de ñudos alcanzando un tamaño considerable antes de cortarse. La hermana mayor hace las veces de ñaña cuando no de madre aunque no llegue a alumbrar nunca descendencia, viendo sus días languidecer hasta volverse polvo de ese mecanismo que es finito. En el mañana los ya adultos, con la niñez en un cofre abandonado, se han esparcido por el mundo que deja de ser desconocido aunque el llamado de la casa sigue sonando en la noche invernal metiéndose con la invasión del agua en esa zona ribereña para luego retroceder con la manada de pinzas. El actor principal es un tacaño consumado, le destina poco y nada a las cuestiones afectivas intentando resolver los problemas de otros que confían en su sapiencia aunque muchas veces sabe menos de lo que muestra. Sin embargo a su orilla llegan los restos del naufragio, los pedazos de historias con almas aún aferradas a la carne solicitando una y otra vez asistencia al igual que un pedigüeño que no tiene un hábito mejor arraigado. Por ello esta pausa entre tanto papelerío que esconde posibilidades de salvarnos de ser los siguientes en zozobrar, aunque nos hemos vuelto isleños que miran con pavor al océano que supone la vida.


jueves

Adieu

El espejo no refleja nada excepto la imagen de siempre con los agregados de los años, el recinto está vació pese a que caras nuevas lo pueblan aunque la ausencia es notoria considerando las vivencias entre esas paredes. Trasladadas afuera al abandonar el sitio retornando a casa con la sensación de pesar aunque no se trate de una partida definitiva, ese rostro que ya no veremos quedando el desafío dormido en el recuerdo. Una tilde que voluntariamente se ha ido a colocarse en otra parte genera la llamada de atención del único testigo, los demás por las dudas no se han salido del molde ni del rol asignado. El primer lugar en la fila de adelante con los riesgos que existen por volar demasiado cerca del sol, el faro que no advertirá de los filos de las rocas aguardando a la presa totalmente confiada. Aunque la supuesta víctima esconde el acero debajo de la capa devolviendo las estocadas a esos que no están suficientemente alertas, algún que otro comentario recibe una respuesta en sorna pese a no mostrar emoción alguna. Después los años se quedan atrás hasta percatarse de la llegada del otoño, de ese adiós escrito en hojas marrones en una calle desierta con nombre de santo ausente. Tras esto el hueco interno, la sensación de vacío que se mete en las arterías bombeando hasta tornarse un nudo en el estómago que se deshará con los eones. Las palabras escritas en rojo y azul en una especie de juego para dos se quedan estampadas en una entrada antigua, maneras diferentes de ver este inmenso lago por donde navegamos quitando las distancias del nacimiento. Una inscripción en la tapa interna suprimiendo a la anterior en un acto equivalente a un manifiesto, las demás páginas quedan de adorno igual que el libro alejado del salón durante más de un año. El temple viene de lejos a la hora de dar el paso hasta que se convierta en una historia que se arma según se mueve hacia adelante, todo lo anterior queda atrás volviéndose una anécdota. Las imágenes escondidas en un pizarrón con trazas de repeticiones previas, incluso el sitio del impacto de otra fuerza ausente con aviso más allá de no ser un recuadro de esta historia. El pupitre vacío con un aviso dando cuenta de la búsqueda de un piloto ya que ella se ha ido dejándolo abandonado, el mundo de este átomo no se ha percatado siguiendo con la misión de ponerle laureles a las piedras.    

domingo

Eso ya fue

Cientos de imágenes pasan ante nuestros ojos, la vida
del otro que ignoramos. Su rosto es uno más en esta
instantánea que corre y no se detiene. 
Una secuencia de eventos, un minuto, un día, da lo mismo
si estamos pendientes sólo de una pantalla.
Eso ya fue, ya pasó, no está a la moda, fue hace un segundo,
un mes de un calendario que se deshoja raudo.
¡Alguien qué pare la maquinaria asesina, por favor!
Es tarde, arrancó y está en movimiento, las escenas pasan,
los momentos no quedan. Son borrados inmediatamente de
la memoria a corto plazo, borrados y desterrados al olvido.
Olvido por qué estoy haciendo esto, tal vez no haya
nadie que lo vea. También a ellos los cambiaron.

Aniversarios

Pasado el ciclo en cuestión inició uno nuevo y esperanzador, un amanecer que se volvió ocaso en cuestión de segundos al adjudicarse un sector la defensa de eso que se llaman derechos humanos, el horror era una mala comparación que no tenía cabida alguna a la hora de sentarse a debatir ideas. Una mera charla en un asiento de colectivo se convertiría en un manifiesto de una ideología decadente y fascista, un puñado de fanáticos convencidos de la panacea que en realidad encubría la peor de todas las enfermedades. Esa que contiene a otras dándote un motivo más para morir antes de tiempo, quitando toda esperanza de vida (de ella quedó apenas la palabra asociada al verde) y destruyendo a individuos, familias y por supuesto a la sociedad. Los sucesivos fracasos fueron justificados con frases hechas a la medida, la de los idiotas mediocres que cuentan las ganadas con el bolsillo pero las derrotas son culpa de los otros (justamente sus hermanos, por si se lo olvidó). Nada de marchas por cada pequeña vida que ha desaparecido en silencio, ese que le brindaron los bastardos subidos al escenario con la muchedumbre coreando el nombre del siguiente asesino y los partícipes necesarios que pueden vestir otros colores pero consienten la mayoría de las veces. Alguno que alza la voz es visto como un inadaptado, la corrupción es la regla en un sistema invertido que esclaviza a sus habitantes llenando las arcas para que desaparezcan enseguida los fondos y a un precipicio nos fuimos metiendo cavando cada vez el pozo. De mirar a tu alrededor verás que hay varios con las palas rematando con una maza los cimientos de lo que podríamos haber sido, lo que fuimos está en páginas grises que se volverán de color al alimentar ese último fuego. Los trescientos sesenta y cinco días, las veces que no es bisiesto, son para ver las continuas vejaciones que no se tratan de la misma forma que el hecho histórico del comienzo. En un par de días desaparecen de las pantallas, alguno tal vez recuerde ese momento pero ya es tarde una vez que la vida pasa dejando que ocurran tales cuestiones que se ponen a la par de la fecha del fin de semana (finde). Las estadísticas muestran la existencia de los crímenes pero se los califica de otra manera, así nadie tiene que hacerse cargo de la masacre a la que evitamos simplemente porque alguien se preocupó de nosotros. Muchos más no tuvieron ese suerte, sus asesinos vivieron sin tener que rendir cuentas excepto en el momento de dejar este plano para transformarse en inocentes simplemente con el justificativo de su muerte. Olvidamos rápido ese sitio en dónde nos han cortado en pedazos los sueños, abriéndole la reja al homicida reincidente y metiendo en el cuarto podrido a cualquiera que tenga un rostro conocido. Justificativos de sobra existen, una puerta giratoria primero vendida en forma de chatarra para que el agujero sea más grande de forma tal que puedan escaparse de a miles. Después explicarán a los ignorantes las razones del caso, con la venta de la primavera infinita a la hora de botar cualquier posibilidad de ver algo diferente a esta carnicería de los derechos que tenemos simplemente por haber nacido. Para los fundamentalistas esto no significa nada, siguen remarcando en el calendario los momentos que han sustentado sus privilegios y la apropiación de la bandera de la condición humana para aquellos que tienen puesta la camiseta con las imágenes de los dioses. A eso no les llega la tempestad, viven en sus burbujas ajenos a la pobreza, las enfermedades que nos diezman igual que a insectos rociados con un veneno barato para abrir cada tanto la ventana del penthouse arrojando las migajas del almuerzo que pagamos sin saberlo. Después para evitar los insultos ponen la banda sinfónica al mango, mostrando presencia con algún mensaje pulido para trasmitir tranquilidad a la horda que necesita el comunicado adoctrinando, además de fondos suficientes. La ruta por la que transitamos está destruida hace décadas, excesivo tránsito, tráfico y dementes al volante generando una reducción de la expectativa de vida, pero eso tampoco se considera una violación mientras la banshee danza sobre la tarima con el séquito de acólitos pidiendo una vuelta más antes de seguir arruinando las vidas de la mayoría.