jueves

Jamsin

Omar ha hecho un alto en el camino
refugiándose de la tormenta que 
azota aquel lugar tan conocido.
El sonido del viento pronuncia
los nombres de sus antiguos
compañeros y sabe que el encuentro
está cerca, el definitivo encuentro.
Así que en esa noche se han vuelto a ver,
un irlandés loco y un escultor le dan
la bienvenida a ese oasis que espera
más allá del jamsin.

Resistencia

El viejo guerrero apoyó el pulgar en su pómulo derecho y con los demás dedos de su mano barrió la barba en la otra mitad de su cara, tres veces. Reflexionó un instante y se le fruncieron los párpados de los ojos glaucos. La mueca que bailaba en su boca delataba su concentración. Pensaba y vivía sus ideas, pesaba y media. Mensuraba la velocidad del viento y su dirección, los rayos del sol y sus reflejos, las piedras altas en el acantilado...y su larga fisura.
La pradera nacía a sus pies, hija verde y fresca de la tierra yerma que hervía más allá, tras el paso de piedras. Por ahí vendrían los enemigos.
Esperaba a los norteños, con unos pocos infantes. Tal vez estaba loco. Dos docenas de infantes y un trabuquete para detener al ejército más grande que pisara esas tierras alguna vez.
Demorarlos, dar tiempo a la gente llana para dejar sus casas, sus bestias flacas y correr a la pobreza y la desesperación...¿Cuántos morirían? Por hambre o por fuego...¿Qué lograrían estos pocos soldados? El general pesaba y medía. Le dolía el destino de su pobre pueblo.
¡¡Demorarlos!!...¿Vencer tal vez? ¿Al menos salir vivos y salvar a alguno de sus paisanos? No lo sabía.
Demorar, demorar era la clave. Y el paso angosto junto al risco...y la fisura. El general Grokk pesaba y medía.
Entonces los gritos de alarma lo llamaron de vuelta. Llegaban los perros del Norte, numerosos como hormigas, fieros y disciplinados. Las últimas gentes que pensaban salvar algo más de sus posesiones dejaban los fardos y huían. Los que estaban allí por ser demasiado viejos o débiles para huir y demasiado pobres para que alguien se ocupara de ellos simplemente se quedarían. Un gordo comerciante abandonaba sus telas en el camino barroso. Los hijos cargaban a una anciana en una mula. El mendigo ciego esperaba sentado. El pueblo era pequeño y miserable entonces, despojado de la belleza de la pradera al sol y sus días felices.
-¡FIRMES SOLDADOS. FALANGE EN FORMACIÓN CERRADA FRENTE AL PASO. A AGUANTAR! -dijo Grokk con tranquila determinación.

Desde diciembre

I)
Por la noche recorro la casa antigua y en el día descanso en el hollín de la chimenea, simulando ser una sombra más. 
Pero no, soy el guardián de las horas pasadas viendo a mí niña ya mujer regresar cada tanto con su andar silencioso.

II)
Pintó un cielo sin nubes pese a esa mancha lejana en el horizonte. La obra estaba terminada, ya la paga bebida hacía su efecto. 
Vislumbró un futuro prometedor, lleno de fortuna y dicha. Despertó todo mojado, atrapado en la tormenta que borraba su paisaje

III)
Y la espada solense golpeó al enemigo, cantando junto al acero retense en medio de la batalla. Las horas se volvieron eternas, perpetuado el momento tras la lluvia de diciembre. 
Hasta la loba participó de la celebración, brindando por lo que fue y lo que es. 
Jinetes somos, hermanos en las escaramuzas y amigos. Tú, mi amigo hasta el fin de la eternidad.

Capítulo Otoño

I) Marajense.

Amanece, algo tan simple como esto
y el mar que es el más sabio de nosotros
besa las playas de Ajó lavando las heridas
que el humano le ha causado.
Su compañero, el viento, corre raudo
por la avenida tocando su canción favorita
que en esta época ya se asemeja a una ventisca.
El tercer tenor emerge triunfal 
cuando el telón azul se levanta,
acariciándote suavemente  el rostro
mientras te dispones a recorrer
una mañana más las calles
de tu Mar de Ajó.

II) Marco.

Éramos pequeños,
juntábamos monedas de nuestros viejos
y abuelos para comprar la caja entera
de chocolates, con la esperanza
de encontrar la figurita que faltaba.
Vos ya sabías que eso no era posible
pero nos mirabas alejarnos hacia
el otro lado de la calle, esperando
paciente en la vereda vecina.
Nunca me percaté de ello hasta
el día en el que te alejaste,
sos la figurita difícil de esta historia
pero por eso la que más valoro.

III) Santos Vega.

Suena su guitarra en esas cañadas,
suena en un fogón amigo al lado 
de la poesía de José.
Suena Santos Vega
y la lluvia no apaga ese fuego eterno
cada vez que un gaucho recita 
una estrofa de tu himno, payador.

IV) Otoño.

La humedad es una postal de éste lugar,
sin embargo ayer mientras recorría esas calles
rumbo a lo desconocido el sol se deshizo
de ella dándole un poco de su tibieza
a esta tierra noble y borrando las sombras
de la noche que aún rondaban cerca.
Así  es como se ve la esperanza.

Sofos III

En un andén nos cruzamos, 
en un mar de personas que se están siempre despidiendo
y por un instante recordamos quienes fuimos.
Luego, al igual que la marea subiendo, 
tu rostro se borró en la multitud.
A menudo pasa eso,
nos volvemos extraños con un pasado común
que el presente reflota.

Michel de Sofos

I).

Venía huyendo en esa noche
cuando encontré un fuego amigo
junto al que curar cada herida,
al lado del mar.

Ella no se lanzaba al camino
usaba una capa etérea
cubriendo su belleza con harapos,
pero fallaba.

Ominosa la sombra de la duda
apagaba aquel brillo de nieve,
pero las estrellas resplandecían
como un puñal.

La conversación drenó el veneno,
lo encontré convertido en tinta
aunque intenta tomar otras formas
la pluma vive.

Conocí con el tiempo tus poemas,
ocultas las penas tras los destellos
de las luces de esos escenarios
que son tu vida.

Con cada paso es otro adoquín
marcando el camino elegido,
tu obra tiene lugar en la plaza
eterna plaza.

II).

Tres versos de once silabas y uno de cinco silabas, acentuado en la primera (no siempre lo logro).

Vine con las luces de la mañana
vuelvo con las estrellas en la noche,
parece que fuera una constante            
éste paseo.

No hay lugar para mí en el bondi
por eso siempre me voy por los caños
anhelando un sitio de reposo,
mi trajín diario.

No quiero hacer esto cada día
sólo deseo sentarme un rato
bajo la sombra de esos eternos
álamos grises.

Eres

I) Eres.

Eres mi faro
en éste mundo
que es un océano tormentoso,
con retazos de azul
cuando duermo en tus brazos.
Sos la calma que siento
al alcanzar los médanos
sobre Reta, la brisa templada
de una tarde calurosa
acariciando mi cansado rostro.
Somos dos locos perdiéndonos
en la inmensidad verde que precede
a la costa atlántica, en la que nos hemos
conocido para ya no separarnos.

II) Fuegos artificiales.

Todos los años el espectáculo es diferente, el resto de las personas no parece darle demasiada importancia.

Sin embargo a mí siempre me ha maravillado eso de ver las luces de diversos colores en el cielo. La vieja compañera huye a refugiarse en su cubil, no saliendo el resto de la noche de año nuevo.

Veo cometas, estrellas que brillan intensamente, flores, círculos y un cielo teñido de colores que cortan por un instante la oscuridad.

Para mis dos ojos que son mi principal arma junto con mis manos, es algo extraordinario. Sólo desearía poder saber cómo suena toda esa música.

A los demás se les hace difícil explicármelo, aun teniendo todos los sentidos intactos.

Esperanza

Verde colina
cuando todo parece marchitarse,
luz del amanecer
venciendo a la oscuridad,
fuego crepitando
en el alma del que aguarda,
lo último que queda
si liberas a las calamidades.
El color de los ojos
que cautivaron a tu corazón,
la marea creciente
renovando las marcas
en la playa, generando
una sensación de bienestar
cuando dejas atrás la tormenta
que te azotaba incesante.
Los rayos del sol
quebrando la niebla de la mañana,
dándote motivos para seguir
cuando todo se veía tan caótico,
la sonrisa de los pequeños
tan llenos de vitalidad
apartando a las tinieblas
que nublan tu paso 
por éste mundo.

Nacimiento

La nieve cae lentamente cubriendo los arboles de un manto blanco, los pinos del bosque soportan la carga que el invierno les impone pese a que el camino se lleva también una buena parte de ese tributo.
Los días son cortos, lejos está la estación lluviosa del verano y la cálida primavera que hace olvidar ese crudo período gélido en el que los hombres buscan cobijo junto a la fogata que trae las historias de épocas mejores.

El sueño se ha apoderado del mundo del guardián del bosque, sus manos callosas se aferran al pequeño caballo esculpido en un pedazo de madera de roble que encontró mientras buscaba las huellas de un lobo herido.
Dar con los responsables de la caza ilegal no era tan sencillo como seguir los rastros de sangre que la nieve aún no había cubierto.

Pese a los siglos aún se rumoreaba, y él sabía que podía ser cierto, que los gigantes lobos negros moraban en las partes más profundas del ancestral bosque.
Y entonces tomando todas las precauciones del caso dejó a un lado la espada y sólo llevó la lanza que usaba para poder repeler a posibles enemigos, aunque estos en su mayoría eran proscriptos y ebrios que, viniendo del pueblo al otro lado del río, terminaban perdidos en el lugar que él cuidaba.
No encontró al huargo pero si una cría, tan solo una, como si las demás se hubieran esfumado.

Así estaban las cosas tras el día largo, aunque aquí las noches duraban demasiado, y  se había dormido esperando que la trajeran la noticia que aguardaba desde hacía nueve meses.
En eso lo despertó el llanto proveniente desde la otra habitación, lo que parecía un cuerno sonando en la lejanía lo trajo de nuevo a la realidad y le quitó el sopor que le producía el sueño.

Aún no comenzaba a clarear en el horizonte, así que la noche seguía venciendo al día en su pulseada. Se dirigió hacia la puerta del dormitorio y al entrar encontró a la partera, envolviendo en un trapo al recién nacido.

- Es un bebé muy fuerte dijo Gian Gian.
La mujer lo observó un largo rato y comenzó a sonreír, lo cual hizo que el guardabosque se pusiera serio.
-¿Qué te hace pensar qué es un niño?
-¿No lo es?
- No, respondió Marta. Todos los hombres son iguales, pendientes sólo de los extremos de las cosas y así se les van los pequeños detalles, que son los que importan.
Es una niña y aún no tiene nombre, la madre está demasiado débil para preguntarle cómo le quiere poner así que tendrás que decidirlo tú. Pero te recomiendo que lo hagas pronto, ya que demorarlo puede definir el destino de la criatura que tienes en tus manos.

Gian Gian observó un largo rato el resplandor que venía del otro lado de la casa, las llamas dibujaban extrañas figuras en las sombras.
El amanecer estaba cerca, podía sentirlo sin ver afuera, la noche finalmente se iba y con ellas las sombras se esfumaban.
El primer rayo de un sol tibio se filtró entre las gruesas nubes de tormenta que cubrían el cielo y entonces se le ocurrió.

- Se llamará Clara le dijo a Marta que no se había movido de al lado del lecho en donde la madre dormía, envuelta en fiebre y sueños.
- “Nomen est omen” le respondió ella.
Gian Gian la observó sin comprender, la frase le sonaba extrañamente familiar.
- En el nombre está el destino, esa frase es de tu ab…
- Thorkas ya no está entre nosotros dijo el secamente.
- Pero tú sí, está presente en cada paso que has dado desde que tu padre te puso a su cuidado. Y en esa pequeña dama que tienes en brazos acotó Marta.
Si quieres niégalo hasta que deje de nevar, pero sólo se hará más fuerte. 
- Se fue sin despedirse, al menos mi padre se hacia dónde partió.
- A una estúpida guerra en nombre de un rey decrepito y de su corte de inútiles.
- Sino fuera porque él se fue yo no tendría éste trabajo y ya no quiero seguir hablando de esto, ¿cuánto te debo por tus servicios?.
- Nada, pero vendré a ver a la madre por si necesita algo dijo Marta y tomando una vieja bolsa de cuero que siempre llevaba consigo se echó la capucha, saliendo hacia el páramo blanco que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. 

Qué sabía esa vieja bruja de su vida, todo lo había conseguido trabajando y luchando contra lo que se presentara.
La pequeña dormía, la madre había dejado de murmurar y descansaba al fin después de la larga noche.
- ¿Y al lobo que nombre le pongo?.

José Santos

En los bajos de tuyú mora José Santos,
del viento del sur, de la nieve y de la lluvia
siempre hay forma de protegerse
pero no de la humedad que abunda
en las cañadas de la ría.

Sin embargo el sigue arriando
desde la vieja estancia hacia
el saladero abandonado,
sus coplas recuerdan los años
mozos y algún que otro entrevero.

Pocas veces duerme en el rancho
prefiriendo la soledad de esta 
pampa de barro de la que está
hecha su alma y la biguela
se lo recuerda con cada acorde.

Ahí va José Santos
desde la ría en el noroeste
hacia los pagos de Ajó,
el pañuelo celeste haciendo
juego con el cielo en el que
las estrellas le marcan el camino.

El muro

Era un viejo local a un costado
del destruido camino, en donde los
viajeros se detenían a saciar
su apetito y quitarse la sed de un trago.
El hombre estaba cansado,
su camión se veía igual que él,
incluso había tenido que enderezar el
paragolpes con una barra luego de que
le diera a algo en la noche.
Acostumbrado a ir de acá para allá
no había echado raíces
y ahora ya entrado en años
disfrutaba de esa soledad,
que él creía era suya de algún modo.
Observó el salón,
todo parecía gris y ya nadie quedaba allí
excepto la mujer joven en la barra,
fregando la mugre que los concurrentes
dejaron a lo largo del día.
Su vestido rojo desentonaba con aquel lugar,
se le acercó en busca de otro trago y ella
repentinamente se dio vuelta
mirándolo con desprecio,
luego la mueca se convirtió en una sonrisa.
Quizá era su día de suerte pensó el
mientras se quitaba el sombrero
y se presentaba.
Ella lo tomó de la mano y lo condujo hacia
un rincón en donde se encontró con la
pintura que hasta entonces había estado oculta.
Lo dejó solo frente al mural,
había varios rostros pintados en él,
caras vacías y ojos negros,
desesperación y susurros en torno a ellos.
Sintió que la mujer lo empujaba,
pero en lugar de dar contra el muro
éste se convirtió en un hoyo negro
que lo devoró mientras gritaba sin emitir sonidos
sintiendo como su cuerpo se petrificaba.
Luego la mujer volvió a sus quehaceres
sonriendo satisfecha, tras haberle apresado
una nueva víctima a la bestia que moraba
al otro lado de ese espejo.

miércoles

Historietas en huelga

Golpearon a mi habitación esa mañana, eran del Sindicato “H.B.” para informarme que ya no podría escribir un solo guión más.

Para colmo de males se sumaron los dos Gremios “H.C.” junto con “C.M.”, en un abrir y cerrar de ojos tenía a un grupo de vikingos, orcos y habitantes de algún pueblo del salvaje oeste amenazándome con tomar la civilización por asalto.

Ni siquiera las viñetas del procesador de texto funcionaban ese día, los recuadros protestaban contra la libertad de formas. Tuve que conformarme con ver como los personajes desfilaban entre las distintas publicaciones.

Eso, hasta que el editor decretó la conciliación obligatoria. Ahí estaban reunidos todos los protagonistas de mis historietas, algunos se quejaban de la falta de conservación de los ejemplares, de cómo todo se iba poniendo amarillo con el tiempo y de la manera en que muchas veces se los borraba.

Tales reclamos tenían un enorme fundamento, mis personajes nacieron cuando era libre y no me limitaba un contrato. El editor traspiraba, los lápices se habían sumado a la refriega junto con la goma de borrar y el sacapuntas.

Hasta mandaron a llamar a un notario que asentara sus reclamos, constituyéndose la Proclama de las Viñetas, por las que ningún personaje, grande o chico, bueno o malo, debe ser olvidado.

Después de todo, cada quien tiene su corazoncito y no es cuestión de dejarlos abandonados a su suerte. Así que esa mañana recobré lo que había perdido, el ansía de escribir aventuras en las que pudiera sumergirme lejos de todo. Ahí viviré por siempre.

Incluso Thorval se ha sumado a esto, pese a que él no dice nada. Sólo revolea su martillo y le lanza una bocanada a la luna. 

Nota: allá en Reta, teníamos un vecino (Juan López) que nos suministraba historietas. “Hora Cero”, “Hacha Brava”, “Hopalong Cassidy”. 
Gracias a él conocí a Ernie Pike, Rolo y los Pargas, Sargento Kirk, Joe Zonda, Hueso Clavado, Ticonderoga Flint y más tarde a Corto Maltese junto con Nippur de Lagash (y varios personajes de Robin Wood). Sumémosle a Julio Cortázar, Emilio Salgari, Julio Verne y otros ilustres creadores, a los que les rindo tributo.

domingo

Poema corto

No sé qué expresarte.
¡Cómo me siento para expresarte,
me cuesta hablarte tal cual palabra,
es difícil entenderte cuando hablás rápido, 
leerte alguna palabra perdida en tu labio movido!

¡Te pido repetir una vez y otra vez para comprenderme,
lo qué me contaste o me preguntaste!.

Todos los días y las noches me expresas: ¡TE AMO!

2016. Patricia Candia.


jueves

¿Nosotros?

Amanece, con eso debería bastar. Ver la luz de un nuevo día en algún lugar de nuestra existencia, pero a veces esto no es suficiente. O al menos no lo es para la mayoría de los que estamos tratando de resolver alguna cuestión mundana.
Cuando finalmente nos damos cuenta de eso es demasiado tarde o como quien dice, ha pasado demasiada agua bajo el puente. Así están las cosas en esa urbe gigante, mezcla de frenesí y de locura, en verano el pavimento hornea nuestras existencias pero en invierno anhelamos la época estival.
Dormimos poco, hipotecamos sueños, carajeamos a nuestro adversario de turno: uno que es demasiado lento para pasar los cambios, otro que trata de cruzar por esa senda blanca mientras estamos apurados, aquel que se olvidó de pasarme a buscar para jugar el picado, las seis de la tarde que no llega más y encima el sábado tendremos que acomodar el papelerío atrasado.
Siempre desde atrás, ese fulano nuevo que se hizo echar el domingo, el más religioso de todos los días en el que disputábamos el clásico contra nuestro eterno enemigo. No hay rivales acá, tampoco amigos, desde ese pitazo fatídico somos enemigos declarados. Ya habrá tiempo para recomponer las relaciones en medio de la trituradora de vidas que es esa oficina en donde pasamos la mayor parte del día.
No tengo porque quejarme, todo lo que necesito y quiero me ha sido provisto, muchos pasan demasiado tiempo quejándose de todo y de la mayoría de las cosas que les toca vivir. A la noche sólo quiero un pequeño rincón en medio de la vorágine gris llamada ciudad, en donde entonar mis canciones y escribir alguna que otra anécdota que subir a esa cosa vetusta llamada blog.
Antes no existía eso, en la época de la pantalla negra y las letras todo era una maravilla tal vez por el hecho de que era nuevo y nosotros jóvenes. ¿Nosotros?.
¿Qué era eso?, ¿por qué de pronto la nostalgia Flores?, ¿desde cuándo usted se preocupa  por esa clase de cosas?. Acostumbrado a vivir en la jungla asfaltada, en medio de millones de personas que tienen algo en común: desconocerse mutuamente.
A las 23:00 hs de un lunes, el peor de todos los días y tan sólo porque el sábado era un bálsamo curativo que alcanzaba para curar ciertas heridas, aunque terminaba siendo corto. El lunes tenía la culpa, podría haber sido un domingo en la tarde, lluvioso y melancólico. Pero no, fue el primer día de esa cosa demencial llamada semana.
El lunes era el grifo que dejaba pasar el gas con el que se nos alimentaba de chicos, había que acostumbrarse a eso de las reglas impuestas para socializar: a la escuela, a clase, a casa, a hacer la tarea.
Un asesino silencioso, el lunes marca el comienzo de todas esas cosas y las ovejitas llamadas humanos obedecían como unidos por un hilo invisible. Hora de cumplir con todos los compromisos pactados por esa organización secreta a la que pertenecemos sin saberlo, el resto creo que también lo ignora. La sociedad ha puesto al lunes como heraldo de sus normas de conducta, ahí está al comienzo de ese ciclo demoledor de siete días aunque nos hagan creer que son únicamente cinco. Los otros dos días existen para recordarnos que las cadenas contraídas desde la niñez siguen firmes.
Podría escapar, huir, dejar a un lado todo lo que me rodea. Pero el reloj seguiría corriendo, incluso en el kilometraje de la bestia con que cada tanto me largo a la costa recordaría que hay compromisos. Y esa es la trampa de los lunes, anuncian lo inevitable no sea cosa que se nos olvide que debemos servir a un interés mayor al que no llegamos a comprender.
Peor es el garrote o vivir entre caníbales, cambiamos taparrabos por sacos y corbatas, torturas y suplicios por impuestos, reglas impuestas a la fuerza por reglas o la fuerza para recordarlas. Y el lunes tiene la culpa de recordárnoslo.
Pero me he ido por las ramas, como en tantas otras ocasiones y debo volver al comienzo de esto: ¿nosotros?.
Encontré una vieja foto de la secundaria, ahí empezó todo esto. Una foto, ¿se acuerdan de lo que era eso?, papel tangible o algo parecido. No había forma de corregir imperfecciones, quedaba todo plasmado en la celulosa, incluso nuestros rostros alegres.
Alguien se había tomado el trabajo de revelarla, tal vez mis viejos o alguno de esos oportunistas llamados fotógrafos de eventos. Alguno de los dos, sin dudas, aunque últimamente no puedo recordar las cosas como antes. Y eso que he sido una máquina de coleccionar anécdotas o datos que no me terminan sirviendo a la hora de resolver un problema tan simple como el atasco en la cola de impresión.
Éramos veinte en las fotos, de pronto mi rincón se evaporó y me encontré allí. En el gimnasio donde formábamos, mezcla de salón de usos múltiples y sala de torturas, sobre todo a las 7:30 hs. en medio del invierno. Los rostros sonreían, congelados en el tiempo, nos veíamos tan jóvenes y llenos de esperanzas. Las únicas arrugas en esos rostros eran las de la foto que se había desgastado, aparte estuvo doblada durante demasiado tiempo y algunas caras se veían surcadas por una línea blanca.
De pronto volví a ese lugar, un 20 de diciembre de 1997, podía ver tantos rostros familiares pero me tomaría un tiempo recordar los nombres.
En eso el Chueco me sacó de mi ensimismamiento, vi su cara pecosa y mi protesta se ahogó en medio de todas esas personas hablando juntas. La directora quedó atrás, también el profesor de historia y la maestra de esa cosa extraña llamada matemática.
_Lo encontré clamó el Chueco, dejándome solo frente a la asamblea de egresados que me escrutó impiadosa. Siempre el mismo boludo, en lugar de sacarte una foto con nosotros te vas a ver ese boletín de mierda. El mundo no va a cambiar por una nota más o una nota menos.
Tal vez para él no, pero yo no vivía en medio del pueblo sino en las afueras. A unos diez kilómetros y todos los días tenía que salir muy temprano para poder llegar al Instituto.
La artífice de esa odisea era mi vieja, sana o enferma nos armaba las mochilas a mi hermano y a mí para que no nos faltara nada, luego esperaba a que pasara el colectivo manejado por Manolo y sentíamos como trancaba la puerta. Las bestias de la noche debían quedarse fuera, los niños a la escuela.
Así fue durante cinco largos años, incluso más adelante extrañaría esa calidez que quedaba en nosotros cuando nos daba el primer y último beso de despedida. La niebla se engulló a mi hermano, me encontré solo en medio del corazón de esa bestia que surcaba la noche por un camino de tosca.
Las ventanas se abrían con un traqueteo, el polvo del camino cubría los uniformes dejándolos grises como las caras en esa imagen. El frío nos cortaba la nariz, lo único que sobresalía de la bufanda tejida a mano por ese ser omnipresente llamado madre. Tal vez teníamos esa creencia de que todo lo podía, pero sobre todo por el hecho de que el viejo estaba siempre saliendo al medio del campo a resolver las extrañas interrupciones del servicio eléctrico producto de esa especie aún más rara llamada avutarda.
El frío nos hacía desear la vuelta a casa, la salamandra, el olor a eucaliptos que se desprendía de una lata de conservas reciclada y colocada encima de la estufa.
Volviendo de otro divague, yo no podía darme el lujo de que las notas reflejarán otra cosa que no sea aprobar. Así que ahí estaba con esa sentencia de fin de curso, dos a marzo y una aprobada de manera casi milagrosa.
Pero por ese motivo me perdí la foto, el Chueco tenía toda la razón del mundo. Su acusación me perseguiría por el curso de los tiempos como una maldición. Ahora, peor que entonces, no podía recordar todos los nombres.
Ese era el nosotros que estaba buscando, el porqué de todo esto, la imagen reflejaba apenas un momento de nuestras existencias. Luego la diáspora, el auto alejándose en la oscuridad, el boulevard que quedaba atrás, la curva de la herrería vieja y ya estábamos cerca de casa.
¿Casa, dónde te has quedado?. A esto llamo mi casa pero en éste maldito lunes me parece que no es aquel lugar. Nada peor que sentirse extraño en un lugar conocido, pero peor aún encontrar un casete de la vieja banda de rock de nuestra adolescencia.
¿Adolecíamos de algo que nos llamaron así o era una forma de limitarnos?, seguro la segunda opción. Volviendo a lo de la banda de rock, aunque después hicieron blues, se llamaba Ruta 3.
Precisamente porque a unos cincuenta kilómetros pasaba esa artería que se pierde allá en el sur. Y en la etiqueta se podía ver el nombre del disco: “Blanco y Negro”. Una alusión al querido club de fútbol, club social, lugar de encuentro, de historias, de fichas que se trababan en las máquinas de videojuegos llamadas arcades.
La banda se componía de varios que estaban en la foto, pero no podía recordar la formación, el lunes se empeñaba en borrar mi memoria y ese viejo grabador en triturar la cinta que recién encontré.
No era mi día por lo visto, sería mejor irme a dormir luego de tomar alguna de esas gotas milagrosas que me permitiría sumirme en un profundo estado onírico.
Creo que si veo hacia atrás, he estado en ese trance durante demasiado tiempo y ahora lo que es realmente importante no es más que una lista de trabajo pendiente. Estoy demasiado cansado para poder analizar algo tan profundo, Teo duerme enroscado sobre el sillón, las sirenas no cesan nunca en esta ciudad, la canilla gotea su protesta ambiental habitual, la pareja de abajo discute como tantas otras noches.
De pronto, al igual que cada mañana de los 13 a los 17 años, la niebla en otra forma me ha cubierto y lo único que siento es paz. La añoranza ha sido desalojada, hasta la siguiente noche de tragos y recuerdos. 


Patricia

Y ella se abre paso, teniendo como arma
una pluma invisible que deja su huella 
en hojas etéreas. 

Lentamente las ideas 
nacen y las guarda en un cofre de 
una sola llave, que atesora todo 
su mundo silencioso.

Cada tanto toma el viejo libro de su abuela
y trae al presente aromas de otros tiempos,
para recordar a los que nos dejaron
su marca en la sangre y en la vida
que nos fue regalada.

lunes

Un 11 de Marzo

Hay  momentos en la vida de uno
que son como boyas en el océano,
marcan que en ese punto
te ocurrió algo que por siempre 
irá contigo, incluso en la distancia.
El viejo dormía con los pies fuera
del lecho, tan gigante que era,
y eso en sí es un reflejo de 
su enorme humanidad.
Tu amistad siempre ha sido un oasis
para mí, una forma de encontrar refugio
ante ciertas adversidades y poder luego
seguir adelante, sabiendo que existe
un lugar en donde serás bien recibido
aun cuando parezca que está lejos.

viernes

Ruiseñor

El arroyo atravesaba el bosque
y los rayos del sol, que lograban
filtrarse entre los ancestros
de los árboles que poblaban la tierra,
acariciaban la superficie del manantial.
El guerrero se detuvo para beber
acercándose al agua, al tiempo
que una flecha se incrustaba
en un árbol cercano con un sonido hueco.
El troll emergió portando un hacha
de piedra que hizo caer en el lugar
donde había visto a su víctima,
encontrando solo el vacío.
Miró hacia todos lados
pero no había huella de aquel enemigo,
como si se hubiera fundido con el bosque.
Observó el arroyo y su reflejo
lo asustó, comenzando a golpear el agua
para destruir a aquel ser tan monstruoso.
El hacha se le enredó en las ramas
de los árboles y entonces siguió golpeando
con las manos desnudas, levantando 
un oleaje a su alrededor.
Un rayo de sol se filtró entre las ramas,
formando una aureola
alrededor del ruiseñor que comenzó a trinar.
El troll lo contempló,
vio la aureola a su alrededor
y dio un grito aterrorizado,
tropezando con las raíces de los árboles,
cayendo en medio de una estrepitosa escena.
Se levantó emprendiendo la huida
a toda carrera
por donde había venido,
éste bosque estaba hechizado,
los enemigos se desvanecían,
las bestias aparecían en el agua,
los pájaros lanzaban destellos,
las raíces y las ramas se extendían
como brazos buscando atraparlo,
no volvería a cazar allí.
Entonces el ruiseñor se metamorfoseó
y el elfo emergió riendo a carcajadas.

Viejo Verde

Eran las 5:00 o las 5:15, madre nos dejaba dormir un rato más, hasta que obligados por una fuerza descomunal dejábamos el lecho caliente y nos recibía la helada mañana invernal.

Aún no había empezado a aclarar, los gallos se guardan en la hora más oscura antes del amanecer, pero aun así a las 6:15 el monstruo venía cortando la niebla.

Dos gruesos faroles cercenando la helada, el mar sonaba omnipresente al otro lado del muro de arena, el humo del motor se colaba en la noche.

Todo se sacudía dentro de la bestia, las ventanas con el traqueteo se abrían y la noche invernal nos golpeaba, mientras atrás quedaba la arboleda, la laguna, la vieja herrería y el lugar del reposo de nuestros seres queridos.

Las luces de Copetonas nos atraían en medio del alba que comenzaba a ganarle a la oscuridad y así durante cinco años, cinco veces a la semana, el Almafuerte nos formaba.

Ahora el viejo Carcarañá corre raudo a través del cielo, justo en una curva en donde el sol y  el viento se juntan Manolo clava los frenos viendo como el océano se engulle la enorme bola de fuego. 

Nota: durante toda la Secundaria viajé en colectivo, 30 kilómetros por un camino de tosca con frío, lluvia, calor y varias inclemencias más.
Mi madre nos despertaba temprano, se aseguraba que tuviéramos todo lo necesario y esperaba a que llegara el viejo Mercedes verde conducido precisamente por Manolo.
Inicialmente viajábamos en un modelo similar color marrón claro, guiado por el viejo Ricardo Díaz. Tanto Manolo como él han partido hace un tiempo, aunque como tantas otras cosas su recuerdo perdura.

Escuela Nº 34

El tiempo ha pasado,
la memoria se niega a salir
jugándome una mala pasada
a mí que me he preciado siempre
de tener una buena.

Y cuando ella se vuelve olvidadiza
el alma es la que trae los recuerdos,
haciendo que el corazón se desgarre,
bajando las lágrimas como una lluvia
en un día soleado, cruel ironía.

Hemos compartido ese instante del tiempo,
éste se ha ido despacio dejando 
gruesos surcos en nuestras existencias,
las paredes atesoran historias, sueños,
risas y tristezas, las tuyas, las mías,
las de todos los que alguna vez fuimos
demasiados pequeños para saber
sobre la inmensidad de éste mundo
y al final nos volvimos vagabundos
que se alejan un poco más cada día
de nuestro querido Hogar.

19/11/1936 Fundación de la  
Escuela N° 34, de Balneario Reta, 
Tres Arroyos, Provincia Buenos Aires,
República Argentina.

El soldado y el pescador

El soldado y el pescador se dan la mano, los reencuentros tras una larga espera hacen surgir las anécdotas. El Alfaro que se ha ido a pique flota una vez más sobre la inmensidad del océano. Sus redes vienen llenas de esperanzas, las que para el resto de nosotros hoy son un recuerdo llorando tu ausencia.