Escribir es simplemente apasionante, es como el trabajo de un herrero quitando las costras para revelar el brillo del metal y ahí radica la virtud principal. Pulir el método a través de un camino en el que puede haber errores, pero sabiendo que sin ellos uno no aprendería.
Las fotos ya no se tornan rosadas, ahora parecería que se vive en un presente infinito que no es más que una existencia finita así que mejor dejar algo que perdure. Unas líneas escritas a la orilla del mar pero plasmadas en su álter ego digital, en el que necesariamente quedan tantas marcas que alguna ha de sobrevivir a la marea de la renovación.
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