Es una tarde noche húmeda en la ciudad, apenas un pequeño grupo de personas se agolpa alrededor de un escenario improvisado con tres oradores y un montón de esperanzas. Una de esas almas es la de un sacerdote, cosa extraña dado que nunca me he acercado demasiado y para colmo la fe es algo más que un monumento que se eleva hacia lo alto.
Pero no estamos ahí ninguno de los dos por eso o tal vez sí pero nunca se me ha dado por indagar demasiado en estas cuestiones, aparte parecemos unos locos mientras el resto del mundo nos pasa con cara de "otra vez una manifestación".
Es que lamentablemente el centro de esa ciudad balnearia refleja ciertas maravillas pero esconde ahí donde las luces son más tenues un montón de pobreza. Y en esa época nos íbamos en bicicleta tomando la continuación de la Avenida Independencia hasta un barrio sumamente humilde para hacer apoyo escolar (lo irónico es que en la parte alta había una cancha de golf, la miseria siempre abajo).
En fin, estábamos ahí unos cuantos mientras otros tantos nos veían indiferentes, el viejo cura empezó a hablar cuando le dieron la palabra y yo le creí algunas cosas, uno busca algo en que creer pero luego se termina desilusionando. Cosas de la historia y la vida cívica argentina, no soy ni seré el primero al que le hicieron el cuento.
El acto fue breve, había mucha niebla y la civilización trataba de esconderse para que no viéramos sus puntos flacos, ahí en donde las palabras se quedan en la nada y la miseria te aprieta la panza.
Me quedé con la imagen de un anciano tratando de transmitir un poco de la fe que yo ya no tenía, a veces cuando arrancaba temprano a laburar me encontraba con él hablando temprano por la televisión. El mundo dormía afuera pero él se encontraba lucido y siempre manteniendo la misma cadencia.
Y un día simplemente desperté con la noticia de que había partido, de que irremediablemente el tiempo nos pasa a todos yendo a ocupar el mismo lugar que supo ocupar antes esa persona, pero sin la misma fe. Tal vez un camino de desesperación esperando un milagro que requiere como fuente una inmensa fe, algo que no poseo.
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