Es la nuestra una batalla desigual contra un océano que se nos viene
encima y la única defensa es un muro de arena en la playa desierta.
Quiero pensar que no estamos solos pero esto no parece así,
la mayoría desiste y se deja llevar por la marea.
Algunos pocos no nos rendimos tratando de salvar los restos de la
escritura que se van borrando ante tanta agua.
Es más fácil dejarlo todo como está, unirse al resto para parecer
normal y asunto terminado.
Pero no, me niego a optar por ello pese a lo anormal de esta
conducta y aunque a nadie le importe.
Total los esfuerzos desaparecen en esta sociedad de momentos que
muestra lo mejor, una felicidad infinita e irreal.
Quier que quede algo de mí, no únicamente una foto vacía y esa
risa resumidas en una carita fría.
Algo que sobreviva en medio de tanta instantánea y culto a lo
efímero, un acto considerado bizarro por los modernos pero valiente
por algún loco que no duda a jugar al detective con tal de dar
una mano para que la fortaleza no sea arrastrada por la pleamar.
Lo malo es que la resaca deja neologismos que cercenan las pocas
palabras que conseguimos preservar.
A este texto le ha llegado su fin.
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