Una vuelta más y estaría en el lugar, esos dos árboles se veían lejanos cuando dobló la primera esquina. Ya la tormenta comenzaba a sentirse al menos para ella, los humanos se encontraban inmersos a sus habituales quehaceres y no le daban ninguna importancia al heraldo que se desataba sonando su eterno silbido.
Dobló la última de las esquinas pasando rauda al lado de los restos del asado del domingo y buscó refugio bajo el alero, golpeando su cuerpo contra la puerta desgastada por el sol.
El viejo Pierre debió escuchar ese sonido dado que unos instantes más tarde se encontró con él e introduciéndose a la casa se dirigió hacia el garaje, buscando refugio debajo del vehículo.
En la televisión recién empezaban a anunciar la tormenta que venía.
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