domingo

Caco loca

CACO LOCA

Lo sabes, por eso tu favorito te ha dejado viuda y en la necesidad de alimentarme no tengo más remedio que la herejía. Hay un sitio en el Hades para los ladrones, ahí nos es quitado lo que tomamos de los demás hasta la repetición de nuestra muerte. Pero sus hijos, los míos, los nuestros, deben comer alimentándose en el cobijo de una caverna que emula tu escondrijo oh, Zeus. Hasta las ovejas de Polifemo de ser necesario, de forma que nada más me quede el averno como morada final. Al dios de los muertos no le importa ya que recibe a todos por igual sin hacer distinciones, apenas son necesarias las monedas y por aquí sobran las limosnas. Son la manera en la que el mundo purga los pecados de dejar al otro desvalido. Las fortunas son saqueadas en la superficie, las prendas caras se hunden en la Estigia cuyas aguas besan la balsa de Caronte. Fuegos fatuos acompañan la procesión, Cerbero olfatea a la presa que ha tenido la osadía de tratar de regresar haciendo que los demás agachen la cabeza. Salvo mi amado, ni al recibir el impacto asesino de ese garrote lo hizo sabiendo de sobra los peligros del oficio. Sostuve alta una tea para espantar a los monstruos que en la noche intentan robarnos los sueños, aguardando el día de la reunión y enloqueciendo de a poco para mantener la cordura. 

            MAR NARANJA

Yo era un charco enorme en él que los batracios descansaban marcando el lecho barroso, los nobles eucaliptos destinaban alguna de sus hojas para cumplirles el sueño de ser naves y de paso mis aguas se volvían anaranjadas. Presencié una vuelta olímpica, varios regresos de clase de esos bajitos y los cambios en los ladridos de todos los canes que los esperaron viendo hacia la salida que también es entrada. Nací de un camión que marcó la tosca, del trabajo del viento y luego la lluvia siendo humana así como etérea. El invierno creó una pista helada en mi superficie, hasta que una piedra hizo explotar el espejo arrojando lejos los pedazos acompañado ello de las risas. Fui océano a mi manera, la plaza se alzó junto con los subibajas y presencié varios goles hasta que el balón se pinchó. El tambor se convirtió en cesto hasta que su color amarillo desapareció, siendo su tapa el fondo que perdió contra el óxido. Me tocó ver a Juan plantando los árboles, así lo llamaba ella desde la arcada blanca a la que se llega por un camino de lajas. Igual que todos los personajes mi agua se evaporó, volviéndome una depresión de las que el ser humano en su desidia deja hasta que el viejo tano me cubrió harto de darme de lleno. Alguien viene a cortar los yuyos, los oigo los siento y hasta puedo imaginarlos dado que la historia me hizo un lugar.

COHETE CANINO

A dos cuadras de casa se desata la batalla, las ruedas son su blanco favorito acechando a la víctima que confiada viene. El proyectil sale disparado intentando darle alcance a su objetivo que se escabulle en la niebla matutina, las formas se alteran no así los hábitos con despegue incluido que no será televisado. No ha habido reclamos de parte de la gente del arsenal, mucho menos de los de Sarandí que no entendieron el comentario y ni hablar del ministro de guerra que vive emulando tácticas en una pantalla con aire acondicionado y refrigerios adecuados. El personal a cargo de mantener el servicio eléctrico reportó que el apagón se debió a una avutarda, formando un puente entre las líneas al escapar del recorrido de esa bala. La fuga de gas a un “toquecito” de la pala de la máquina cuyo piloto sorbió un mate azucarado, viendo pasar el obús muy cerca de la zanja para perderse entre los tamariscos. El reporte del barrendero, que lleva la cuenta de las agujas de los pinos, no arrojó más luz al asunto excepto la sospecha de que su estela es la que desarmó los montículos preparados para la recolección. Por la noche se detiene debajo del navío de José, sueña con volver a ser perro y que no lo confundan con un arma. Ahí está aquel gato loco que piensa es un tigre, acechando a las vaquitas de San Antonio y a las mariposas que no le prestan atención. 

viernes

Invierno

Ha venido la estación de las hojas ausentes y de los árboles clamándole al cielo por el regreso de la hija de la Tierra, las calles se me hacen conocidas en tanto deambulo como un peregrino buscando la fachada de viejos templos y las voces resurgen de aquellos recintos cuyas fachadas se encuentran cambiadas. El cielo se ha cubierto de un manto de manera que al andar parece que el telón de la obra no ha sido levantado pese a que ya son casi las once horas. Ando hasta encontrar la intersección abandonando a la avenida que se pierde en lo alto, el teléfono público ha desaparecido dejando un mosaico vacío. Vago por la inmensidad que suponen las torres como niveles de un arcade contando los pasos hasta dar con una presencia nueva, la librería con nombre de buen contador de historias y a Mazinger haciendo el recuento de las andanzas de los ocupantes de la tienda luminosa. Después simplemente me pierdo calle abajo aunque es cuestión de perspectiva, ya que todo este mundo se encuentra dado vuelta. 



jueves

Fuera del Mundial (2022)

 23/03/2020

A las 8:01 horas me di cuenta de que algo no iba bien, demasiada demora incluso para un sábado en eso de quitar la traba y permitirme salir para entrar al paraíso verde en el que puedo tener un atisbo de libertad hasta darme de bruces con la realidad del cerco. La humanidad se esconde del resto de sus congéneres pero los caninos vagan libres, los dueños de las calles y del agua que la lluvia deja como mensaje de renovación en los cordones, ríos que se secarán cuando la tormenta pase. Un minuto más tarde apareció él arrastrando la fatiga de la semana sobre sus pies descalzos, me observó con una extraña expresión incluso para alguien que está a medio despertar y desandó el camino volviendo con el adminículo haciendo equilibrio sobre el tabique además de las ojotas. Detrás cayó ella quitándolo del medio, la misma expresión se dibujó en su cara y luego ambos desaparecieron para que la pequeña se asomara al cubil llamando a su hermano quien en una muestra de sensatez quitó el cerrojo permitiéndome huir ante la urgencia del llamado de la naturaleza. El brillo de la mañana cercana a las nueve me dio de lleno, dibujando burbujas en el aire a mi alrededor aunque enseguida el espejismo se evaporó cuando el hocico me guió como una brújula en la noche cerrada, dejando a los humanos preocupados por encontrar la respuesta al chaleco rojo y violeta semejante al ocaso anunciando el viento siguiente, olfateé un aroma que se escurrió enseguida pero ya me dirigía raudo al fondo de la casa dando con Pedro sentado debajo del álamo que a su lado lucía joven. El humo de la pipa ascendía al cielo, dibujando aros que eran una prohibición para su hija pero se hallaba lejos intentando encontrar a un detective que resolviera el misterio de aquel ropaje tomado sin dudas de alguna historieta acorde a los comentarios del can vecino, sin embargo el símbolo del héroe estaba demasiado borrado para poder descubrir el origen. Las personas en la casa pasaron por alto ese detalle incluso cuando llegaron los comensales dejando a un lado los fideos caseros, abocándose en la tarea de determinar al autor de la colección y sin que la sospecha recayera en aquel que sentado afuera sigue pitando viendo al este. Por ahí piensa se ha ido su amor, sobrevivieron a las bombas pero el tiempo vino finalmente dejando el vacío, semejante a un cráter en él que el dispositivo estalló y el vidrio sobre el marco ha quedado agrietado por el recuerdo. Son pocas las cosas que ahora vienen a su mente con lucidez, la oscuridad del olvido ha confundido la ubicación de los hechos así que me llama con el nombre de un ancestro al que intenta cobijar del frío en la montaña allá al otro lado del océano. El crisol es uno de los tantos episodios en los que la memoria logra dar en el blanco, después yerra generando la aflicción en los que lo rodean haciendo que se olviden de la prenda que porto sobre el lomo y llevando la conversación hacia la necesidad de ubicarlo en un lugar con mejor atención mientras la pasta comienza a hervir lanzando columnas de vapor sobre el cielorraso hasta que alguno activa el extractor que las manda rumbo al oeste, justo en donde veo partir al disco anaranjado en el comienzo del otoño. La reposera se ha ido para el interior junto con su usuario, en el borde de la ventana ha quedado abandonada la chimenea igual que mi osamenta a la espera de que alguno invierta el proceso matutino y me permita entrar.

Fuera del Mundial, 2022.

Veinte años de lluvia (2024)

 CAMINA EN LA LLUVIA

 

El año 2004 fue el de la exploración inicial, apenas se trataba de unos cuantos escritos instalados en las Geocities de Yahoo aunque ninguno de ellos llegó a dar ser parte del blog que nacería un puñado de años después.

Recibí un correo de parte de HammerHand Romero, a comienzo del 2006, luego de un año de estar jugando a Warcraft III:

 

Que su espada brille como nunca en la fiesta del águila parda,

que su puño infunda el terror al enemigo,

gloria por siempre cantada al blasón insigne de su casa.

Siembre el terror y quiebre la lanza,

que sea su día de caza porque

al anochecer su cuerpo saciara las ratas.

Estamos en guerra.

 

Es así que nació El Águila Parda en las mismas Geocities y en el 2008, tras una breve estadía en Páginas Web Gratis (https://www.paginawebgratis.es), inicié el blog con el nombre que tienen actualmente empezando a crear historias fantásticas madurando al ensayo, la catarsis y finalmente la novela (una década después).

Tomé el nombre de una frase repetida en la canción Rain de Yoko Kanno correspondiente al animé Cowboy Bebop que se transmitía en el desaparecido Locomotion (una marca importante en mi vida junto con Nivel X y Magic Kids).

La metáfora de caminar en la lluvia en medio de una tormenta de balas, dando lugar al nombre justo para una creación sin titubeos y que sigue dándome placer abordar al día de hoy (dos décadas después).

Veinte años de lluvia, 2024

¡POR LA HORDA! (2024)

 

Dune II

I).- ¿RTS? 

Es el año 2000, el Y2K no ha ocurrido, las máquinas no han retrocedido hasta el 1900 sino que nos hemos mandado de cabeza en el nuevo siglo y milenio. Hay motivos para celebrar entonces, en Corea se desarrollará ese año la primera World Cyber Games siendo el puntapié inicial para los llamados deportes electrónicos que más de veinte años después están por todas partes, sin embargo hubo una época primigenia en la que se jugaba al Starcraft (primo hermano del juego que nos trae a estas líneas), Counter Strike, FIFA (al juego real y no a los torneos del mundo más amañados que concurso literario), Age of Empires y varios exponentes más (de hecho sólo me interesa uno de ellos, sin ánimo de querer ser parcial). El fenómeno tendría un rey y sería aquel videojuego lanzado en 1998 por la Ventisca, considerado un deporte nacional en la República de Corea (eso explica que los cíber café hayan sobrevivido allí aunque con otros agregados del tiempo). Sí, eso en lo que usted joven gamer está pensando y tiene las siglas idénticas a reírse a carcajadas así que sepa que llegó después que los de la arcaica edad dorada.  Lejos de la República de Corea yace Mar del Plata, la Perla del Atlántico, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Ahí me encuentro cursando mi segundo año de experiencia como estudiante, dado que he decidido convertirme en un cuervo de las tempestades (por una módica suma, por supuesto) y hasta el momento le he puesto a la PC únicamente juegos de fútbol. Ya la colección comienza a expandirse entre muchas copias (iguales a los originales pero más baratas rezará un cartel de TARINGA, antes del meme y la sarta de tonterías de las generaciones posteriores). Pero no será por mucho tiempo dado que algo ocurrirá, ¿será acaso qué madure pronto?, ¿tal vez decida dedicarme a la filosofía con la panza llena?, ¿acaso es mejor dejar de ser hincha de Boquita ahora antes de que vengan las imposiciones de la moda y las gallineadas?, ¿el nuevo siglo, año y milenio, me han cambiado de alguna forma? No, nada de eso, absolutamente lejos de la realidad dado que en la habitación de enfrente de la pensión de Luz y Fuerza yace un sujeto bastante particular. Se llama Javier Omar, usa ambos nombres dado que esto lo convierte en más particular aún, pero le podemos decir Xavi ya que anda mirando la campaña del Valencia (¿y eso qué tendrá qué ver?). Por cierto, contra para el Real (él único que merece tal condición) y gol de Raúl González, un delantero temible, un depredador del área, Cañizares le sale con aquel buzo rojo y blanco quedando desparramado para que el 3 a 0 sentencie la cuestión. Lo que ninguno de nosotros sabe es que la cura para el Merengue yace en el Río de la Plata, tratándose de dos trogloditas desconocidos que se apellidan Traverso y Matellán (no salís en la foto R7). Me he ido por las ramas, ¿dónde estaba?, ah, sí, hablando de ese individuo de señas tan notorias que por ausencia de casualidad se ha puesto a instalar un juego que recibió de las manos de Yisus HammerHand. Ya el FIFA 2000 va a pasar a mejor vida siendo reemplazado por soldados antiguos que intentan destruir una fortaleza persa, el asunto no marcha bien dado que mueren enseguida (eso les pasa por no usar armas de asedio). Ante la necesidad surge la exigencia, nunca mejor dicho Yandros, así que el ratón descansa para que en el teclado sea la hora de meter un código, clave, cheat, chetos (qué importa, che). Por arte de magia y de la palabra clave: photon man, unos soldados provistos de armas láser (acrónimo cuyo significado es luz amplificada por la simulación de emisión radiactiva y traducida por un sujeto que toma todo literalmente). Cayeron las defensas, los elefantes, los aldeanos, los choborras del machimbre y así fue que conocí al Age of Empires (el primero, así que el número 1 me lo ahorro dado que sería redundante, injustificado e intrascendente). Un juego de Estrategia en Tiempo Real (ETR por la conversión de la sigla RTS al cagastellano y aseguro que mis fuentes son todas fidedignas). Para explicar qué corno es esto es necesario retroceder ocho años atrás (a 1992 y no cuatro bienios desde el corriente año o el período alterno) hacia comienzos de la década de los noventa (la mejor lejos, de nuevo llegaron tarde enanos). En esa época yo tenía trece hermosos años, Westwood era un estudio independiente y no estaban los de EA molestando aparte de cerrar cual Microsoft a otro de los monstruos de entonces (ESO). Pues bien, Madera del Oeste o Bosque del Oeste (como sea) sacó Dune II, juego basado en el universo de Frank Herbert quién inmortalizó la frase: “Cuando escribes de verdad te concentras en una sola cosa: escribir” (al cuerno el dinero y las editoriales). Pues bien, Dune II sentó las bases de los RTS en cuanto a la recolección de los recursos necesarios, el árbol de habilidades (no una línea genealógica sino los edificios y mejoras necesarias para poder ampliar la base), la niebla de guerra (si en este momento no ve más allá de sus narices es debido a que no hizo la mejora en la Sala de los Cazadores) y una serie de elementos más (el autor se cansó de enunciar y no quiere recurrir al etcétera dado que es un vago). Pues bien, Westwood lo hizo (de paso la música es del genial Frank Klepacki, autor de varias odas videojueguiles y del himno de los juegos de estrategia: la Hell March) sentando los cimientos de un género nuevo cuya popularidad creció a lo largo de los siguientes diez años hasta que dejó de ser una salida comercial y aparecieron juegos para gente sin paciencia (de eso también carecen pequeños). Sin embargo, dos años más tarde, en noviembre de 1994 (23/11/1994) la anteriormente Silicon and Synapse y brevemente Chaos Studios pasó a llamarse Blizzard o la Ventisca para los amigos (aunque no hay nada gratarola). Lanzaron bajo este sello la primera de sus creaciones que relataba el encuentro entre los Humanos de Azeroth y las Hordas Orcas (no es una campaña en contra de la caza indiscriminada o para liberar a Willy Vilas). El juego se llamó simplemente Warcraft aunque es un nombre compuesto (por dos palabras, estás lento gurí) e incorporó los elementos de Dune II además de darle una identidad propia: oro, madera, los peones no se defienden, existe la niebla de guerra, cada unidad de los Humanos tiene un equivalente en los Orcos con algunas pequeñas variantes: arañas en vez de escorpiones, demonios en reemplazo de elementales, lluvia de fuego en vez de veneno reciclado para los Zerg, curación, esqueletos, armadura impía, etc. (un cliché dicha palabra abreviada). Tres tipos de escenarios y lo más relevante: la posibilidad de fajarnos en el multijugador para dos dementes que quisieran apretar el CTRL además de arrastrar el mouse para que las unidades se muevan (es 1994 che). Dado que llegué a esta versión una década después, de puro fanático nomás, pues dicha opción no pudo ser explotada pero se encontraba presente y ello es un punto a favor para el naciente universo que reúne elementos de Dungeons and Dragons, Warhammer, George R. R. Martin y el más famosos de los J. R. (vos no Román, nunca): Tolkien. Así que todos los elementos estaban sobre la mesa, sobre todo los tolkienianos, como ingredientes de una receta que iría agregando sabores hasta derivar en la mayor de las obras maestras: Warcraft III.

¡PLH! 2024

Dioses entre nosotros (2023)

“Al descender de su nave interestelar el pionero de la colonización en el Planeta Rojo se topó con los habitantes originarios de dicho espacio a los que mostró el título de propiedad por el cual una inmobiliaria terráquea lo hacía dueño de la mitad del territorio ocupado por los marcianos. Ante la negativa de los ocupantes de abandonar dichas extensiones desérticas, debajo de las que el agua esperaba ser sacada, les ofreció una suma sideral que fue rechazada dado que no puede ser asimilada como el maná que proviene del éter. Dicho esto se marchó jurando volver con una orden de desalojo siendo vitoreado por aquellos que se perdieron en la distancia”.

La conquista de Marte, Tomo I, Camiú.


Mientras todavía podía mover sus miembros sin la ayuda de la tecnología que poseía decidió fulminar al jardinero por ser un descuidado, sus preciosas plantas habían sido abrasadas por un sol asesino que las redujo a formas marchitas cambiando de verde a amarillo para después llegar a marrón. Se mezclaron con la tierra que no recibía su ración de agua pese a que podía pagar con creces cada gota, ello le pasaba por contratar a alguien acostumbrado a ahorrar siendo que no todos podían costearla. Redactó de puño y letra la condena equivalente a despido, debía dejar su puesto de trabajo inmediatamente al igual que los enseres firmando la documentación de entrega y retirar su humanidad que molestaba entre tanta divinidad. También se le descontarían los daños en las estatuas del jardín aunque ello obedeciera a otras clases de manifestaciones, siendo que el patrón no vigilaba al resto de la manada con el pretexto de tratarse de sus hijos. Culminado con el distracto formal realizó un inventario de las personas que se encontraban bajo su control, en la nómina diría trabajadores pero él sabía muy bien que esa era la forma de esclavitud aceptada. Sobraban operarios ante la inminencia del viaje interplanetario, sacrificadas apenas unas ganancias nimias con el ahorro del pago de ciertas indemnizaciones atenta la interminable cantidad de instancias de revisión judicial. La lentitud de tales poderes le permitían ejercer el propio sin límite alguno, mofándose en la cara de los desventurados que le confiaban la suerte a algún picapleitos que culminaría asegurando su bienestar antes que el reclamo del cliente. Podrían haber llamado a los desvalidos de otra forma, condenados, desahuciados, indefensos, excluidos o cualquier otro eufemismo que reflejara su condición de carne de cañón que un sistema a punto de esfumarse pretendía exprimir hasta el final. Después de todo estaba convencido de que no había una desconsideración de su parte al pensar en ellos un poco cada día, recortando aquí y allá los excedentes para mantener su porcentaje de pérdidas bajo. Tenía una familia numerosa que alimentar dándoles los sueños de otros, pedazos de la vida que se consagraban a un bien mayor resumido en transacciones millonarias para los pobres de alma que recubren el faltante con alta costura y brillantes de forma tal de sentirse cerca de los astros. Incluso enaltecen a sujetos de carne y hueso para poder mantener su estatus, mostrándole a los del fondo que aquí está el héroe en una categoría un escalón debajo de manera que los únicos que están cerca del cielo sean aquellos llamados civilizados. Si sus costumbres fueran reveladas se verían los ríos de sangre corriendo por debajo, con los gritos ahogados de aquellos que son arrastrados por ser parias nada más para que las arcas se llenen de cifras inconmensurables que no caben en la pantalla de una calculadora. Pero bien que está hecho el cálculo sabiendo la cantidad de bajas que se reemplazarán con ganado nuevo, total éste sobra en las cuentas que se hacen sin tener en consideración a la vida que se engulle.    

DEN, 2023.


Flavio - Diario de viaje (2022)

Sentado en el depósito que hace las veces de sala de profesores, Flavio sorbe el café en tanto espera la llegada del resto de la humanidad antes de que el sol asome por entre los árboles de la plaza. La portera es la primera alma con la que se encuentra, el resto viene posteriormente hasta que llegan los actores principales, no hay acto posible sin ellos razón por la cual anhela que la audiencia esté completa. Una mezcla de roles, el del observador que se vuelve partícipe hasta que la campana suena anunciando que es hora de terminar con el ensayo. Ahí el docente vuelve a su realidad, mirando al mundo que cambia constantemente encontrándolo siempre un paso más atrás, pero en cierta forma sabe que no hay prisa alguna. Para qué andar corriendo contra el mundo que sigue girando, es mejor abandonar esa idea loca centrándose en cuestiones más importantes aunque viendo alrededor descubre que hay varios pilotos profesionales, a los que sólo les interesa alcanzar las posiciones de arriba del todo. Olvidan que el 1 es un casillero para una solitaria alma, así que será difícil que todos puedan ganar, ahí surgen las frustraciones de saberse en el segundo lugar lo que equivale a una especie de derrota. Algo que no se puede aceptar así nomás, al mundo se le muestran los grandes éxitos, simplemente lo mejor de lo mejor. Una sonrisa ante la cámara vacía, el ojo del espectador presente en todas partes que refleja una especie de control semejante a un gran hermano hecho realidad, lamentablemente no nos hemos dado cuenta a tiempo y así están las cosas. La necesidad de ser los primeros de los primeros, algo imposible por cierto, nos fuerza a tener que estar presentes en el centro de la escena compartida. El recuadro puesto sobre la cara sonriente, al menos las preocupaciones se han ido un instante en cuanto el flash nos da en los ojos, luego sigue la historia desdichada hasta que encontremos algo que compartir. Al mundo tampoco le agradan las noticias tristes, en una especie de autodefensa contra lo inevitable se han creado espacios de confort debidamente amueblados con los más gratos momentos, que las lágrimas se queden afuera junto a los perros de la calle. No hay lugar aquí para los fracasos, todo debe verse imperecedero aunque volvamos a los tonos sepia que serán aggiornados y traídos al presente al agregarle colores vivos. De esta manera se tratan todas las cosas por igual, se busca una felicidad eterna cuando hemos sabido que esto es más bien una quimera, pero quién está mirando en este momento eso. No es importante, la disfrazaremos así podremos estar a tono con el mundo que nos devuelve un me gusta en complicidad absoluta, es medio difícil que los pulgares estén siempre hacia arriba. Necesariamente debe haber una víctima, caso contrario el sistema carecería de sentido alguno y habríamos encontrado el paraíso digital, con nuestros nombres puestos al tope de la tabla de posiciones del exitismo. Ahí estamos de nuevo, mostrando a la victoria que nos sonríe en medio de la batalla aunque realmente no pueden ganar todos, es un premio demasiado pobre para que le toque a cada uno de los mortales. Pero por algún motivo olvidamos que es así, no nos importa en lo absoluto en tanto podamos sentirnos a gusto con esta existencia que no muestra el vacío en ese cuarto, ahí en donde ahogamos nuestras penas pero no las exhibimos a nadie.

Flavio - Diario de viaje, 2022.

Radio Océano (2022)

 I

El océano eterno va y viene, repasa los hechos que ocurrieron para luego dejarlos grabados en la memoria que le falta a los que viven rodeados por él creyendo que jamás serán alcanzados por sus brazos que son bastantes visibles. Una nueva historia es traída a la orilla, en la tarde será vieja para aquellos que viven apurados sin mirar a su alrededor perdiendo el brillo de todo ese mundo que se desarrolla bajo la mirada atenta del sol que regala sus caricias a cualquiera, aunque en ocasiones son más bien besos ardientes que dejan las manchas rojas del deseo sobre la piel de los incautos que se descubren ante su presencia. Una huella ha quedado sobre la arena levantando un reclamo de parte del omnipresente azul hasta que finalmente también ella es alisada, yendo a parar a la enorme lista que en el archivo del fondo se guarda la que equivale a granos de arena en lo que hace al racconto. Luego la espuma se levanta extendiéndose por el viento sobre el desierto seco, la franja húmeda ha quedado a miles de kilómetros en la cuenta de granos que se amontonan como anécdotas en las que se vuelven las vidas que discurren ahí afuera en la tierra, importantes en los aspectos de dejarle una marca al otro que comparte el viaje y que se traduce en memoria. Pero esta a la larga se disuelve cual fortaleza construida de la misma materia con la que los dedos hídricos fabrican un ábaco a los fines de tener los documentos actualizados, empezando por la cantidad de pasos que se dieron sobre la orilla y la última vez que la frecuentamos. La extensión del vacío entre un momento y otro habla de la poca importancia dada a simplemente andar sin tanta carga encima que al final de una estación nos habrá doblado por el peso innecesario que se lleva, para que entonces vengan las dos líneas cruzadas marcando el final de ese cuento que implica haber estado pero no vivido. Se vive a partir de experiencias, de golpes que uno recibe para curarse y seguir, de caricias que vienen en diversos formatos, cuanto más uno envejece mucho más mira a esos momentos cálidos en los que la preocupación por ese asunto intrascendente no existía. Entonces como obsequio el mar te larga un recuerdo, una pista apenas que te lleve a regresar a ese lugar ahora lejano en el que tres hermanos buscan almejas que como hojas son arrojadas por la marea de su escondite.  El único testigo es un viejo barco enterrado hasta la chimenea, vuelto una mancha deforme que hace difícil pensar en un navío con todas las letras salvo por una crónica perdida entre diarios amarillentos que alguien intenta no sean expuestos, porque se desharán enseguida tornándose nada más que una reminiscencia. La que ahora aflora volviendo a una mañana soleada con los pies pequeños dejando el camino de hormigas y la presencia mayor que trata evitar el desbande de esa hueste de tres personas.

Radio Océano, 2022.


Womankind (2019)

 FUEGOS

Cuando llegaron a la cima encendieron unos cuantos fuegos cosa de que los de abajo supieran que iniciaba una nueva era y como símbolo del cambio de fuerzas en el trono, aunque a los del barro poco les importaba esto. Esas luces lejanas parecían las festividades de los ricos en tanto el mendrugo bajaba como un meteoro hacia el oscuro vacío al que ninguna antorcha llega, entonces el cerebro consumido añoraba la vuelta de los exiliados como única forma de traer algo más a la mesa de todos los días. La tabla ya no estaba, usada como leña desapareció en dos noches heladas a la que siguieron las cortinas, los marcos y los mangos de ciertos utensilios. Luego las sillas, al final se sentaron en la oscuridad absoluta iniciando una ronda de sueños interrumpida por los sonidos de los estómagos hambrientos. El frío encontró lugar en cada rincón, las luces de las estrellas eran como hielos en medio del firmamento surcado de las lágrimas de los ancestros ante tanta desolación. Cada minuto una agonía esperando el milagro, el maná que vendría del cielo cuando la libertad personificada regresara y en tanto se dedicaron a roer las sobras que caían de lo alto del muro. Los que estaban arriba tras los muros debatían sobre la posibilidad de aumentar los tributos con los que mantener la maquinaria funcionando y pronto el funcionario gordo plenipotenciario bajó a una de las casas derruidas. Allí se instaló con un montón de asesores que recibían una parte del botín, confiscando la pobreza de las manos de aquellos que carecían de nada y retirando hasta las migas con las que pretendían ilusamente alimentar a sus familias. Un porcentaje alto llegaba hasta el bastión que se encontraba en reparación, aunque por el camino partes del metal se quedaban en cada una de las etapas del control y a la larga los números seguían en rojo. Pasó el invierno, los aldeanos emparcharon sus propiedades ajadas que se asemejaban a piedras secas de las que pretendían sacar un cobre, destinando las mismas a alquileres durante el estío. Olvidaron pronto las penurias, la situación repetida hasta hartar al hartazgo, los aprietes al bolsillo y la mano del Estado que caían con rigor sobre la masa desarmada así como el otro brazo que parecía agujereado de tanto dar para mantener a la horda acallada. Midieron el instante en el que existían sin ninguna consideración por un futuro no tan lejano, lograron encender sus fogatas con los sueños de los más pequeños a los que no les dejarían nada excepto el conformismo de saber que esto no cambiaría nunca. El problema radicaba en que para que un estado de cosas se modifique no hay que esperar a que por arte de magia o designio de los dioses ello ocurra, sino modificar las conductas con miras a obtener un resultado distinto. Lo contrario es un aval a todas las acciones llevadas a cabo por los sucesivos amos, los que deberían recordar que la fuente de su poder no son sus riquezas o sus armas sino aquellos que moran ahí en el llano. Pero desde los muros el mundo se ve distinto, apenas unos puntos semejantes a pixeles que se mueven debajo y un hilo de baba que de cerca seguro sea un río impetuoso. El mismo ímpetu con el que los últimos gobernantes son desalojados, entonces la enorme fuerza entra en escena aunque no es más que una vuelta al pasado y se dedica a derribar los estandartes de sus predecesores. Luego la mano huesuda toma una de las teas que cuelga de las torres arrojándola a las manos de uno de los tantos esbirros, el que se ocupa de hacer correr la voz sobre el regreso de los días más felices y enciende fuegos en diversos lugares, pero nunca les enseña a generar el mismo sin la ayuda de arriba. Ahí aquellos que han recibido los embates de los recortes se acercan a hacer la enorme fila para poder finalmente calentar las tripas, en el tazón que reciben está tallada la imagen del líder infalible en los tiempos difíciles. Todos los pecados yacen perdonados, basta con inclinar la cabeza ante su majestuosidad y dejar el momento retratado en los libros de historia, a los cuales sólo algunos eruditos acceden. Entonan viejas canciones vitoreando al movimiento eterno que se ocupa de no renovar nada, administrando los faltantes dado que se los han llevado como parte del saqueo de despedida y ahora los emplean a los fines de poder seguir con el curro. El cuento es semejante al de un manual de adoctrinamiento, solamente con ellos es posible que el asunto marche rumbo a un éxito asegurado vendido a lo largo de tres cuartos de siglo. El de pensar que únicamente los colores propios son los que sirven a la hora de evitar el arrecife, pero negando el hecho de que ya el barco ha encallado sin posibilidad alguna de retorno. Ahora a esperar que la marea se ocupe de romper en pedazos los maderos, usando estos para encender un nuevo fuego en la playa y calentarse mientras los demás se hunden. Caníbales que sacrifican a los de su propia especie, sin remordimientos y con la conciencia limpia dado que jamás han tenido una que los acompañe. Entre las paredes húmedas cuelga el retrato del salvador supremo rioplatense, cuya cara cambia deteriorándose producto de la corrupción del poder y esto se extiende como una mancha hasta los verdes campos que de a poco mueren.    

Womankind, 2019.

Memorias de un vagabundo (2019)

Una resma de hojas comprada con los últimos billetes que le quedaban en el bolsillo, luego se haría a la mar en medio de esa jungla de edificios que no tenían nada parecido al océano excepto la sangre que se derramaba todos los días intentando parecer una sociedad civilizada. Pero estaba lejos de eso tanto como las lágrimas del creador cayendo sobre los rascacielos, para encontrar el concreto debajo y luego simplemente desaparecer. Aunque a veces se filtraban por una hendidura haciendo crecer un pequeño árbol que se elevaría al cielo, la leyenda urbana dice que un día ese monstruo verde eclipsará al edificio más alto marcando el final de los tiempos del ser humano. Pero por ahora esto parece lejano, la ciudad alberga los desechos de la humanidad en una inmensa pila de restos que ocupan cada hendija que se encuentra sin morador. Se produce para luego tirar volviendo a adquirir un nuevo boleto al paraíso, un pedazo de material que no logrará pasar la Estigia en el descenso hacia el otro lado. Pero de qué lado me hablan, si acá llegó el organismo salido de ese lago de agua salada para alzarse sobre los demás seres vivos en una especie de autoproclamación en divinidad, empezando por las pinturas en las cavernas hasta alcanzar su máxima expresión con la fotito de cada momento en el que se respira. Luego el silencio, los anónimos son cada vez menos, el resto parece excesivamente concentrado en un juego de espías e indignaciones. No hay nada peor que saber que al otro, contacto, le está yendo bien cuando la basura empieza a apoderarse de nuestra realidad. Así que el tipo que laburaba en la papelera no prestó atención a ese vagabundo que dilapidaba sus últimos ahorros en un montón de hojas vacías, a quién carajo le podían importar esas cosas en este momento de digitalización. Ni siquiera se percató de lo gastado de los billetes, el buen día se quedó sin llegar a buen puerto, luego el sonido del timbre en la puerta cuando el náufrago se alejó y ese fue todo el contacto humano que recibió. Lo demás serían mensajes virtuales sin señales de humo, aunque el incendio estaba ahí latente esperando que los homos sapiens le arrojaran un poco más de leña a los fines de poder comenzar a arder. Sería tarde cuando las sirenas comenzaran a sonar, la última esperanza de evitar el arrecife yacía huyendo calle abajo con un montón de papel inmaculado y una sonrisa semejante a una mueca. Él más que nadie comprendía el rumbo que sus hermanos habían tomado, así que simplemente se dedicaba a intentar dejar grabado en alguna parte un mensaje de despedida que en realidad era la marca de su existencia, escribo porque existo. Respiro en la profundidad de esos campos blancos, siempre nevados hasta que la tinta viene a derretirlos volviéndolos un bosque literario que se esparce rápidamente. Finalmente, en el acto de cierre ese verde prado se queda atrás en tanto encaramos la siguiente obra buscando ocupar las rajaduras que se extienden por todas partes de esta estructura decadente que recibe el nombre de sociedad. Parece ser que he llegado tarde nuevamente para quedarme afuera de la obra que ha de desarrollarse sin mí como protagonista, previa paga de los tributos necesarios a los fines de acceder a este universo monetario que nos deja un par de gotas de agua para sobrevivir. Lo necesario sumado a una resma que pierde su virginidad de a pedazos, lo que tardo en mancillar el blanco puro con estos brazos de metal forjados en un lugar remoto.-


Memorias de un vagabundo, 2019.

Desde Plaza Galo (versión original, 2018)

I

 

*** 

Gotas, gotas desprendiéndose de los tejados, gotas golpeando el cuerpo completo de los perros de la calle. El viento manipula la cortina de agua a su antojo, la luz de la calle recibe una granizada, la oscuridad de pronto invade el ambiente. Falta una hora para el amanecer en un lunes que se presenta ya insoportable, el domingo en la mañana resulta más alentador  pero después de las cinco caemos en la melancolía que anuncia lo inevitable. Otra semana más comienza, con una linterna que obra de auxiliar de último momento pretendo esquivar los peligros que acechan en medio de ese apagón, algo habitual en este lugar así que no queda más que resignarse esperando que la electricidad regrese. La campera empieza a empaparse, a la lluvia no le gusta ver otra cosa que no sea un paisaje uniforme. Pretendería demasiado si cesara por un momento la descarga de agua que recibo sobre los hombros, para colmo la bufanda hace que se me empañen los lentes complicando aún más la travesía de esta mañana gris, ya extraño el sol del sábado que parece una historia demasiado lejana tanto o más que las incursiones bajo esa luz. Definitivamente nos atamos a obligaciones para poder sobrevivir pero no soportamos esas cadenas, cualquier salida sería aceptada sin pensarlo ante esta postal de comienzo de semana, algo un poco más acogedor con un café de por medio y las manos entibiadas. Ahora no resta sino cruzar lo más rápido posible esa tormenta que es un paisaje repetido, a dónde se ha ido la luz, en dónde el sol estará para poder dirigirnos en este primer acto del día. Ninguna respuesta, excepto los charcos que se forman en la esquina haciendo que todo se dificulte un poco más. La única beneficiada en este diluvio es la Negra, ella tiene el placer de observar todo desde la comodidad de un alero mientras los demás jugamos bajo este cielo. A veces envidio su suerte aunque ocurra lo que ocurra estará ahí al regreso, como si nada de esto hubiera pasado y se limitará a lamerme la mano invitándome a entrar. El único problema a esto es que el código de seguridad no aparece por ninguna parte, aunque si sus ladridos fueran palabras me diría que está en el bolsillo opuesto a mi lado más hábil.


Desde Plaza Galo Original, 2018.


miércoles

A través de una lluvia de fuego

 Primera escena

 

El hombre despertó sobresaltado, como si de pronto emergiera de una pesadilla y el mar le recordó la borrachera pasada. La mujer lo observaba desde la cima de un pequeño médano, se dio cuenta de que los nuevos huéspedes ya habían llegado.

Escuchó con paciencia, mientras el sol le quemaba la espalda, una enorme reprimenda de la recién llegada. Pudo ver que usaba uno de esos anteojos de sol que le cubrían gran parte del rostro, la vio perderse dentro de la casa mientras él limpiaba la bajada para el vehículo.

El consorte de la mujer dejó abierto el baúl del automóvil en señal de que deseaba que le descargara el equipaje, al culminar con la tarea se le pidió que preparará el fuego para la cena de esa noche.

Ella descendió hacia la playa harta de esperar a los amigos de su pareja, mientras éste leía un libro sobre historia política y degustaba un vino en el interior de la casa. La luna comenzaba a ocultarse detrás de gruesas nubes negras, dejando al mar como un gigantesco espejo eclipsado.

Apenas fue un golpe, frío y certero, tras lo cual se cubrió el cuerpo con la sangre de su víctima y dejo que el fuego cubriera aquel lugar de perdición. Cuando ella regresó observó cómo su futuro se hacía humo, atravesando un mar de llamas y cenizas hasta encontrar el cuerpo de su amado.

También halló a su victimario, manchado de rojo, las uñas le desgarraron las vestiduras y descubrieron la piel blanca debajo. Pudo ver el terror en sus ojos cuando penetró en ella, con cada movimiento de la tormenta desatada supo de las historias anteriores a ese momento y al final al calmarse la ventisca bebió del mar rojo que la recorría, hasta saciarse completamente.

Luego al abrigo de las llamas corrió hacia el océano que le lavó las manchas, mientras la arena se tragaba aquel lugar y él bebía en la playa a la espera de la siguiente marea.

 

Segunda escena

 

El traje lo hacía sentirse como una sardina enlatada, tantas formalidades le parecían un exceso pero así funcionaba éste mundo. El lugar estaba repleto de personas a las que no se cruzaba durante el resto del año, tal vez porque su clase era la de los viernes a última hora y el resto ya estaba pensando en el fin de semana.

Contempló el mar de directivos, políticos, sindicalistas, docentes, alumnos y padres, vio a varios niños jugando entre las sombras que proyectaba la institución. La ocasión de aquella reunión era la inauguración de una nueva ampliación, lo que permitiría admitir más estudiantes en esa comunidad costera.

El año aún no tocaba a su fin, así que tanta sociabilidad le molestaba de sobremanera y más aún tener que estar de gala. El viento anunciaba la tormenta que estaba por venir, la sarrasón comenzaba a cubrir el aire. Notó entonces en toda esa atmosfera gris un revoleo de faldas verdes y a su portadora.

Apenas habían intercambiado unas palabras en todo el año, recordaba un par de insinuaciones a las que no le dio importancia y la historia quedo ahí. Volvió a cruzar su mirada con ella, todo lo demás pareció desvanecerse.

Atrás quedaron las risas, las voces de los otros, las sombras los cubrieron y él fue a su encuentro. Bebió hasta saciarse en el mar de sus labios recostándola sobre el material remanente de la ampliación, levantándole la falda a la vez que descubría su pecho. Una oleada violenta invadió a la mujer, la noche engulló sus gemidos mientras los movimientos se hacían más frenéticos, hasta alcanzar el éxtasis definitivo.

Contempló su reloj y supo que era la hora de ponerle punto final a la clase.

—La moral varía con el tiempo, así lo que hoy está prohibido mañana puede ser permitido sentenció. Sus estudiantes comenzaron a marcharse, notando como ahora esa otra persona formaba parte del paisaje gris de la indiferencia.

 

Tercera escena

 

Febrero se iba, las personas parecían correr presurosas tras los días que se les venían encima y el hombre contemplaba esto con total desinterés. Lanzó la colilla a la acera, cerrando la puerta de su oficina y saliendo al corredor interno.

El aire estaba viciado de los olores que provenían de afuera, pero en particular de la humedad, el encierro y los años del edificio. Una atmosfera vetusta pensó, mientras abría la puerta del pequeño cuarto. Verificó que la cámara estuviera debidamente enfocada sobre el lecho, luego se sentó a esperar que sonara el timbre.

El viejo chirrido lo sacó de su ensimismamiento, su visitante acababa de llegar. No hubo preámbulos, ni bienvenidas, ella ingreso por el pasillo y se introdujo en el cuarto. Se desvistieron sin intercambiar palabra alguna, llevados por una vorágine que los dejó exhaustos.

Sin embargo ella no se detuvo un instante, se vistió y volvió por donde había venido. Entonces él, tras recuperar el aliento, apagó la cámara, vistiéndose y volviendo a su oficina. El viejo ordenador soltó un sonido al encender, descargó el contenido de la filmación en el disco duro y contempló la escena.

Todo comenzaba suave, acelerándose luego hasta convertirse en una acción violenta. Ella arqueaba levemente su cuello con cada embate, apenas emitiendo un gemido que quedaba sofocado cuando el encontraba su boca. Al final tomó el pequeño disco recién grabado, bebió el caballito blanco que escondía debajo de le mesada y se dirigió hacia la costanera.

 

Cuarta escena

 

Era un día caluroso, las calles de tierra levantaban una polvareda y dañaban la vista. Todo parecía un gran espejismo, lamentablemente la falta de dinero era lo único real. Se detuvo a la entrada de su casa, colgando el saco en el viejo árbol y tomó el último cigarrillo, mientras estrujaba el paquete vacío.

La situación al otro lado de la calle era totalmente diferente, siempre parecía reinar un clima de fiesta y de holgura. La única hija de sus vecinos se encontraba generalmente rodeada de aduladores, sin embargo esa tarde tomaba el sol semidesnuda en una reposera.

Una sombra cruzó en ese momento por su mente, terminó de fumar y se dirigió hacia el otro lado. La tomó de un brazo mientras ella lanzaba un grito ahogado, llevándola hacia la construcción que se levantaba detrás de la casa. Se desprendió la corbata y la empleo para sujetarle las manos, al tiempo que la arrojaba sobre un desvencijado catre.

Las pocas prendas que ella llevaba quedaron a un costado, el descargó toda su furia sobre su cuerpo y luego los dos entraron en los reinos de Morfeo. Un ruido en la entrada a la obra la despertó, contempló cómo los empleados empezaban a despejar el lugar del material que no servía.

Horrorizada deseó no ser encontrada allí con un extraño, pero no atinó a reaccionar. Su acompañante había despertado con el primer sonido y comenzó a hurgar debajo de su cintura, invadiendo aquel recinto sombrío mientras ella ahogaba sus gemidos.

Cuando el último de los obreros se retiró él se vistió sin prisa, dirigiéndose hacia su casa y llevándose los cigarrillos que ella dejó a un lado de la reposera.

 

Quinta escena

 

Marzo transcurre lentamente, el verano toca a su fin y los pocos turistas que aún quedan invaden la ciudad tras la niebla. En esa tarde calurosa él espera que ella salga de trabajar, observando el ir y venir de las camareras en el restaurante que se encuentra enfrente.

Llevan un tiempo sin verse, los recuerdos afloran haciendo la espera más corta. Un traje de baño excesivamente pequeño para sus dotes cae al piso, ella lo introduce en un mundo que ha desconocido y que ni siquiera podía imaginarse.

 

Ahora, varios meses después, volverán a verse. Ella necesita buscar un lugar en dónde vivir el resto del año, él ha prometido acompañarla. El pequeño ascensor los llevó hacia el cuarto piso, el administrador del edificio los dejó solos para que vieran el departamento.

El lugar era pequeño, una cocina, un baño y una cama en el living, el costo tal vez era alto pero más barato que en otros lados. Ella se sentó sobre el cubrecama rojo, él la contemplo igual que en su primer encuentro y no tuvieron que decirse nada más.

Jaló de la ropa interior de su amante, invadido por la excitación y el deseo, fue algo rápido temiendo ser descubiertos. Apenas un instante más para recuperarse del reciente convite y luego salieron al pasillo, el cuarto quedó solo como al principio.

 

Sexta escena

 

No sabía que creer, sin embargo eso no era lo peor. Consultó a otros colegas y al final terminó marcando el último número en la lista, el de su expareja.

Ella acudió a la cita producida como siempre, una forma de demostrarle que seguía adelante y tratar de desmerecerlo.

El planteó el caso sin demasiadas vueltas, un paciente internado de cuyo diario surgían en detalle distintas relaciones a través del tiempo y que podían haber terminados con más de una muerte.

Ella encendió un cigarrillo sabiendo que el odiaba que fumara en un espacio cerrado, sin embargo no se lo demostró. Simplemente le acercó un cenicero y espero que ella le diera una respuesta.

Como tantos otros, muchas veces solo se animan a contar aquello que habrían deseado que ocurriera y por ser unos reprimidos simplemente no lo hicieron. Después de todo la moral no va con el sexo y tampoco conmigo, dijo ella mientras cruzaba las piernas.

El entendió la provocación detrás de aquella frase, corrió la mesita que los separaba y se abalanzó sobre la mujer, jalando de su blusa mientras buscaba debajo de su falda. Descubrió algunos cambios en relación a otros encuentros, colocando sus piernas sobre sus hombros al tiempo que violentaba su seno.

Con un último estertor se sació por completo, no dejó que ella se recuperara, la tomó del brazo y la llevó a la rastra hasta afuera, cerrando la puerta de su consultorio. Luego se dirigió hacia la mesita y procedió a vaciar el cenicero.  

 

Séptima escena

 

Era curioso, todo alrededor parecía haber cambiado pero aquel lugar estaba como en la época en la que se conocieron. La mujer había vuelto sola, su pareja se encontraba a unos miles de kilómetros de allí junto a sus críos.

Por su parte él no había formado una familia, simplemente deambulaba de aquí para allá y cada tanto pasaba a visitar a todos los sobrinos que tenía en la vieja ciudad. La niebla que cubría a la escollera parecía darle la bienvenida en cada vuelta.

Eran cerca de las dos de la mañana cuando olfateo el olor a tabaco, ella fumaba en el balcón con la mirada perdida en la noche. El aceptó una pitada tras años de no encender uno solo de esos cilindros cancerígenos.

Cuando estaban volviendo a la casa la tomó por detrás y la giró hacia él, sus ojos brillaban señal del llanto que la había invadido. Besó esos labios carnosos como en el pasado, recibiendo una respuesta automática de parte de la mujer.

No llegaron al cuarto que se encontraba al otro lado, la mesa de la pequeña sala les sirvió de lecho improvisado. Contempló las curvas de aquel viejo templo sumergiéndose en ella, la lluvia se llevó los jadeos de ambos y los sumió en un sopor que el alba cortó.

Cuando despertó vio a los dos pequeños, ella conversaba animada con su esposo y él se preparó para poner la farsa en escena. Era hora de conocer a sus nuevos sobrinos.

 

Octava escena

 

Era un antro oscuro, la mujer se llamaba Sandra y en esa noche habría de curarle el mal más grande para un hombre de este tiempo. Apenas recordaría luego cómo es qué se dejó llevar hacia ese lugar, parecía ser que existía una exigencia social en todo aquello.

La mujer se movía lentamente, aunque él estaba embriagado así que todo iba más lento y no supo cuándo fue que aquel asunto llegó a su fin.

Recordaría el camino de ida y el de vuelta, la sonrisa cómplice de ella mientras esperaba a un nuevo cliente y algunas palabras de sus amigos al día siguiente.

Todo lo demás quedó olvidado en las ruinas de su virginidad, lo que lamentaría por muchísimo tiempo.

 

Última escena

 

Sintió el frío de las baldosas, el aire fresco de la mañana que se colaba por la ventana del cuarto. Pensó en esa piel blanca, esos dos ojos azules que lo condenaban siempre, una cabellera teñida en los extremos, el rostro de la mujer que le expedía los comprobantes de pago, la sonrisa de alguna de las estudiantes o las ocurrencias de las demás.

Todo pasó frente a sus ojos en un resplandor, su primera vez, el llanto por un amor no correspondido, las heridas que sangraban sin ser visibles, una mirada huidiza, un ramo de rosas mojado por la lluvia y la pregunta de siempre: ¿por qué?

Al final simplemente se dejó llevar por el deseo, él cual nunca encontraba un cuerpo que lo saciará y contempló como el remolino arrastraba los restos del naufragio. Luego la lluvia, ardiente lluvia, vino a lavar sus heridas y a mantenerlo en este mundo.

 

Extremos


En lugar de recibir el aire de la mañana le cayó una bofetada y un ramillete de insultos dirigidos hacia su humanidad. No podía entender cómo hacía solo unos momentos estaba bebiendo café, rodeado de una paz enorme y ahora le ocurría esto.

Tuvo que sujetarle las muñecas y evitar que le diera con las rodillas, al final optó por arrastrarla hacia adentro no sea cosa que los vecinos se enterarán de ese incidente.

Cuando finalmente se calmó, pudo contemplar que se trataba de una mujer de unos cuarenta y cinco años (sólo una probabilidad, mejor no joder mucho con la edad de del sexo femenino).

—Sos un hijo de puta, vos sos el depravado que se acuesta con mi hija.

 

La miró incrédulo, aún no salía de su asombro cuando ella lo escupió literalmente en la cara y él aflojó la presión sobre sus manos. Luego, se dirigió a la cocina y se secó. Ella se quedó observándome desde el living.

—No sé quién es tu hija comenzó a decir.

—Sos un degenerado, sólo tiene quince años.

—Señora, yo vivo solo. Ni siquiera tengo un perro en la casa. Los únicos que vienen son los gatos sobre el tejado…

 

—Claro y no te basta con ellos. Necesitas destruirle la inocencia a una piba. Vas a pagar las consecuencias y le arrojó uno de los gruesos tomos de historia que tenía de la época de la primaria.

Antes de que siguiera lanzándole proyectiles se acercó a ella, esta le cayó encima golpeándolo con sus pequeñas manos. Nuevamente trató de trabarla y cayeron al suelo. Entonces, en medio de toda la agitación que los rodeaba él la besó. Al principio se resistió para luego aflojar toda la tensión, inmersos en un mar de brazos y piernas desparramados.

Se arrastraron hasta el lecho, el mundo afuera dormía y el sopor los envolvió.

 

—No conozco a tu hija le dijo, no sé quién sos vos.

—Yo si se quién sos, fuimos juntos a la secundaria.

— Ah ¿si?.

—Yo me sentaba detrás tuyo, eras el único que estaba callado la mayor parte de la clase.

—Vos sos Laura le dijo, qué distinta que estás.

—Un matrimonio, tres hijas, un divorcio y varias elecciones desastrosas. Ayer vi a mi hija, entrando a Este lugar. Luego vos saliste y yo saqué conclusiones.

—Detrás de la casa hay un predio del Club Océano que se usa para campamentos, tu hija no entró nunca a éste lugar.

—Mejor para vos entonces me dijo, mientras se vestía y salía. Escuchó la puerta cerrándose y se adormeció.

 

A media mañana despertó, se dio una ducha y preparó café de nuevo. Había llovido en el lapso en el que estuvo durmiendo, así que el aire fresco se colaba por la ventana.

Levantó la pesada enciclopedia Estudiantil que Laura le había arrojado, recordando a una chica de cabellos enrulados que nunca le dirigía la palabra. Sus gafas le daban un aspecto de nerd, siempre había sido así.

Abrió la puerta, sintió al mar rugir al otro lado de los médanos y al terminar la taza se dirigió de nuevo hacia el interior. Sintió unos pasos detrás de suyo, tuvo el tiempo justo de darse vuelta y detener a la gacela que se abalanzó sobre su persona.

—Me acabó de ratear de la escuela, creo que no notarán mi ausencia por un rato.

Instintivamente sus manos habían rodeado su cintura, notó que debajo de la falda no llevaba nada. Ella se percató también de su asombro y le susurró al oído:

—Así será más rápido.

 

Dicho eso se dirigió hacia el interior de la casa, dejando su atuendo esparcido a lo largo de la senda que recorría.

Y él seguía sin comprender cómo hacía sólo unos momentos estaba bebiendo su café, rodeado de una paz enorme y ahora le ocurría esto.

 

Restos de una lluvia de fuego


I)

 

Despertar, sabiendo que el mundo se ha destruido en miles de pedazos, recordando cómo los sueños que tenía se convirtieron en una pesadilla. Peor aún hacerlo en terapia intensiva, el miembro inferior izquierdo amputado, los otros sólo el de arriba sabrá. Durante una eternidad maldijo su suerte, la de los que estaban con él y al final descubrió que no moriría por ello. Tal vez los otros habían tenido mejor destino, mala época para andar tullido por el mundo y sin un centavo en el bolsillo.

 

Con el tiempo aprendió a distinguir a las enfermeras del pabellón, escuchaba quejidos acompañados del llanto al otro lado de las cortinas. Cuando tuvo conciencia de que su hora no había llegado hizo mentalmente una lista de cosas que le quedaban pendientes. Y para su sorpresa era más de una, aunque algunas le parecieron imposible pronto estaba poniéndolas en práctica.

La primera mujer le respondió con una bofetada, las demás se contentaron con ignorarlo pero tras una larga espera consiguió lo qué quería. A la medianoche terminaban los turnos de la tarde, media hora antes la enfermera que lo cuidaba corrió las cortinas cubriendo el catre en donde se alojaba.

Se montó sobre el a horcajadas haciéndole sentir coómo una parte cobraba vida de pronto, ahogó los gemidos saboreándola por completo, recorriendo con su mano útil la totalidad de aquel cuerpo juvenil.

Al final apretó fuerte su cintura sintiendo como el placer alcanzaba su máxima expresión, para luego abandonarlo.

 

II)

 

Al menos, los primeros momentos fueron de euforia. Luego se calmó sabiendo que estaba logrando lo qué había deseado, ni bien la tuvo a su merced sobre la mesa del living y los restos del desayuno, que aún no había levantado, se sacudieron.

Lo qué descubrió superó a lo qué imaginaba, se sació hasta llegar casi al final y se detuvo girándola para comenzar a descender por su espalda. Luego se tomó el tiempo necesario para incursionar una vez más en ese cuerpo, desatando una fuerte tormenta que llegó a un doloroso epílogo.

Después se sentó del otro lado de la casa, a la espera de que su mujer llegará con los niños y encontrará a su amiga aguardándola.

 

III)

 

Nos deslizamos hacia afuera dejando atrás el bullicio de la fiesta, pero no fuimos al mercado que estaba enfrente al edificio.

Desatamos la tormenta un piso más arriba, hurgando entre su ropa y desprendiendo el sostén. Los únicos limones de esa noche serían aquellos sobre los que cerraría mis manos.

Hurgando entre lo más bello, saciando en un frenesí todas las fantasías acumuladas y conteniendo la respiración, jadeante, cuando escuchamos las voces debajo.

Luego nos calmamos, volviendo por separado y notando que nadie se había dado cuenta de nuestra ausencia.

 

IV)

 

Se puso el casco y se aferró al atril, en medio de un círculo de velas negras que llameaban jóvenes. Su iniciador se despojó de la túnica oscura, rasgando la gasa a la altura de la cintura y comenzando a beber de aquellas curvas durante un buen rato.

Comenzó a hurgar dentro de ella hasta que estuvo satisfecho, luego la asió con fuerza de la cintura y redujo a ruinas el santuario hasta que la marea lo invadió.

Se alejó del círculo dejando que la iniciada se recobrara, abandonado aquella torre como tantas otras noches.

sábado

Sopa

Mientras el agua se calentaba comenzó el rito de las bruschette (en singular bruschetta, ergo tostadassiendo ingresadas en el horno, previamente coloqué un poco de aceite en la bandeja con el fin de evitar que el pan se adhiera a la misma y les rocíe idéntico contenido a las fetas (en italiano fetta) y un poco orégano de ambos lados de las rodajas (dado que el provenzal no estaba disponible). Dos caldos al agua, ambos de gallina, zapallo, papa y batata completaron los ingredientes de la minestra (menestra según RAE). La espera valió la pena, aunque las buschette estuvieron cerca del Arroyo del Quemado y de Peter Ustinov. Partida de Warcraft III de por medio sirvió para amenizar la noche del sábado, dado que afuera el tiempo estaba feo y ameritaba un poco de la mezcla en cuestión. Minestra, sempre minestra!