El viento se dedica a repetir su melodía de antaño entre los rincones de la casa, en el primer piso llama a los recuerdos de este día para que no se escapen tan rápido y les compone una oda. Junto al fuego de Prometeo le hemos hecho frente al vendaval que se mete debajo de la ropa sin piedad alguna, bebiendo la tinta roja en dos copas pequeñas previo emisario de un pedazo de queso hacia las entrañas que agradecen la consideración. Luego el festín, los aquí reunidos se vuelven a ver las caras tras casi un lustro en los que hubo muchas sombras, desterrando a las mismas para que las llamas las consuman y podamos descansar sin estar agobiados por todo aquello que nos ocurrió retornando las risas a los espacios vacíos.
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