miércoles

Último verano

La ciudad nos dejó ir después de encontrarnos tras estar perdidos entre sus laberintos de locura y concreto. La ruta se abrió sin oponer resistencia a excepción de los restos de alguna presencia sumada a los reclamos de los desamparados. La playa nublada nos recibió junto con otros extraños quedando las huellas marcadas en la arena, con varias hogueras encendidas en el último episodio de paz. La chimenea soltó la sinfonía bajo su alero teniendo de recompensa el fresco de la noche estrellada. Un tren pasó con sus luces espantando a los insectos, levantando el polvo de la tosca que se asentó sobre las sandalias bajando al centro por esa calle de los adioses.

Celosía

El mundo se desvaneció al compás de los ladridos lejanos y la sierra invadiendo a la madera, la celosía entornó sus ojos dejando que un único rayo pasara para pegarle al sofá naranja volviéndolo el sol artificial que contempló un instante ese durmiente.

Océano, 01/05/2021

Cada vez que volvemos ellos están ahí aunque en ciertos casos son sus recuerdos dado el episodio de partida por tiempo indeterminado. Las casas al costado del camino contienen historias de esos que le hicieron frente a las inclemencias cuando los pastores aún no juntaban el rebaño y el sonido quedó lejos en la noche, aunque basta con esperar a que la helada caiga para sentir dicha interpretación una y otra vez con más o menos público. La obra ha de reiterarse pese a que los concurrentes sean cada vez menos, los álamos detectan el llamado sacudiéndose el frío al agitar sus ramas cuyos mensajes fueron enviados y forman una capa debajo.

Madariaga, 24/04/2022

Al Gaucho de Madariaga

cuyo reloj sigue latiendo en una intersección,

presente y futuro más allá del paso por esta vida

así como las cenizas del final.

 

Entre cañadas yace el puente viejo,

alejado de la ruta por la que ignorantes pasamos

hasta chocarnos con el de la barba

que nos recibe con los brazos abiertos.

 

Sol y sombras,

las araucarias se elevan como torres

para ver la luz arriba

dejando la frescura en la plaza

en la que corretean los locos que aún no saben.

domingo

Cómo enfrenté al dragón

DE CÓMO ENFRENTÉ AL DRAGÓN Y NO ME FUE SEGÚN LO PLANEADO


Aparqué, si es que el término puede ser usado, a mi colosal montura sobre la vía llamada Santa Fe e imbuido en una enorme esperanza, aunque el estómago reflejaba un pavor ahogado, entré en esa mazmorra en busca de mi presa (ignorando que dicha condición estaba por cambiar). Algunas almas extraviadas me contemplaron azoradas, sus ojos enloquecidos por la luz repentina de la antorcha así como la brillantez del yelmo coronado de crines. El viaje se tornó interminable, hasta que por supuesto concluyó, perdiendo la noción de los escalones que eran unos doce, y me encontré en la guarida de la bestia (en su corazón más precisamente). El entrenamiento me indicó que no estaba ahí, nada más quedaba esperar contando las horas en la cadencia de una gotera hasta dar las tres mil seiscientas. La vibración bajo los pies, luego el soplido en el túnel, la luz más tarde, un aldeano que huía asustado y mi hacha de dos cabezas incrustada en uno de sus miles de ojos que se hizo añicos. Después silencio, paz, caí en las entrañas de la bestia conociendo la eternidad. El monólogo lemniscata terminó por aburrirme abriendo los ojos a la luz, las sombras quedaban atrás, descubriendo la prisión acolchonada de un blanco infumable.

 

—Al fin se despierta, ¿sabe quién es usted?

—¿Me pregunta por qué no lo sabe o nos conocemos y ya se olvidó?

—Lo primero.

—Ah, no me acuerdo.

—¿Y qué recuerda?

—Venía por la campiña con mi fiel corcel, que no tiene nombre por si pregunta, admirando el paisaje hasta que los rugidos de la bestia eclipsaron el canto de las sirenas llenando de pesar nuestros corazones.

—¿Nuestros, usted y quién más?

—Yo y el caballo, el burro por delante es su frase de cabecera.

—Veo que la sigue al pie de la letra.

—Sigo entonces. ¡Huían cual bellacos los osados viajeros, desperdigados igual que hormigas en un vendaval, hojas que se secan, migas arrojadas a los pájaros, mierda tirada al río sin contemplaciones por los pescadores, entrañas de un ritual…

—¡Basta!, he entendido la alegoría del miedo que lo afectaba a usted y a su montura.

—A la montura no, me dijo que ahí no entraba ni por joda señalando la caverna de la serpiente.

—¿Por eso fue usted solo?

—Claro, ¿quién más se atrevería?

—¿No llevaba escudero?

—Por favor, el único que lo utilizó se la pegó contra un molino y creía que era un gigante.

—¿Y usted piensa que ahí abajo hay un dragón?

—Sí, es la deducción más lógica.

—Claro, lógico.

—Prosigo, dado que está de acuerdo. Bajé a los avernos cual Hércules descendiendo en búsqueda de Cerbero, de paso rescaté a Teseo que se las tomó sin decir gracias repitiendo el mantra "Debo cambiar las velas, blancas por negras ¿o eran negras por blancas? ¿Yo qué sé?"

Vino después de un rato largo así que sin dudarlo le clavé el hacha en un ojo, pero el desgraciado me engulló y ahora aquí nos encontramos, ¿qué me cuenta extraño?

—En primer lugar usted no fue tragado por una bestia.

—¿No?

—Segundo, no es ningún caballero.

—¿Pero mi armadura, el yelmo, el penacho en honor a Leónidas, el hacha y la montura?

—No es una armadura lo que porta sino un disfraz de cotillón, como mucho un cosplay.

—¿Cotillón?, ¿acaso estoy en las Galias?   

—Bastante lejos de ahí aunque acá cerca están plaza Francia y la pizzería París.

—¿Paris, el troyano, sigue vivo ese hijo de…?

—No, claro que no y encima es un mito.

—Troyano, jefe, troyano.

—Tercero, su montura es una bicicleta y la encontraron sin ruedas en la entrada a la estación once.

—Bandidos seguro han sido, en cuanto me recupere iré al rescate.

—Cuarto, el dragón es el subterráneo.

—¿Sub qué?

—Quinto, su hacha es un inflador y rompió el vidrio cayendo de bruces sobre el piso de un vagón. Ahí lo encontraron.

—No entendí nada de lo que dijo, mi voluntad me hará prevalecer, mi señor está conmigo, primero será el dragón, luego quién sabe qué.

—Lo que es seguro que acá estará un tiempo en observación.

—¿Acá, qué es acá, qué significa observar?

—Esto es en neuropsiquiátrico Sigmundo Claudio y usted es nuestro paciente.

—Braulio, Raimundo Braulio, Caballero de gracia magistral.

—Veo que tiene título, soy el doctor Magno, Alessandro Magno.

—Claro, usted es Alejandro el Grande y no me cree la historia del dragón.

—No se preocupe, tendrá un amigo acá que dice ser Napoleón. Se llama Marcelo, le agradará.

 

Dicho lo cual se fue y me dejó solo.

 

 

Inspirado en el cuento “El dragón” de Ray Bradbury.

Carta a un amigo

Estimado Palenciano: ya nadie escribe por este medio así que me ha parecido un buen momento para romper el maleficio del tiempo que se ha puesto excesivamente consumista.

Lejos han quedado las calles de la simpleza, las noches de probar estrategias y esos tipos arriesgando su vida mientras nosotros nos lastrábamos los grisines. O la búsqueda de esos antros de buena vida en los que te daban un puñado de felicidad consistente en diez fichas. Pues resulta que ahora intentan venderte lo último de lo último que es más de lo mismo pero cambia la generación que lo adquiere sin chistar entregando el sudor del futuro que se disfraza de tarjeta de crédito o certificado de esclavitud si prefiere un eufemismo. Raros aquellos que no cargan con dicho documento, bizarro dirán los modernos sin saber lo valiente que se debe ser para no caer en las trampas del laberinto diseñado para que ninguno salga. No hay Asterión como tampoco ovillo que nos permita salir ya que la prisión es mental de forma tal que la llevamos a todas partes. Hasta nuestros sueños son grabados de manera de vendernos aquello que no necesitamos pero creemos lo contrario siguiendo con la adoración de estampitas que les ha resultado a algunos bastante bien en estos dos milenios y contando. El espía que se encuentra con nosotros jamás podrá descifrar el mensaje que hoy escribo dado que no sabe el significado del lenguaje que empleo y desconoce el método elegido. En caso de que accidentalmente lo descubriera recurriré a los glifos sobre la coraza de los vagones bastando con que usted siga su rastro en bicicleta así no queda registro alguno de la proeza que le encomiendo. De ser considerado un loco recuerde que lidia a diario con el repartidor, el cajero y el jefe, todos ellos tienen algo de familiar pero seguimos intentando descubrir qué. La misión creo yo no presenta mayores inconvenientes siendo que es un avezado en el arte de cruzar la vía para entregarle las cuentas a más de uno, muestra clara de que la correspondencia ha sido degradada pero no el oficio en sí. Al recibir la epístola observe la expresión de su compañero, seguro ha de respirar profundo cavilando el asunto para concluir con estas palabras.

—¡QUÉ CARAJO ES ESTO!

La ausencia de signos de interrogación obedece a que la Remington no los tiene completos en una clara muestra de inculturación, forma bonita de llamar a la invasión del anglicismo.

 

Atte.

 

PGF