La ciudad nos dejó ir después de encontrarnos tras estar perdidos entre sus laberintos de locura y concreto. La ruta se abrió sin oponer resistencia a excepción de los restos de alguna presencia sumada a los reclamos de los desamparados. La playa nublada nos recibió junto con otros extraños quedando las huellas marcadas en la arena, con varias hogueras encendidas en el último episodio de paz. La chimenea soltó la sinfonía bajo su alero teniendo de recompensa el fresco de la noche estrellada. Un tren pasó con sus luces espantando a los insectos, levantando el polvo de la tosca que se asentó sobre las sandalias bajando al centro por esa calle de los adioses.
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
miércoles
Celosía
El mundo se desvaneció al compás de los ladridos lejanos y la sierra invadiendo a la madera, la celosía entornó sus ojos dejando que un único rayo pasara para pegarle al sofá naranja volviéndolo el sol artificial que contempló un instante ese durmiente.
Océano, 01/05/2021
Cada vez que volvemos ellos están ahí aunque en ciertos casos son sus recuerdos dado el episodio de partida por tiempo indeterminado. Las casas al costado del camino contienen historias de esos que le hicieron frente a las inclemencias cuando los pastores aún no juntaban el rebaño y el sonido quedó lejos en la noche, aunque basta con esperar a que la helada caiga para sentir dicha interpretación una y otra vez con más o menos público. La obra ha de reiterarse pese a que los concurrentes sean cada vez menos, los álamos detectan el llamado sacudiéndose el frío al agitar sus ramas cuyos mensajes fueron enviados y forman una capa debajo.
Madariaga, 24/04/2022
Al Gaucho de Madariaga
cuyo reloj sigue latiendo en una intersección,
presente y futuro más allá del paso por esta vida
así como las cenizas del final.
Entre cañadas yace el puente viejo,
alejado de la ruta por la que ignorantes pasamos
hasta chocarnos con el de la barba
que nos recibe con los brazos abiertos.
Sol y sombras,
las araucarias se elevan como torres
para ver la luz arriba
dejando la frescura en la plaza
en la que corretean los locos que aún no saben.
domingo
Cómo enfrenté al dragón
DE CÓMO ENFRENTÉ AL DRAGÓN Y NO ME FUE SEGÚN LO PLANEADO
Aparqué, si es
que el término puede ser usado, a mi colosal montura sobre la vía llamada Santa
Fe e imbuido en una enorme esperanza, aunque el estómago reflejaba un pavor
ahogado, entré en esa mazmorra en busca de mi presa (ignorando que dicha
condición estaba por cambiar). Algunas almas extraviadas me contemplaron
azoradas, sus ojos enloquecidos por la luz repentina de la antorcha así como la
brillantez del yelmo coronado de crines. El viaje se tornó interminable, hasta
que por supuesto concluyó, perdiendo la noción de los escalones que eran unos
doce, y me encontré en la guarida de la bestia (en su corazón más
precisamente). El entrenamiento me indicó que no estaba ahí, nada más quedaba
esperar contando las horas en la cadencia de una gotera hasta dar las tres mil
seiscientas. La vibración bajo los pies, luego el soplido en el túnel, la luz
más tarde, un aldeano que huía asustado y mi hacha de dos cabezas incrustada en
uno de sus miles de ojos que se hizo añicos. Después silencio, paz, caí en las
entrañas de la bestia conociendo la eternidad. El monólogo lemniscata terminó
por aburrirme abriendo los ojos a la luz, las sombras quedaban atrás,
descubriendo la prisión acolchonada de un blanco infumable.
—Al fin se
despierta, ¿sabe quién es usted?
—¿Me pregunta
por qué no lo sabe o nos conocemos y ya se olvidó?
—Lo primero.
—Ah, no me
acuerdo.
—¿Y qué
recuerda?
—Venía por la
campiña con mi fiel corcel, que no tiene nombre por si pregunta, admirando el
paisaje hasta que los rugidos de la bestia eclipsaron el canto de las sirenas
llenando de pesar nuestros corazones.
—¿Nuestros, usted
y quién más?
—Yo y el
caballo, el burro por delante es su frase de cabecera.
—Veo que la
sigue al pie de la letra.
—Sigo
entonces. ¡Huían cual bellacos los osados viajeros, desperdigados igual que
hormigas en un vendaval, hojas que se secan, migas arrojadas a los pájaros,
mierda tirada al río sin contemplaciones por los pescadores, entrañas de un
ritual…
—¡Basta!, he entendido
la alegoría del miedo que lo afectaba a usted y a su montura.
—A la montura
no, me dijo que ahí no entraba ni por joda señalando la caverna de la
serpiente.
—¿Por eso fue
usted solo?
—Claro, ¿quién
más se atrevería?
—¿No llevaba
escudero?
—Por favor, el
único que lo utilizó se la pegó contra un molino y creía que era un gigante.
—¿Y usted
piensa que ahí abajo hay un dragón?
—Sí, es la
deducción más lógica.
—Claro,
lógico.
—Prosigo, dado
que está de acuerdo. Bajé a los avernos cual Hércules descendiendo en búsqueda
de Cerbero, de paso rescaté a Teseo que se las tomó sin decir gracias
repitiendo el mantra "Debo cambiar las velas, blancas por negras ¿o eran negras
por blancas? ¿Yo qué sé?"
Vino después
de un rato largo así que sin dudarlo le clavé el hacha en un ojo, pero el
desgraciado me engulló y ahora aquí nos encontramos, ¿qué me cuenta extraño?
—En primer
lugar usted no fue tragado por una bestia.
—¿No?
—Segundo, no
es ningún caballero.
—¿Pero mi
armadura, el yelmo, el penacho en honor a Leónidas, el hacha y la montura?
—No es una
armadura lo que porta sino un disfraz de cotillón, como mucho un cosplay.
—¿Cotillón?,
¿acaso estoy en las Galias?
—Bastante
lejos de ahí aunque acá cerca están plaza Francia y la pizzería París.
—¿Paris, el troyano,
sigue vivo ese hijo de…?
—No, claro que
no y encima es un mito.
—Troyano,
jefe, troyano.
—Tercero, su
montura es una bicicleta y la encontraron sin ruedas en la entrada a la
estación once.
—Bandidos
seguro han sido, en cuanto me recupere iré al rescate.
—Cuarto, el
dragón es el subterráneo.
—¿Sub qué?
—Quinto, su
hacha es un inflador y rompió el vidrio cayendo de bruces sobre el piso de un
vagón. Ahí lo encontraron.
—No entendí
nada de lo que dijo, mi voluntad me hará prevalecer, mi señor está conmigo,
primero será el dragón, luego quién sabe qué.
—Lo que es
seguro que acá estará un tiempo en observación.
—¿Acá, qué es
acá, qué significa observar?
—Esto es en
neuropsiquiátrico Sigmundo Claudio y usted es nuestro paciente.
—Braulio,
Raimundo Braulio, Caballero de gracia magistral.
—Veo que tiene
título, soy el doctor Magno, Alessandro Magno.
—Claro, usted
es Alejandro el Grande y no me cree la historia del dragón.
—No se
preocupe, tendrá un amigo acá que dice ser Napoleón. Se llama Marcelo, le
agradará.
Dicho lo cual
se fue y me dejó solo.
Inspirado
en el cuento “El dragón” de Ray Bradbury.
Carta a un amigo
Estimado
Palenciano: ya nadie escribe por este medio así que me ha parecido un buen
momento para romper el maleficio del tiempo que se ha puesto excesivamente
consumista.
Lejos han
quedado las calles de la simpleza, las noches de probar estrategias y esos
tipos arriesgando su vida mientras nosotros nos lastrábamos los grisines. O la
búsqueda de esos antros de buena vida en los que te daban un puñado de
felicidad consistente en diez fichas. Pues resulta que ahora intentan venderte
lo último de lo último que es más de lo mismo pero cambia la generación que lo
adquiere sin chistar entregando el sudor del futuro que se disfraza de tarjeta
de crédito o certificado de esclavitud si prefiere un eufemismo. Raros aquellos
que no cargan con dicho documento, bizarro dirán los modernos sin saber lo
valiente que se debe ser para no caer en las trampas del laberinto diseñado
para que ninguno salga. No hay Asterión como tampoco ovillo que nos permita
salir ya que la prisión es mental de forma tal que la llevamos a todas partes. Hasta
nuestros sueños son grabados de manera de vendernos aquello que no necesitamos
pero creemos lo contrario siguiendo con la adoración de estampitas que les ha
resultado a algunos bastante bien en estos dos milenios y contando. El espía
que se encuentra con nosotros jamás podrá descifrar el mensaje que hoy escribo
dado que no sabe el significado del lenguaje que empleo y desconoce el método
elegido. En caso de que accidentalmente lo descubriera recurriré a los glifos
sobre la coraza de los vagones bastando con que usted siga su rastro en
bicicleta así no queda registro alguno de la proeza que le encomiendo. De ser
considerado un loco recuerde que lidia a diario con el repartidor, el cajero y
el jefe, todos ellos tienen algo de familiar pero seguimos intentando descubrir
qué. La misión creo yo no presenta mayores inconvenientes siendo que es un
avezado en el arte de cruzar la vía para entregarle las cuentas a más de uno,
muestra clara de que la correspondencia ha sido degradada pero no el oficio en
sí. Al recibir la epístola observe la expresión de su compañero, seguro ha de
respirar profundo cavilando el asunto para concluir con estas palabras.
—¡QUÉ CARAJO
ES ESTO!
La ausencia de
signos de interrogación obedece a que la Remington no los tiene completos en
una clara muestra de inculturación, forma bonita de llamar a la invasión del
anglicismo.
Atte.
PGF