lunes

Metrópolis


Transmitiendo, nada ha cambiado en dos siglos, un mensaje unívoco desciende desde la metrópolis manteniendo la realidad atada a una única visión. El producto manufacturado bajo la marca República se vende rápido entre los habitantes de los feudos, en los que aún se representa la “Primera noche” como una obra que demuestra lo último de lo último de las modas. Las hormigas siguen dirigiéndose presurosas a ocupar sus lugares dentro de la enorme colmena, en la época estival huirán de esa prisión rumbo al lago de aguas saladas en el que quedarán sedientos y desearán volver al tormento de ese látigo disfrazado de subsistencia, las únicas imágenes asociadas con el resto del territorio son la nieve y el mar. Luego desparece todo lo demás, el remanente de la información la constituyen un montón de datos sin sentido alguno, los de un equipo tratan de llevar agua y apagar el incendio que los detractores, antes detentadores del poder, intentan vender en medio de los 40° C de sensación térmica (otro invento de las mentes poderosas que se refugian en los grises edificios). La basura cubre las portadas de sus publicaciones diarias, al habitante de las alcantarillas sólo le interesa mantener su pequeña posición dentro del esquema de comodidad y para ello traslada la manía de hacer filas a cualquier rincón del país. Despotrica contra los precios excesivos, el peso no alcanza para nada y por eso ahorra en verdes, dejando sus modales así como la basura en las playas en las que nadie vive. O al menos ese es el mito urbano, las costas están habitadas de salvajes que no son personas, tal vez por eso se los pase por encima una y otra vez.

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