Subimos y caímos, el hielo en la cima nos encandiló dejando una marca
interna,
un hilo invisible que une a un montón más de personajes pero se pierde
entre
las rocas eternas convirtiéndose debajo en un hilo de agua sobre el que
las sillas vuelan devolviendo al mundo a los que se atreven en las
alturas.
Los años pasan inevitablemente, el que regresa no es más que un sujeto
extraviado
que llegó un buen día de septiembre con la clara de intención de no
quedarse,
aunque entre los árboles pétreos dejó una inscripción que el tiempo se
ocupó
de volver parte de esas rocas que se disfrazan de plantas para poder
sobrevivir.
El resto se han vuelto guijarros que se precipitan hacia los lagos
desde alturas
verdes y blancas en medio del bullicio que pronto el viento se ocupa de
acallar,
siendo simplemente el epílogo de un viaje que culmina en una estación
más
dando paso al enorme teatro en el que ha de desarrollarse la otra parte
de la obra.
A los que nos despedimos en este viaje.
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