Cárdenas se ha ido

El viejo Oscar era muy metódico, antes de que el gallo cantara para los demás ya estaba enfilando hacia el supermercado y sorprendiendo al sujeto encargado de abrir los portales al público que llegaba siempre un rato más tarde. Todos menos él, que teniendo por manto un cielo celeste y blanco se metía pacientemente entre las góndolas a buscar los productos oteando los precios aquí y allá. Para todo era así, organizado como pocos incluso para preparar el lechón contando con varias bocas de entrada en aquel horno de barro que venía con trampa incluida. Llegaba a la casa cerrando la puerta sobre la que colgaban los últimos campeonatos de Racing, coronados por un cartel que invitaba a no joder aunque enseguida hallaba oposición en la forma de su hijo que era el peor fanático posible: de Boquita. Explicaba todo con una paciencia pasmosa y si el interlocutor se ponía incomprensivo ahí levantaba la voz. 

El viejo Oscar nos ha dejado recientemente, justo el mismo día que jugaron la Academia y el Xeneize, yéndose a buscar a sus hijos allá arriba pero mirando de tanto en tanto al Cilindro amado.  



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