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La
sopa estaba lista, una buena forma de combatir el frío que como un invasor se
hace sentir después del viento y la lluvia. Sin embargo anoche la ventisca no
impidió que encendiera el fuego una vez más ahí en el fondo de casa, las ramas
que el temporal dejó tiradas sirvieron para alimentar a la bestia a la espera
de que los viajeros llegaran. Vino de por medio, anécdota que va y vuelve, un
buenas noches de dos de las personas y el sitio quedó para rememorar las épocas
de estudiantes apretujados junto a una computadora en la que la fantasía se
despliega. La medianoche se fue sucediéndola tres horas y medias que culminaron
con el dúo riéndose de cualquier cosa, yéndose a dormir en una casa cuyos
únicos sonidos a esas alturas eran las de las teclas siendo usadas como botones
de un arcade imaginario.
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