lunes

Ella


Un médico devenido en futbolista acababa de encontrarle una cura a la enfermedad del portero, privándolo de su afección al clavar un puñal en la red contraria.
La panacea en tanto quede tiempo, criarse en la jungla requiere habilidades para sobrevivir a las inclemencias de la civilización.
Él las había sintetizado en patear con eficacia un balón hacia la portería, los minutos pasaban y la enfermedad parecía ceder.
Pero no había tiempo lamentablemente, el árbitro pitó el final, una derrota que no tenía cura, las defensas afiebradas habían resistido hasta el último segundo.
Eso transmitía la pantalla, una victoria que desataba la alegría en una parte del estadio y la desazón en el resto.
Era cuestión de esperar al siguiente encuentro, esperar, de eso trataba todo esto. Algunos esperan que el juez se apiade y lo termine. Otros esperan el alumbramiento, la llegada de una nueva vida al mundo y esto ocurría mientras veíamos el partido.
La pequeña se negaba a llegar todavía, un poco más mamá, primero la gloria, después salgo a escena.
Soy la heroína de esta historia, mis dedos congelan el tiempo cuando aprieto el brazo de papá.
Soy la luz que le da nuevo brillo al mundo, la luz de la esperanza que llega en medio de gritos.
Soy Clara, la que ha marcado a fuego tu tiempo, la vida misma que resurge después de haber menguado.

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