jueves

Womankind (2019)

 FUEGOS

Cuando llegaron a la cima encendieron unos cuantos fuegos cosa de que los de abajo supieran que iniciaba una nueva era y como símbolo del cambio de fuerzas en el trono, aunque a los del barro poco les importaba esto. Esas luces lejanas parecían las festividades de los ricos en tanto el mendrugo bajaba como un meteoro hacia el oscuro vacío al que ninguna antorcha llega, entonces el cerebro consumido añoraba la vuelta de los exiliados como única forma de traer algo más a la mesa de todos los días. La tabla ya no estaba, usada como leña desapareció en dos noches heladas a la que siguieron las cortinas, los marcos y los mangos de ciertos utensilios. Luego las sillas, al final se sentaron en la oscuridad absoluta iniciando una ronda de sueños interrumpida por los sonidos de los estómagos hambrientos. El frío encontró lugar en cada rincón, las luces de las estrellas eran como hielos en medio del firmamento surcado de las lágrimas de los ancestros ante tanta desolación. Cada minuto una agonía esperando el milagro, el maná que vendría del cielo cuando la libertad personificada regresara y en tanto se dedicaron a roer las sobras que caían de lo alto del muro. Los que estaban arriba tras los muros debatían sobre la posibilidad de aumentar los tributos con los que mantener la maquinaria funcionando y pronto el funcionario gordo plenipotenciario bajó a una de las casas derruidas. Allí se instaló con un montón de asesores que recibían una parte del botín, confiscando la pobreza de las manos de aquellos que carecían de nada y retirando hasta las migas con las que pretendían ilusamente alimentar a sus familias. Un porcentaje alto llegaba hasta el bastión que se encontraba en reparación, aunque por el camino partes del metal se quedaban en cada una de las etapas del control y a la larga los números seguían en rojo. Pasó el invierno, los aldeanos emparcharon sus propiedades ajadas que se asemejaban a piedras secas de las que pretendían sacar un cobre, destinando las mismas a alquileres durante el estío. Olvidaron pronto las penurias, la situación repetida hasta hartar al hartazgo, los aprietes al bolsillo y la mano del Estado que caían con rigor sobre la masa desarmada así como el otro brazo que parecía agujereado de tanto dar para mantener a la horda acallada. Midieron el instante en el que existían sin ninguna consideración por un futuro no tan lejano, lograron encender sus fogatas con los sueños de los más pequeños a los que no les dejarían nada excepto el conformismo de saber que esto no cambiaría nunca. El problema radicaba en que para que un estado de cosas se modifique no hay que esperar a que por arte de magia o designio de los dioses ello ocurra, sino modificar las conductas con miras a obtener un resultado distinto. Lo contrario es un aval a todas las acciones llevadas a cabo por los sucesivos amos, los que deberían recordar que la fuente de su poder no son sus riquezas o sus armas sino aquellos que moran ahí en el llano. Pero desde los muros el mundo se ve distinto, apenas unos puntos semejantes a pixeles que se mueven debajo y un hilo de baba que de cerca seguro sea un río impetuoso. El mismo ímpetu con el que los últimos gobernantes son desalojados, entonces la enorme fuerza entra en escena aunque no es más que una vuelta al pasado y se dedica a derribar los estandartes de sus predecesores. Luego la mano huesuda toma una de las teas que cuelga de las torres arrojándola a las manos de uno de los tantos esbirros, el que se ocupa de hacer correr la voz sobre el regreso de los días más felices y enciende fuegos en diversos lugares, pero nunca les enseña a generar el mismo sin la ayuda de arriba. Ahí aquellos que han recibido los embates de los recortes se acercan a hacer la enorme fila para poder finalmente calentar las tripas, en el tazón que reciben está tallada la imagen del líder infalible en los tiempos difíciles. Todos los pecados yacen perdonados, basta con inclinar la cabeza ante su majestuosidad y dejar el momento retratado en los libros de historia, a los cuales sólo algunos eruditos acceden. Entonan viejas canciones vitoreando al movimiento eterno que se ocupa de no renovar nada, administrando los faltantes dado que se los han llevado como parte del saqueo de despedida y ahora los emplean a los fines de poder seguir con el curro. El cuento es semejante al de un manual de adoctrinamiento, solamente con ellos es posible que el asunto marche rumbo a un éxito asegurado vendido a lo largo de tres cuartos de siglo. El de pensar que únicamente los colores propios son los que sirven a la hora de evitar el arrecife, pero negando el hecho de que ya el barco ha encallado sin posibilidad alguna de retorno. Ahora a esperar que la marea se ocupe de romper en pedazos los maderos, usando estos para encender un nuevo fuego en la playa y calentarse mientras los demás se hunden. Caníbales que sacrifican a los de su propia especie, sin remordimientos y con la conciencia limpia dado que jamás han tenido una que los acompañe. Entre las paredes húmedas cuelga el retrato del salvador supremo rioplatense, cuya cara cambia deteriorándose producto de la corrupción del poder y esto se extiende como una mancha hasta los verdes campos que de a poco mueren.    

Womankind, 2019.

Memorias de un vagabundo (2019)

Una resma de hojas comprada con los últimos billetes que le quedaban en el bolsillo, luego se haría a la mar en medio de esa jungla de edificios que no tenían nada parecido al océano excepto la sangre que se derramaba todos los días intentando parecer una sociedad civilizada. Pero estaba lejos de eso tanto como las lágrimas del creador cayendo sobre los rascacielos, para encontrar el concreto debajo y luego simplemente desaparecer. Aunque a veces se filtraban por una hendidura haciendo crecer un pequeño árbol que se elevaría al cielo, la leyenda urbana dice que un día ese monstruo verde eclipsará al edificio más alto marcando el final de los tiempos del ser humano. Pero por ahora esto parece lejano, la ciudad alberga los desechos de la humanidad en una inmensa pila de restos que ocupan cada hendija que se encuentra sin morador. Se produce para luego tirar volviendo a adquirir un nuevo boleto al paraíso, un pedazo de material que no logrará pasar la Estigia en el descenso hacia el otro lado. Pero de qué lado me hablan, si acá llegó el organismo salido de ese lago de agua salada para alzarse sobre los demás seres vivos en una especie de autoproclamación en divinidad, empezando por las pinturas en las cavernas hasta alcanzar su máxima expresión con la fotito de cada momento en el que se respira. Luego el silencio, los anónimos son cada vez menos, el resto parece excesivamente concentrado en un juego de espías e indignaciones. No hay nada peor que saber que al otro, contacto, le está yendo bien cuando la basura empieza a apoderarse de nuestra realidad. Así que el tipo que laburaba en la papelera no prestó atención a ese vagabundo que dilapidaba sus últimos ahorros en un montón de hojas vacías, a quién carajo le podían importar esas cosas en este momento de digitalización. Ni siquiera se percató de lo gastado de los billetes, el buen día se quedó sin llegar a buen puerto, luego el sonido del timbre en la puerta cuando el náufrago se alejó y ese fue todo el contacto humano que recibió. Lo demás serían mensajes virtuales sin señales de humo, aunque el incendio estaba ahí latente esperando que los homos sapiens le arrojaran un poco más de leña a los fines de poder comenzar a arder. Sería tarde cuando las sirenas comenzaran a sonar, la última esperanza de evitar el arrecife yacía huyendo calle abajo con un montón de papel inmaculado y una sonrisa semejante a una mueca. Él más que nadie comprendía el rumbo que sus hermanos habían tomado, así que simplemente se dedicaba a intentar dejar grabado en alguna parte un mensaje de despedida que en realidad era la marca de su existencia, escribo porque existo. Respiro en la profundidad de esos campos blancos, siempre nevados hasta que la tinta viene a derretirlos volviéndolos un bosque literario que se esparce rápidamente. Finalmente, en el acto de cierre ese verde prado se queda atrás en tanto encaramos la siguiente obra buscando ocupar las rajaduras que se extienden por todas partes de esta estructura decadente que recibe el nombre de sociedad. Parece ser que he llegado tarde nuevamente para quedarme afuera de la obra que ha de desarrollarse sin mí como protagonista, previa paga de los tributos necesarios a los fines de acceder a este universo monetario que nos deja un par de gotas de agua para sobrevivir. Lo necesario sumado a una resma que pierde su virginidad de a pedazos, lo que tardo en mancillar el blanco puro con estos brazos de metal forjados en un lugar remoto.-


Memorias de un vagabundo, 2019.

Desde Plaza Galo (versión original, 2018)

I

 

*** 

Gotas, gotas desprendiéndose de los tejados, gotas golpeando el cuerpo completo de los perros de la calle. El viento manipula la cortina de agua a su antojo, la luz de la calle recibe una granizada, la oscuridad de pronto invade el ambiente. Falta una hora para el amanecer en un lunes que se presenta ya insoportable, el domingo en la mañana resulta más alentador  pero después de las cinco caemos en la melancolía que anuncia lo inevitable. Otra semana más comienza, con una linterna que obra de auxiliar de último momento pretendo esquivar los peligros que acechan en medio de ese apagón, algo habitual en este lugar así que no queda más que resignarse esperando que la electricidad regrese. La campera empieza a empaparse, a la lluvia no le gusta ver otra cosa que no sea un paisaje uniforme. Pretendería demasiado si cesara por un momento la descarga de agua que recibo sobre los hombros, para colmo la bufanda hace que se me empañen los lentes complicando aún más la travesía de esta mañana gris, ya extraño el sol del sábado que parece una historia demasiado lejana tanto o más que las incursiones bajo esa luz. Definitivamente nos atamos a obligaciones para poder sobrevivir pero no soportamos esas cadenas, cualquier salida sería aceptada sin pensarlo ante esta postal de comienzo de semana, algo un poco más acogedor con un café de por medio y las manos entibiadas. Ahora no resta sino cruzar lo más rápido posible esa tormenta que es un paisaje repetido, a dónde se ha ido la luz, en dónde el sol estará para poder dirigirnos en este primer acto del día. Ninguna respuesta, excepto los charcos que se forman en la esquina haciendo que todo se dificulte un poco más. La única beneficiada en este diluvio es la Negra, ella tiene el placer de observar todo desde la comodidad de un alero mientras los demás jugamos bajo este cielo. A veces envidio su suerte aunque ocurra lo que ocurra estará ahí al regreso, como si nada de esto hubiera pasado y se limitará a lamerme la mano invitándome a entrar. El único problema a esto es que el código de seguridad no aparece por ninguna parte, aunque si sus ladridos fueran palabras me diría que está en el bolsillo opuesto a mi lado más hábil.


Desde Plaza Galo Original, 2018.


miércoles

A través de una lluvia de fuego

 Primera escena

 

El hombre despertó sobresaltado, como si de pronto emergiera de una pesadilla y el mar le recordó la borrachera pasada. La mujer lo observaba desde la cima de un pequeño médano, se dio cuenta de que los nuevos huéspedes ya habían llegado.

Escuchó con paciencia, mientras el sol le quemaba la espalda, una enorme reprimenda de la recién llegada. Pudo ver que usaba uno de esos anteojos de sol que le cubrían gran parte del rostro, la vio perderse dentro de la casa mientras él limpiaba la bajada para el vehículo.

El consorte de la mujer dejó abierto el baúl del automóvil en señal de que deseaba que le descargara el equipaje, al culminar con la tarea se le pidió que preparará el fuego para la cena de esa noche.

Ella descendió hacia la playa harta de esperar a los amigos de su pareja, mientras éste leía un libro sobre historia política y degustaba un vino en el interior de la casa. La luna comenzaba a ocultarse detrás de gruesas nubes negras, dejando al mar como un gigantesco espejo eclipsado.

Apenas fue un golpe, frío y certero, tras lo cual se cubrió el cuerpo con la sangre de su víctima y dejo que el fuego cubriera aquel lugar de perdición. Cuando ella regresó observó cómo su futuro se hacía humo, atravesando un mar de llamas y cenizas hasta encontrar el cuerpo de su amado.

También halló a su victimario, manchado de rojo, las uñas le desgarraron las vestiduras y descubrieron la piel blanca debajo. Pudo ver el terror en sus ojos cuando penetró en ella, con cada movimiento de la tormenta desatada supo de las historias anteriores a ese momento y al final al calmarse la ventisca bebió del mar rojo que la recorría, hasta saciarse completamente.

Luego al abrigo de las llamas corrió hacia el océano que le lavó las manchas, mientras la arena se tragaba aquel lugar y él bebía en la playa a la espera de la siguiente marea.

 

Segunda escena

 

El traje lo hacía sentirse como una sardina enlatada, tantas formalidades le parecían un exceso pero así funcionaba éste mundo. El lugar estaba repleto de personas a las que no se cruzaba durante el resto del año, tal vez porque su clase era la de los viernes a última hora y el resto ya estaba pensando en el fin de semana.

Contempló el mar de directivos, políticos, sindicalistas, docentes, alumnos y padres, vio a varios niños jugando entre las sombras que proyectaba la institución. La ocasión de aquella reunión era la inauguración de una nueva ampliación, lo que permitiría admitir más estudiantes en esa comunidad costera.

El año aún no tocaba a su fin, así que tanta sociabilidad le molestaba de sobremanera y más aún tener que estar de gala. El viento anunciaba la tormenta que estaba por venir, la sarrasón comenzaba a cubrir el aire. Notó entonces en toda esa atmosfera gris un revoleo de faldas verdes y a su portadora.

Apenas habían intercambiado unas palabras en todo el año, recordaba un par de insinuaciones a las que no le dio importancia y la historia quedo ahí. Volvió a cruzar su mirada con ella, todo lo demás pareció desvanecerse.

Atrás quedaron las risas, las voces de los otros, las sombras los cubrieron y él fue a su encuentro. Bebió hasta saciarse en el mar de sus labios recostándola sobre el material remanente de la ampliación, levantándole la falda a la vez que descubría su pecho. Una oleada violenta invadió a la mujer, la noche engulló sus gemidos mientras los movimientos se hacían más frenéticos, hasta alcanzar el éxtasis definitivo.

Contempló su reloj y supo que era la hora de ponerle punto final a la clase.

—La moral varía con el tiempo, así lo que hoy está prohibido mañana puede ser permitido sentenció. Sus estudiantes comenzaron a marcharse, notando como ahora esa otra persona formaba parte del paisaje gris de la indiferencia.

 

Tercera escena

 

Febrero se iba, las personas parecían correr presurosas tras los días que se les venían encima y el hombre contemplaba esto con total desinterés. Lanzó la colilla a la acera, cerrando la puerta de su oficina y saliendo al corredor interno.

El aire estaba viciado de los olores que provenían de afuera, pero en particular de la humedad, el encierro y los años del edificio. Una atmosfera vetusta pensó, mientras abría la puerta del pequeño cuarto. Verificó que la cámara estuviera debidamente enfocada sobre el lecho, luego se sentó a esperar que sonara el timbre.

El viejo chirrido lo sacó de su ensimismamiento, su visitante acababa de llegar. No hubo preámbulos, ni bienvenidas, ella ingreso por el pasillo y se introdujo en el cuarto. Se desvistieron sin intercambiar palabra alguna, llevados por una vorágine que los dejó exhaustos.

Sin embargo ella no se detuvo un instante, se vistió y volvió por donde había venido. Entonces él, tras recuperar el aliento, apagó la cámara, vistiéndose y volviendo a su oficina. El viejo ordenador soltó un sonido al encender, descargó el contenido de la filmación en el disco duro y contempló la escena.

Todo comenzaba suave, acelerándose luego hasta convertirse en una acción violenta. Ella arqueaba levemente su cuello con cada embate, apenas emitiendo un gemido que quedaba sofocado cuando el encontraba su boca. Al final tomó el pequeño disco recién grabado, bebió el caballito blanco que escondía debajo de le mesada y se dirigió hacia la costanera.

 

Cuarta escena

 

Era un día caluroso, las calles de tierra levantaban una polvareda y dañaban la vista. Todo parecía un gran espejismo, lamentablemente la falta de dinero era lo único real. Se detuvo a la entrada de su casa, colgando el saco en el viejo árbol y tomó el último cigarrillo, mientras estrujaba el paquete vacío.

La situación al otro lado de la calle era totalmente diferente, siempre parecía reinar un clima de fiesta y de holgura. La única hija de sus vecinos se encontraba generalmente rodeada de aduladores, sin embargo esa tarde tomaba el sol semidesnuda en una reposera.

Una sombra cruzó en ese momento por su mente, terminó de fumar y se dirigió hacia el otro lado. La tomó de un brazo mientras ella lanzaba un grito ahogado, llevándola hacia la construcción que se levantaba detrás de la casa. Se desprendió la corbata y la empleo para sujetarle las manos, al tiempo que la arrojaba sobre un desvencijado catre.

Las pocas prendas que ella llevaba quedaron a un costado, el descargó toda su furia sobre su cuerpo y luego los dos entraron en los reinos de Morfeo. Un ruido en la entrada a la obra la despertó, contempló cómo los empleados empezaban a despejar el lugar del material que no servía.

Horrorizada deseó no ser encontrada allí con un extraño, pero no atinó a reaccionar. Su acompañante había despertado con el primer sonido y comenzó a hurgar debajo de su cintura, invadiendo aquel recinto sombrío mientras ella ahogaba sus gemidos.

Cuando el último de los obreros se retiró él se vistió sin prisa, dirigiéndose hacia su casa y llevándose los cigarrillos que ella dejó a un lado de la reposera.

 

Quinta escena

 

Marzo transcurre lentamente, el verano toca a su fin y los pocos turistas que aún quedan invaden la ciudad tras la niebla. En esa tarde calurosa él espera que ella salga de trabajar, observando el ir y venir de las camareras en el restaurante que se encuentra enfrente.

Llevan un tiempo sin verse, los recuerdos afloran haciendo la espera más corta. Un traje de baño excesivamente pequeño para sus dotes cae al piso, ella lo introduce en un mundo que ha desconocido y que ni siquiera podía imaginarse.

 

Ahora, varios meses después, volverán a verse. Ella necesita buscar un lugar en dónde vivir el resto del año, él ha prometido acompañarla. El pequeño ascensor los llevó hacia el cuarto piso, el administrador del edificio los dejó solos para que vieran el departamento.

El lugar era pequeño, una cocina, un baño y una cama en el living, el costo tal vez era alto pero más barato que en otros lados. Ella se sentó sobre el cubrecama rojo, él la contemplo igual que en su primer encuentro y no tuvieron que decirse nada más.

Jaló de la ropa interior de su amante, invadido por la excitación y el deseo, fue algo rápido temiendo ser descubiertos. Apenas un instante más para recuperarse del reciente convite y luego salieron al pasillo, el cuarto quedó solo como al principio.

 

Sexta escena

 

No sabía que creer, sin embargo eso no era lo peor. Consultó a otros colegas y al final terminó marcando el último número en la lista, el de su expareja.

Ella acudió a la cita producida como siempre, una forma de demostrarle que seguía adelante y tratar de desmerecerlo.

El planteó el caso sin demasiadas vueltas, un paciente internado de cuyo diario surgían en detalle distintas relaciones a través del tiempo y que podían haber terminados con más de una muerte.

Ella encendió un cigarrillo sabiendo que el odiaba que fumara en un espacio cerrado, sin embargo no se lo demostró. Simplemente le acercó un cenicero y espero que ella le diera una respuesta.

Como tantos otros, muchas veces solo se animan a contar aquello que habrían deseado que ocurriera y por ser unos reprimidos simplemente no lo hicieron. Después de todo la moral no va con el sexo y tampoco conmigo, dijo ella mientras cruzaba las piernas.

El entendió la provocación detrás de aquella frase, corrió la mesita que los separaba y se abalanzó sobre la mujer, jalando de su blusa mientras buscaba debajo de su falda. Descubrió algunos cambios en relación a otros encuentros, colocando sus piernas sobre sus hombros al tiempo que violentaba su seno.

Con un último estertor se sació por completo, no dejó que ella se recuperara, la tomó del brazo y la llevó a la rastra hasta afuera, cerrando la puerta de su consultorio. Luego se dirigió hacia la mesita y procedió a vaciar el cenicero.  

 

Séptima escena

 

Era curioso, todo alrededor parecía haber cambiado pero aquel lugar estaba como en la época en la que se conocieron. La mujer había vuelto sola, su pareja se encontraba a unos miles de kilómetros de allí junto a sus críos.

Por su parte él no había formado una familia, simplemente deambulaba de aquí para allá y cada tanto pasaba a visitar a todos los sobrinos que tenía en la vieja ciudad. La niebla que cubría a la escollera parecía darle la bienvenida en cada vuelta.

Eran cerca de las dos de la mañana cuando olfateo el olor a tabaco, ella fumaba en el balcón con la mirada perdida en la noche. El aceptó una pitada tras años de no encender uno solo de esos cilindros cancerígenos.

Cuando estaban volviendo a la casa la tomó por detrás y la giró hacia él, sus ojos brillaban señal del llanto que la había invadido. Besó esos labios carnosos como en el pasado, recibiendo una respuesta automática de parte de la mujer.

No llegaron al cuarto que se encontraba al otro lado, la mesa de la pequeña sala les sirvió de lecho improvisado. Contempló las curvas de aquel viejo templo sumergiéndose en ella, la lluvia se llevó los jadeos de ambos y los sumió en un sopor que el alba cortó.

Cuando despertó vio a los dos pequeños, ella conversaba animada con su esposo y él se preparó para poner la farsa en escena. Era hora de conocer a sus nuevos sobrinos.

 

Octava escena

 

Era un antro oscuro, la mujer se llamaba Sandra y en esa noche habría de curarle el mal más grande para un hombre de este tiempo. Apenas recordaría luego cómo es qué se dejó llevar hacia ese lugar, parecía ser que existía una exigencia social en todo aquello.

La mujer se movía lentamente, aunque él estaba embriagado así que todo iba más lento y no supo cuándo fue que aquel asunto llegó a su fin.

Recordaría el camino de ida y el de vuelta, la sonrisa cómplice de ella mientras esperaba a un nuevo cliente y algunas palabras de sus amigos al día siguiente.

Todo lo demás quedó olvidado en las ruinas de su virginidad, lo que lamentaría por muchísimo tiempo.

 

Última escena

 

Sintió el frío de las baldosas, el aire fresco de la mañana que se colaba por la ventana del cuarto. Pensó en esa piel blanca, esos dos ojos azules que lo condenaban siempre, una cabellera teñida en los extremos, el rostro de la mujer que le expedía los comprobantes de pago, la sonrisa de alguna de las estudiantes o las ocurrencias de las demás.

Todo pasó frente a sus ojos en un resplandor, su primera vez, el llanto por un amor no correspondido, las heridas que sangraban sin ser visibles, una mirada huidiza, un ramo de rosas mojado por la lluvia y la pregunta de siempre: ¿por qué?

Al final simplemente se dejó llevar por el deseo, él cual nunca encontraba un cuerpo que lo saciará y contempló como el remolino arrastraba los restos del naufragio. Luego la lluvia, ardiente lluvia, vino a lavar sus heridas y a mantenerlo en este mundo.

 

Extremos


En lugar de recibir el aire de la mañana le cayó una bofetada y un ramillete de insultos dirigidos hacia su humanidad. No podía entender cómo hacía solo unos momentos estaba bebiendo café, rodeado de una paz enorme y ahora le ocurría esto.

Tuvo que sujetarle las muñecas y evitar que le diera con las rodillas, al final optó por arrastrarla hacia adentro no sea cosa que los vecinos se enterarán de ese incidente.

Cuando finalmente se calmó, pudo contemplar que se trataba de una mujer de unos cuarenta y cinco años (sólo una probabilidad, mejor no joder mucho con la edad de del sexo femenino).

—Sos un hijo de puta, vos sos el depravado que se acuesta con mi hija.

 

La miró incrédulo, aún no salía de su asombro cuando ella lo escupió literalmente en la cara y él aflojó la presión sobre sus manos. Luego, se dirigió a la cocina y se secó. Ella se quedó observándome desde el living.

—No sé quién es tu hija comenzó a decir.

—Sos un degenerado, sólo tiene quince años.

—Señora, yo vivo solo. Ni siquiera tengo un perro en la casa. Los únicos que vienen son los gatos sobre el tejado…

 

—Claro y no te basta con ellos. Necesitas destruirle la inocencia a una piba. Vas a pagar las consecuencias y le arrojó uno de los gruesos tomos de historia que tenía de la época de la primaria.

Antes de que siguiera lanzándole proyectiles se acercó a ella, esta le cayó encima golpeándolo con sus pequeñas manos. Nuevamente trató de trabarla y cayeron al suelo. Entonces, en medio de toda la agitación que los rodeaba él la besó. Al principio se resistió para luego aflojar toda la tensión, inmersos en un mar de brazos y piernas desparramados.

Se arrastraron hasta el lecho, el mundo afuera dormía y el sopor los envolvió.

 

—No conozco a tu hija le dijo, no sé quién sos vos.

—Yo si se quién sos, fuimos juntos a la secundaria.

— Ah ¿si?.

—Yo me sentaba detrás tuyo, eras el único que estaba callado la mayor parte de la clase.

—Vos sos Laura le dijo, qué distinta que estás.

—Un matrimonio, tres hijas, un divorcio y varias elecciones desastrosas. Ayer vi a mi hija, entrando a Este lugar. Luego vos saliste y yo saqué conclusiones.

—Detrás de la casa hay un predio del Club Océano que se usa para campamentos, tu hija no entró nunca a éste lugar.

—Mejor para vos entonces me dijo, mientras se vestía y salía. Escuchó la puerta cerrándose y se adormeció.

 

A media mañana despertó, se dio una ducha y preparó café de nuevo. Había llovido en el lapso en el que estuvo durmiendo, así que el aire fresco se colaba por la ventana.

Levantó la pesada enciclopedia Estudiantil que Laura le había arrojado, recordando a una chica de cabellos enrulados que nunca le dirigía la palabra. Sus gafas le daban un aspecto de nerd, siempre había sido así.

Abrió la puerta, sintió al mar rugir al otro lado de los médanos y al terminar la taza se dirigió de nuevo hacia el interior. Sintió unos pasos detrás de suyo, tuvo el tiempo justo de darse vuelta y detener a la gacela que se abalanzó sobre su persona.

—Me acabó de ratear de la escuela, creo que no notarán mi ausencia por un rato.

Instintivamente sus manos habían rodeado su cintura, notó que debajo de la falda no llevaba nada. Ella se percató también de su asombro y le susurró al oído:

—Así será más rápido.

 

Dicho eso se dirigió hacia el interior de la casa, dejando su atuendo esparcido a lo largo de la senda que recorría.

Y él seguía sin comprender cómo hacía sólo unos momentos estaba bebiendo su café, rodeado de una paz enorme y ahora le ocurría esto.

 

Restos de una lluvia de fuego


I)

 

Despertar, sabiendo que el mundo se ha destruido en miles de pedazos, recordando cómo los sueños que tenía se convirtieron en una pesadilla. Peor aún hacerlo en terapia intensiva, el miembro inferior izquierdo amputado, los otros sólo el de arriba sabrá. Durante una eternidad maldijo su suerte, la de los que estaban con él y al final descubrió que no moriría por ello. Tal vez los otros habían tenido mejor destino, mala época para andar tullido por el mundo y sin un centavo en el bolsillo.

 

Con el tiempo aprendió a distinguir a las enfermeras del pabellón, escuchaba quejidos acompañados del llanto al otro lado de las cortinas. Cuando tuvo conciencia de que su hora no había llegado hizo mentalmente una lista de cosas que le quedaban pendientes. Y para su sorpresa era más de una, aunque algunas le parecieron imposible pronto estaba poniéndolas en práctica.

La primera mujer le respondió con una bofetada, las demás se contentaron con ignorarlo pero tras una larga espera consiguió lo qué quería. A la medianoche terminaban los turnos de la tarde, media hora antes la enfermera que lo cuidaba corrió las cortinas cubriendo el catre en donde se alojaba.

Se montó sobre el a horcajadas haciéndole sentir coómo una parte cobraba vida de pronto, ahogó los gemidos saboreándola por completo, recorriendo con su mano útil la totalidad de aquel cuerpo juvenil.

Al final apretó fuerte su cintura sintiendo como el placer alcanzaba su máxima expresión, para luego abandonarlo.

 

II)

 

Al menos, los primeros momentos fueron de euforia. Luego se calmó sabiendo que estaba logrando lo qué había deseado, ni bien la tuvo a su merced sobre la mesa del living y los restos del desayuno, que aún no había levantado, se sacudieron.

Lo qué descubrió superó a lo qué imaginaba, se sació hasta llegar casi al final y se detuvo girándola para comenzar a descender por su espalda. Luego se tomó el tiempo necesario para incursionar una vez más en ese cuerpo, desatando una fuerte tormenta que llegó a un doloroso epílogo.

Después se sentó del otro lado de la casa, a la espera de que su mujer llegará con los niños y encontrará a su amiga aguardándola.

 

III)

 

Nos deslizamos hacia afuera dejando atrás el bullicio de la fiesta, pero no fuimos al mercado que estaba enfrente al edificio.

Desatamos la tormenta un piso más arriba, hurgando entre su ropa y desprendiendo el sostén. Los únicos limones de esa noche serían aquellos sobre los que cerraría mis manos.

Hurgando entre lo más bello, saciando en un frenesí todas las fantasías acumuladas y conteniendo la respiración, jadeante, cuando escuchamos las voces debajo.

Luego nos calmamos, volviendo por separado y notando que nadie se había dado cuenta de nuestra ausencia.

 

IV)

 

Se puso el casco y se aferró al atril, en medio de un círculo de velas negras que llameaban jóvenes. Su iniciador se despojó de la túnica oscura, rasgando la gasa a la altura de la cintura y comenzando a beber de aquellas curvas durante un buen rato.

Comenzó a hurgar dentro de ella hasta que estuvo satisfecho, luego la asió con fuerza de la cintura y redujo a ruinas el santuario hasta que la marea lo invadió.

Se alejó del círculo dejando que la iniciada se recobrara, abandonado aquella torre como tantas otras noches.

sábado

Sopa

Mientras el agua se calentaba comenzó el rito de las bruschette (en singular bruschetta, ergo tostadassiendo ingresadas en el horno, previamente coloqué un poco de aceite en la bandeja con el fin de evitar que el pan se adhiera a la misma y les rocíe idéntico contenido a las fetas (en italiano fetta) y un poco orégano de ambos lados de las rodajas (dado que el provenzal no estaba disponible). Dos caldos al agua, ambos de gallina, zapallo, papa y batata completaron los ingredientes de la minestra (menestra según RAE). La espera valió la pena, aunque las buschette estuvieron cerca del Arroyo del Quemado y de Peter Ustinov. Partida de Warcraft III de por medio sirvió para amenizar la noche del sábado, dado que afuera el tiempo estaba feo y ameritaba un poco de la mezcla en cuestión. Minestra, sempre minestra!

sábado

Carne molida

Pase y vea mi buen cliente que aquí tenemos precios para todos los bolsillos y materia prima para todos los gustos, hasta la señora coqueta que no sabe leer el letrero acerca de no ingresar con animales tiene un espacio reservado en la exhibición. 
Venga, vea estas gangas que se nos escapan de las manos como el líquido rojo mezclado con el sudor de la frente limpiado con él mismo delantal que de tantas manchas ya no recuerda al blanco.
Venga, le haremos un descuento por el collar que encontró en la pila de carne molida y una vez lavado se lo puede llevar de obsequio.
Eso sí, no venga usted también con una mascota o terminará siendo parte de los cortes cárnicos igual que la señora de alta alcurnia cuyos ojos fueron a parar al caldo cocinado atrás de bambalinas y que cenarán esta noche aquellos que vienen a buscar un pedazo de osamenta espantados por el frío de la calle.
¡Está caliente, se lo puede tomar de un sorbo y seguir viaje!

Sagan

Por una de esas cosas inexplicables de la vida llegó a mis jóvenes manos un ejemplar de la serie "Cosmos", obra del genial Carl Sagan y a mis diez años me puse a leerla sin analizar nada (dado que no tenía tal capacidad). Desde entonces he sentido un peculiar respeto por el universo y la pequeñez que nos envuelve, tanta como la sensación de ver al océano desde una orilla. Así, el segundo de los libros creados entre finales de 2018 y mediados de 2019 necesariamente conduce al espacio, la literatura en este sentido es semejante al mismo éter dada su condición de infinita. 

domingo

Oda al Pancho

Franco y tranquilo Pancho,

el amable pan

blando cómo la caricia de una madre,

envuelve el sabor generoso de la salchicha

de vida injusta, burlada.

Noble y siempre presente, barata hasta el desprecio y cumplidora,

la mayonesa picante se aferra a las esferas doradas de papa

Y este pancho es un poema, una oda a las papilas gustativas y una burla a los infames.

Estoy comiendo un pancho,

me pregunto a qué Francisco descuidado le habrá hurtado el sobrenombre.

Alimento franco y tranquilo,

Pancho.

El pan amable y blando se ciñe al embutido como la caricia de una madre.

Así envuelve el sabor generoso de la salchicha.

Pobre,

salchicha por fálica burlada. 

Odiada por igual por machirulos y hembras de pañuelo verde. Salchicha patriarcal y medio rara,

carne de vida injusta, tenida en menos. 

Injuriada por la ferocidad del chorizo y la popularidad de la hamburguesa.

Pero noble y siempre presente, barata hasta el desprecio y cumplidora.

Su Dios le otorgó un manto, ornamento dorado y corona.

Mayonesa picante aferrada a las esferas doradas de papa que no convocarán a ningún dragón, por hoy.

El pancho es un poema, una oda a las papilas gustativas y una burla a los infames.

¡Viva el pancho carajo! Barato, calórico y condimentado...macho pancho, como el gaucho de esta pampa...muere y lentamente mata.

Drama y arte, cómo un plato pintado por Marta Minujín, listo para que siete locos lo cocinen con sus rebeldes lanzallamas.

¡Viva la patria! El pancho les pone el pecho a las balas

y no la sigo alargando por qué se me enfría.

domingo

1983

El retorno de la democracia con la elección como presidente de Raúl Alfonsín marcó la primera señal de esperanza tras las décadas trágicas que siguieron a 1955, siendo la piedra fundacional de los 40 años de democracia ininterrumpida (el récor de nuestra joven nación en la materia). Pese a sus falencias y a lo mucho que falta todavía, aunque un sector de la sociedad piense que es mejor que gobierne siempre el mismo partido, las transiciones son necesarias para oxigenar al sistema que requiere evolucionar aún más. Los cambios son inevitables por más rígido e inamovible que parezca un estado de cosas, bien demostrado está a lo largo de la historia argentina. Diciembre de 1983 marca un hito, tal vez él más relevante para el sistema democrático, dado que millones de personas (y no los miles que pregonan bajando un cuadro) concurrieron a sufragar por primera vez. El voto es la principal arma del ciudadano, por no decir la única, ya que el derecho a peticionar ante las autoridades (las manifestaciones, las acciones judiciales) puede no ser oído claramente. Pero el sufragio es contundente como la realidad, quita el velo del cuento en él que vivimos a través de la propaganda y coloca las cartas sobre la mesa (igual que en el truco se puede mentir una hecho hasta que la mano yace inerte sobre el mantel). Las palabras del entonces presidente de los argentinos (no de una secta) siguen resonando en el tiempo como lo que son, la esperanza en el fondo de la caja de Pandora y cuyos principios remiten mucho más atrás en el tiempo al Preámbulo de la Carta Magna de 1853. La justicia como principio democrático y no justa composición de intereses, aparece enunciada dos veces como la idea fundamental que ha de proteger al sistema representativo, republicano y federal de las vejaciones de los personalismos que siempre están de paso.

"Nos los Representantes del Pueblo de la Confederación Argentina, reunidos en congreso General constituyente por voluntad y elección de las Provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes; con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer á la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Confederación Argentina".


sábado

Tormentas

Al regresar por la ruta arreciada por la tormenta debió colocar las balizas y reducir la velocidad dado que el aguacero había borrado por completo el camino, lo sentía no obstante debajo de los pedales de la máquina que lo conducía a su casa apartada del resto de la civilización. Horas antes, su amigo se asomaba por la ventana tirándole una mirada desaprobadora respecto al sonido de la corneta del último mundial que hizo sonar. Aquel hombre se calzó sus anteojos de sol, contempló que estaba más oscuro de lo que pensaba y al ascender al vehículo mencionó el paraguas que le faltaba.

Horas después se encontraban viendo la cortina que el cielo le había arrojado al mundo sobre su osamenta, a una mujer paseando al perro por la costanera y al torrente hídrico que se buscaba al océano ahí cerca en un gris rematado por el blanco de las olas rompiendo rumbo al sudeste. Volvió a su casa tras dejar al amigo saltando del pavimento a la vereda con el adminículo negro recién adquirido, despidiéndose una vez más hasta dentro de un instante (pésimo sería saber que esta es la última vez).  

Su casa apareció no sin antes haber atravesado la olla formada en la encrucijada de calles de barro y cemento, dirigiéndose al interior seguro en donde sus afectos aguardaban. Pasó la siesta en medio del fresco que regalaba aquella tarde del final de la semana, hasta que decidió volver al mundo de los vivos abandonando a un Morfeo somnoliento. Notaría entonces que la chapa delantera de la nave blanca no estaba, supuso que con toda el agua que caía en su incursión a Mar de Barro debería haberse ido con la correntada.

Difícil precisar, no obstante le vino a la mente aquella hondonada que los críos cruzaban descalzos y regresó allí buscando un rastro imposible que el viento ya había disfrazado. Uno de sus vecinos le dio la pista del paradero de aquel pedazo de identificación que no valía salir a buscar apurado, pero lo hizo ya que en el medio pretendía ver el desenlace de la tragedia entre Triperos y Sabaleros. Atravesó las calles repletas de las manchas que el deseo concretado de la lluvia les dejó, a perros que se amontonaban en las rejas uniéndose a los demás que le ladraban a un meteoro que aún no llega y a los sonidos de la brisa una vez que la calma vuelve. La mujer cuyas chancletas resbalaban en la tierra lo guió un par de cuadras más hacia la salida, tornando con su búsqueda a la vez que la pesadez de la humedad se acumulaba en el ambiente.

El encuentro ya estaba 1 a 0 en Rosario a favor de Gimnasia, el héroe de aquellos instantes convertía a los demás en villanos necesarios para la historia que se contaba en la pantalla. Del lado opuesto, aquel considerado el enemigo a vencer fallaba en su máxima de romper el cero y así llevar el asunto al alargue. Cinco años antes, con un marco distinto, el ahora proclamado enemigo abría la cuenta una tarde de domingo después de que lloviera el día anterior obligando a posponer el encuentro. Por ironías del fútbol, la vida es un ámbito más extenso, el sujeto cuyo remate pegó en el palo en la final de vuelta ahora se volvía la figura salvadora marcando el gol que no fue.

En medio de los dramas canalizados en el balompié el mundo no se termina allí y existe la posibilidad de revancha, la oportunidad surgirá dado que se trata del fútbol. Colón volverá.

viernes

Escampó

Es viernes, 01/12/2023, un año atrás llovía también pero no en la proporción de este día que incluyó cortinas de agua, viento, oscuridad, personas caminando en cortos y varios elementos más acordes a la situación. Pero esto no iba a ser un obstáculo pese a estar molestando desde las 05:00 de la mañana en cuanto comenzó a aclarar. El motivo es uno bien distinto, la obra se encuentra terminada pese a que falta el ojo del protagonista y así finalmente tras la numeración el asunto ha concluido.

Arrancó sin proponérselo un 15/07/2023 en la ciudad de Mar del Plata, hacía frío, demasiado frío y las personas se apretujaban sus telas intentando evadir la atmosfera gélida del sábado. En el subsuelo del hotel Prince el desayuno presentaba a un puñado de sujetos que a las ocho y cuarto ya buscaban una nueva taza de café, fue entonces que Alex soltó una de sus tantas historias sobre la incursión eterna a la mente humana. El grabador comenzó a hacer su trabajo, de ahí la primera de las preguntas y la consecuente oración que la heredó:

—¿Cómo era el lugar?

Una mole que resuma burocracia.

El 16/07/2023 abandonamos el cobijo que nos brindaba La Feliz deteniéndonos unos momentos en Mar Chiquita, un domingo en él que el frío había cedido un poco y un sol tibio se asomó sobre la Ruta 11. Al día siguiente comenzaría a escribir las primeras páginas, aunque enseguida vendrían las preguntas de manera que durante el jueves 20/07 además del café de la mañana vino el almuerzo. Cada dos o tres semanas nos veíamos en el mismo lugar, dándole vida a la historia sobre el procesador cuya siguiente página aguardaba ansiosa.

El 09/11 el libro estaba listo en sus concepciones generales, siguió la lectura de los textos nacidos en el invierno, el agregado de algunas anécdotas más y en este viernes aguado el folio cubrió aquella masa de páginas que se fueron con el sujeto que las generó. Hubo que leer bastante en materia futbolera, dado que requería de información sobre partidos a lo largo de medio siglo y más allá de esto la intención siempre ha sido contar la vida de los que no salen en las biografías de próceres y héroes (o villanos).

Aquel que cae primero siendo reemplazado por uno que no se pone a pensar el rol que desarrolla, dado que sin él no hay función. 

Mi trabajo está terminado, al fin.  


domingo

Odas eran las de antes (JMR)

Odas eran las de antes/

Con orcos y grifos emplumados/

Piero salió al parque

Con soquetes y chancletas/que prosaico/Cómo iba distraído se enredó con la manguera/

Y maldiciendo se voló de palomita/

A visitar los pastos/

Por suerte la maceta había quedado a salvo/

Cuenta la leyenda que ahí llevaba ruda/

La botella de caña se la había tomado/

Fue a abrir la canilla, con su fuerza recia/

El sol y su puño fueron demasiado/

La canilla se hizo polvo en un instante aciago/después una explosión líquida lo dejó empapado/El huargo ladraba, pensó que estaban jugando/ Piero con algo de suerte halló la llave de paso/Detuvo el agua fresca tras forcejear un rato/ Después se cambió las medias, la remera y renegó otro tanto/achís! Digo ¡esto ha terminado!

martes

Atar (A vos)

A vos que te gusta la vigüela para andar matando penas, atando sueños a la cuerdas que se mantienen firmes en la tempestad que baja desde los cristales azules. A vos, que ves al mundo desde una taza de café más o menos siempre en la misma mesa cuya madera también cuenta historias. A vos, mi amigo, que hacés el viaje más peligroso a la sesera de los demás so pena de perder la cordura que atada a un hilo finito aún se mantiene. A vos, cuya alma es de La Ribera y Rioplatense, nacido en una urbe inquieta con los sueños corriendo a la par de los autos. A vos te digo, a vos, salí corriendo de ahí que no van a aprender más. A vos.





domingo

Encuentro

Descendí sin decir adiós a nadie, suficiente era con el viaje extremadamente largo que parecía no querer ponerle fin a la tortura y así tomé la decisión de largarme dado que esta etapa estaba agota hacía demasiado tiempo. Después nos perdimos en medio de Región Pampeana con sus matices verdes, amarillos y celestes, buscando el camino que nos depositara en la ciudad convulsionada por la pelotita. Fue Oshovia la que lavó la malasangre con su frío bajando de las montañas y los largos días con poca oscuridad, sólo así se puede regresar de la infestación de estúpidos que se refugian en su falta de cerebro. Los meses se evaporaron hasta contar nueve, allí vino la invitación a la cena en un sitio que evoca a Mendoza para que ciertos rostros reaparecieran, con el loco por fuera gritándole incoherencias a la noche hasta que simplemente fue una anécdota más. 

lunes

Esquina Palenciano

La amoladora deja una marca sobre la pared borrando la herida que la pésima labor dejó, recubriendo luego aquellas arterias con material mezcla de arena oscura y de pimienta que comienzan a estirarse. Será el momento de dejar la superficie pulida una vez más, retornando a aquel rincón las máquinas que representan al pasado de aquel usuario que traen al mundo junto con su amigo al caer la noche. Las partidas se suceden riéndose durante un buen rato, para después fundirse en un sueño que los lleva del sol a la lluvia y los dos caminarán en ella. 

Primer año

Pese a que la madre y el hijo duermen aprovechando que el domingo se hizo para esto, el sujeto no puede evitar tomar una fotografía de aquel momento para reírse con su cómplice durante la noche una vez que la distancia los ha vuelto a separar. Antes nos veíamos la mayoría de los veranos, ahora nos encontramos de vez en cuando en el otoño de nuestras vidas pese a que la primavera se acerca como una nave al puerto y desea hacerse sentir en los corazones, por lo menos. Nos hemos sentado escuchando pedazos de una lengua que hablaban nuestros abuelos, padres y madres, quedando ellos en cada uno de nosotros como bien ha escrito mi prima al pie de la fotografía que nos retrata. 

sábado

Reunión

Fuimos aunque el sábado no acompañaba, la lluvia se anunciaba con una garúa tímida y al comenzar el almuerzo se soltó. La tierra se humedeció dejando el aroma a renovación en el aire, que se mezcló con el tesoro escondido en el disco. Las palabras se mezclaron en tanto las fuentes se vaciaban agradeciendo por el momento, 80 años no ocurren todos los días.

domingo

Haciendo fuego

El fuego es un ser vivo, respira y se consume todo lo que está demasiado cerca de él, nos calienta durante las noches frías siendo motivo de reunión ante las sombras que se apartan de sus dominios y también genera ciertas elucubraciones cuando uno se ha quedado solo viendo al interior de la pira que arde con la misma pasión que nuestras vidas. El libro aguarda que se avance en un capítulo más, la perra viene a ver qué puede llegar a recibir una vez que la carne yace sobre el asador, confundiéndose las funciones para que el cocinero sea nombrado así aunque a nadie le importe. La soledad de las páginas que pasan, otra presencia asoma de vez en cuando para ver el avance del menú de aquel domingo frío pero templado al lado del fogón. Del lado opuesto del cerco un comensal canino se acerca para esperar que le tiren algo, tanto como la lluvia que ansía la tierra en las épocas de calor tórrido obligándonos a estar dependiendo de las vueltas incesantes de una máquina que termina aturdiendo las mentes. Al final el almuerzo se irá para complacer a los espectadores, dejando que las brasas se ocupen de las partes que se han resistido hasta que estas también tomen su lugar sobre la porcelana y toque guardar los elementos de esta obra colosal.