Uno va dejando
fragmentos por ahí, en una esquina cualquiera se quedan las palabras, los
gestos que atesoro en un lugar más adelante. Se alimenta de pequeños momentos,
si armara un rompecabezas seguro esos serían el centro de todo este corazón
creado con pedazos de vida. Una sonrisa, el rostro de un mal día, esa camiseta
fuera de lugar luego de un clásico y la última clase en la que nos veremos. De
pronto un día los años vendrán como una horda a golpear la puerta, entonces
sabré que a mis espaldas dejo el puzzle listo. La partida ha concluido pero
otros pueden seguir con ella, cuestión de mandar cada pieza a su lugar y
reiniciar. Me llevo ese pequeño pedazo de existir, que la calle se quede con
las huellas de los pasos compartidos. El aula está vacía, las voces anteriores
son un eco perpetuo, un himno entonado por músicos distintos pero la canción es
la misma.
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