martes

C1

4J.

El sol ya se fue,
vino la noche oscura
o eso pareció.

Hasta que la luna comenzó
a surgir desde el mar,
roja ella
como si la mano de Baco
la rociara con una copa
de vino, derramándose
éste por su superficie
hacia el océano infinito.

Marcaba al sudoeste
en donde uno de los Jinetes 
mora, pero nacía en el sudeste.

Justo ahí,
en ese lugar llamado Necochea
nos hemos de encontrar.


Arte.

El arte refleja a la persona, esa parte escondida llamada alma. Pero si lo prefieres, puedes darle otro nombre.

Total estamos para eso, para sacar una imagen de tres colores distintos que se mezclan dándole vida a un lienzo perdido.

Tres pinceladas, cuatro palabras que solas no dicen nada pero que en conjunto dejan la marca de los dos Gustavo.

Eso y el ojo del observador, que parece andar vagabundeando por la calle desierta acompañado de un perro lleno de canas.

Pero sólo está cazando historias, así que cuídate la espalda si no quieres notar como te has vuelto la tinta de otra obra maestra.

No hay nada como el arte, incluso en una pirueta de ese individuo que juega del otro lado del océano o en la palomita de un puma, existe esa expresión.

Desde un malbec hasta la entrada en un blog o incluso en esa extraña cosa de ciento cuarenta caracteres, hay arte.

Salud.


L.P.

Se va, a buscar otros mundos
dejando un vacío en éste,
retazos de una despedida
la ausencia empieza antes de tiempo.

Las risas quedan como las fotos
congeladas en el tiempo,
la memoria puede que las conserve
hasta el día en el que golpees a la puerta.

Entonces todo estará bien de nuevo
el rompecabezas completo,
en tanto veré las horas pasar
ocupado en otra cosa.


La lluvia.

Todas las palabras del mundo no me alcanzaron 
el día en el que me hiciste la pregunta más sencilla de mi vida:
¿cómo suena la lluvia?. 

Se siente como si todo estuviera en paz
cuando comienza a caer,
una tras otra traen la tempestad
cayendo gruesas gotas frías sobre los campos.
Un golpe seco,
el relámpago nos hace sentir indefensos,
el martilleo sobre el tejado
continua incesante.
El ejército no se detiene ante nada,
todo se vuelve más vivo cuando llueve,
las heridas de nuestros pasos
se cierran, mientras el viento frío
se hace sentir una vez más.
Ahora viene cálida
como los besos que me das,
mientras el mundo se ve cubierto
por la lluvia primaveral.


La niebla.

Apenas podía ver a unos metros, tal era la niebla que cubría la ruta por donde desandaba el camino a casa ese jueves por la noche.
Las farmacias estaban cerradas, las de turno misteriosamente se unían y él estaba con una gripe, acompañada de una receta que se había humedecido de tanto bajarse a ver en vano.
Antes de su casa recordaba que había una farmacia, así que decidió dar una vuelta a la vieja plaza que tantas veces cruzará de más joven, en las frías mañanas de invierno para poder tomar el colectivo rumbo al trabajo.
Al menos ahora tenía movilidad propia, si bien vivía solo, pero eso no le importaba. Un lecho caliente y a dormir todo el fin de semana para curar éste resfriado; tal vez cuando se recuperara podría beber ese vino que evocaba a las moras.
La farmacia estaba ahí, pero también se hallaba cerrada y no indicaba ninguna dirección de guardia, así que volvió a subir al vehículo para seguir su marcha resignado.
Tomó la diagonal, la que ya sentía el paso de los camiones y seguía mal iluminada, aunque con la condición climática de esa noche era lo mismo que nada; al llegar a una intersección vio salir de la nada a la mujer con el cochecito pero no pudo frenar a tiempo.
Le dio de lleno al carrito mientras trataba de detener el vehículo, pero éste resbalo  en la calzada húmeda y siguió su marcha; a la mujer se la tragó la niebla, él no supo lo que pasó hasta que se encontró frente al portón de su casa.
Había tirado a la basura todo lo que pensó que lo definía, la niebla se lo había engullido como a la vida de la criatura que esa noche el segó y sin embargo lo único que quería era dormir en el lecho caliente.
Curiosamente, como si una mano invisible interviniera, no tuvo pesadillas y el mundo se quedó en silencio, mientras él dormía todo el sábado y despertaba en la madrugada del domingo para descubrir en las noticias del viejo canal dos de la costa que la policía había detenido a una pareja que se dedicaba a fingir la muerte de su hijo en un accidente vial y robarle a los inocentes conductores.
Al parecer la mujer se resbaló en uno de sus atracos y su pareja comenzó a discutir con ella en medio de la calle, siendo apresados por la policía junto con un cochecito destruido.


La tormenta.

Él aguardaba entre penumbras a que ella regresara, la oscuridad de la noche tenía tonos grises producto del tabaco que recubría la atmosfera.
Sentía las horas pasar lentamente, marcadas por el sonar de las gotas golpeando el fondo de metal de la pileta de la cocina.
La tormenta afuera se anunciaba en todo su esplendor cuando al final la puerta de la calle se abrió y la mujer comenzó a subir las escaleras que la llevaban hacia el cuarto donde moraba.
Al ingresar a la habitación no se sobresaltó como si supiera de antemano que se encontrarían,
se limitó a extender la mano hacia adelante en lo que parecía un saludo y entonces el arma resonó sentenciante, arrancándole  la vida a su paciente visitante.
Tenía todo preparado para ese momento, arrastró el peso muerto escaleras abajo envuelto en la alfombra deshilachada y al terminar la fragmentación encendió pasiblemente un cigarrillo, sonriendo en lo que fue una mueca.
Entonces tras cargar las grandes bolsas en el baúl del vehículo se dirigió hacia las afueras del pueblo, dejándole la macabra carga, a su amante y cómplice, en medio de una casa apartada de la ruta que transitó una vez que se deshizo de él.
Llegó a mitad de la madrugada a su hogar subiendo una vez más las escaleras para poder zambullirse en medio de las sábanas, deseosa de descansar del pesado día que había terminado.
Algo se movió en las sombras cuando entró y dio un grito al verlo avanzar hacia ella con la mirada enloquecida, mientras él la tomaba por el cuello quitándole el aire.
Sintió que la vida se le iba mientras él le sonreía devolviendo la estocada en ese paso a la eternidad, paro luego dejar que el cuerpo rodara hacia la planta baja y se sentara a encender un cigarrillo en el viejo sofá en donde, cuando eran pequeños, pasaba las horas velando por la que ya no estaba.

Entonces, él aguardaba entre penumbras a que ella regresara una vez más, en esta escena repetida y gastada llamada vacío.


Los ríos se secaron.

Los ríos se secaron
el joven mar seguía allí,
otras formas cubrían el paisaje
nuevas aguas lo cortaban.
Se vio en el espejo 
de una de las tantas lagunas
y maldijo su inmortalidad,
que se había llevado
a todo ser amado
dejándole sólo 
recuerdos borrosos
como esas rocas 
que cada oleada alisaba.


Maldita modernidad.

Es miércoles, espero en el taller de reparación de dentaduras (léase consultorio odontológico) a que revisen la tomografía que traigo desde la mañana. 

A mi alrededor hay cuatro personas, una de ellas es el padre de la niña que desde hace una media hora grita como si le estuvieran quitando la quijada completa.

Cada tanto la doctora detiene su labor para pedirle que se calme, el padre mira el piso y cuenta las baldosas.

La señora a mi derecha consulta su celular, la de la izquierda hace lo propio, la que acaba de entrar repite la misma acción. Debe ser una forma de contagio propia de esta época.

Ahora el hombre se les ha unido, fuera de las obligadas buenas tardes no emiten ninguna otra palabra. No hay dialogo, sólo los dedos jugando sobre la pantalla táctil o el teclado, condición sin la cual no acepto usar uno de esos aparatos.

El padre se lleva a la niña, a la mujer a mi derecha le aplican anestesia y pronto me veo en la calle tras hablar con la odontóloga.

Una pareja discute sobre la cena de esa noche, hace frío y lo único que quiero es volver a casa. No somos más que extraños en esa vereda desierta. Una película de Chaplin tendría más diálogo.

Maldita modernidad.


Marioneta Maestra.

Se desperezó quitándose las cenizas que lo recubrían, la cabeza le dolía pero aun así tenía  que poner a trabajar a sus marionetas.
Jaló las cuerdas de las vidas que controlaba, las hizo bailar al compás de su música, cuestión de sacar provecho de la situación que se le presentaba.
Escuchó una risita que le pareció conocida pero enseguida lo olvidó, sólo había tiempo para conseguir que las marionetas lo beneficiaran.
La noche llegó, no sentía el frío aunque sabía que la luna nueva anunciaba una terrible helada para los habitantes del mundo que el regía desde sus hilos.
Entonces la risita se tornó una carcajada, sólo servía a un poder más grande, aquella a la que los libres llamaban emperatriz.

Ella tiró de la cuerda que gobernaba a su marioneta maestra y esta sintió como su mundo se volvía un dolor insoportable.
Al final se desvaneció mientras ella apagaba su cigarrillo en la cabeza de su esclavo, al otro día  tendría una jaqueca pero volvería a darle beneficios explotando a los que él creía sirvientes.
Dejó caer la colilla aún encendida y mientras se alejaba no notó que uno de esos prisioneros veía sus ataduras cortadas sintiéndose libre como nunca.

Un grito de batalla resonó en su alma mientras se alejaba de aquel lugar rumbo a la libertad.


Piscina.

Sus pasos retumbaron a través del salón
del desolado hotel, mientras descendía
por la vieja escalera.
Todo estaba a oscuras y desde afuera
la gris mañana no mejoraba las cosas,
con la escasa luz que se filtraba por
las hendijas de las viejas ventanas
de madera, consumidas por el tiempo.
Su agitado respirar parecía darle al lugar
la apariencia de la guarida de una bestia
que reptaba hacia la superficie.
Entonces se detuvo en seco,
cuando notó que algo más se alzaba
cerca de ella camuflado en las sombras.
Se movieron rápido, apresándola,
cayendo su bastón y retumbando en el piso
mientras los captores la arrastraban
hacia el fondo del establecimiento.
La luz le lastimó los ojos cuando salieron
al exterior contemplando el manto gris,
una gota helada del invierno le dio en el rostro.
Sintió que las manos que la sujetaban se aflojaban,
siendo arrojada por los aires hacia el mar
negro que ahora cubría la vieja piscina.
Las negras algas la recibieron como tentáculos
de un kraken sumergiendo a su víctima,
mientras su vida se iba en cada desesperado intento
por conseguir aire. 
Entonces vio una pequeña luz.


Pluma.

Esta noche en la habitación de la torre, el sacerdote tenía una visita inusual.
Lo habían encontrado en la costa y desde entonces ayudaba en las tareas de aquel templo emplazado en la pequeña isla.
Sabía que debía determinar quién era y de dónde venía el extraño náufrago.
Meses sin emitir una palabra desde que lo encontraron, nada que el vino añejado de su bodega no pudiera sacar.
Sin embargo llevaban horas jugando ajedrez y bebiendo sin alteración alguna.
Un relámpago ilumino la escena y por un instante se vislumbró el mar, que como un testigo
mudo siempre estaba ahí.
El extraño musitó su nombre, aunque el estallido de la tormenta lo eclipsó por completo.
Hablaba pausado, el sacerdote apenas entendía, sus dedos movían las piezas, su mano izquierda le suministraba más y más vino.
Mencionó una torre desde donde podía ver el mar, muros blancos con un enorme ojo de buey y el sol resplandeciendo abajo sobre el espejo.
Vio naves llegar y partir, voces de niños que poblaban el aire, a los cuervos venir tras las ejecuciones.
Su relato se detuvo, pareció descansar, pero luego con un movimiento derramo la tinta que el sacerdote tenía sobre la mesa.

Un movimiento más y el rey del sacerdote estaba en jaque, tomó la pluma con la que éste  escribía y acercándola a la vela dijo:
_ El sol derrite la cera, padre.


Réquiem.

Todo es silencio y es paz ahora,
aunque las lágrimas que vertemos
hielen, duelan, tanto como
el invierno que ha venido sin otoño
de por medio para erradicar éste
verano de tu partida.
Las imágenes, risas y momentos compartidos
duelen como un estilete en el alma,
¿el tiempo cura o es la mano invisible que
mitiga el dolor?,  mientras alguien
nos recuerdan que los que se han ido
están en cada paso que damos.

domingo

MDQ (10 años y contando)

29/07/2016

15:35 hs.

Veo la diagonal detrás de una cortina rodante, el invierno golpea suave en la tarde. Las cosas se ven como antaño, aunque los personajes son otros. La ciudad apareció tras la niebla, justo en una curva de Santa Clara y pronto nos vimos llevados por la vorágine de vivir en la ciudad. Seguro es lo que menos extraño, pero que forme parte del cuadro hace que lo acepte. 

El café se llamaba de otra forma, un vikingo dibujado sobre la fachada te daba la bienvenida al salón de los escudos. Hasta él ha partido a buscar otras costas, pero su hospitalidad se quedó aquí (¿o era acá?).  Justo enfrente hay una tienda de electrodomésticos, en una época nos juntábamos los sábados a jugar en red y ese era nuestro punto de despedida. Luego venían los mates en la casa de Mármol. 
Ahora todo parece igual pero con nombres en inglés. Lo que se dice colonización cultural y sino pregúntenle a la diosa griega de la victoria que terminó como marca de zapatillas. 

17:00 hs.

Hormigas, luciérnagas pululando entre las tiendas del bazar. Tres señoras ya mayores hablan reunidas, si es que se puede escuchar algo en el eclipse sonoro que proviene del coro de los otros, hablando todos juntos.

Tres señoras con tiempo pese a los años, en torno a otras tres más tres que parecen haberles copiado el formato. En eso  se parecen a los locales de comidas rápidas, homogeneidad y socialización, incluso leen otra entrega del diario El Serafín. Las puertas gigantes se asemejan a la entrada (o salida) del paraíso, por un precio módico.
Hasta Rudorico empeñó lo conseguido en la última incursión, para tratar de obtener un número más en el sorteo de ese obsequio sobrevaluado que se ha pagado tres veces antes de darnos sólo la mitad.

Mi café se ha enfriado viendo alrededor, la cola de los sanitarios se repite en el patio de comida y en la liquidación de todo aquello que se nos vende con sobreprecios. Incluso la tinta me ha salido cara esta vuelta.

30/07/2016.

11:05 hs.

Roberto ha venido a decirte feliz cumpleaños, eso y ver como se prepara el plan para la batalla. Bastó que dijera algo para alertar a todo el mundo, así que su plan de descubrir nuestra estrategia termina en zozobra. Las huestes claman venganza, Don Laurel medita mientras se acaricia la barba. 

Anoche el mismo individuo cayó en la tienda de Mármol, de espaldas y con una capucha asistió al diálogo entre su ayudante y el mencionado Roberto. Parece ser que el hecho de dejarse la barba lo hacía irreconocible para su habitual visitante.
Se retiró con las manos vacías sin poder conseguir las veinte rosas para financiar sus fechorías, pero habrá otros incautos. 

Nota aparte, observando el movimiento en la tienda “Los Tanos” pude deducir que amerita un estudio sociológico acerca de por qué las personas acuden raudas al ver los carteles de liquidación final. Lo único que parece que se liquida son los fondos en las cuentas. 
Pero a ellos parece no importarles, se paga solo dicen al cruzar a otra tienda del bazar a repetir el vaciamiento. 

17:42 hs.

Bajo éste suelo he caminado, lo sé por el testimonio de las baldosas del frente. La fachada es la misma pero ya no llega ningún colectivo, sólo personas de visita por ese nuevo bazar llamado Estación del Sur. 

Hace diecisiete años vivía cerca de allí, en los albores de mi vida como estudiante. Los andenes eran para despedir a nuestros compañeros de viaje, la vieja estructura se veía gótica y los pasos de quien aguardaba la hora de la salida resonaban en todas las direcciones.
Dos amantes se despidieron en un café que ahora es museo, un hijo recibió a su padre y a su madre. Por donde mire hay historias susurrando, pese a que el ahora guardián de ese lugar se ocupa únicamente de contar el tributo que le dejan sus inquilinos y no de detalles tan simples.

Un error de cálculo en la salida y nos corren de allí, justo al patio en donde los adoquines le cuentan al sol sobre el tiempo que se fue. Allí veo entrar a un padre, junto a su pequeña que ignora todo esto. 
Pero el lugar alrededor se ve igual, el cemento no sepultará estas historias.

31/07/2016.

10:55 hs.

Una década, eso es lo que ha pasado. Ni un instante menos, algunas amistades ya no están. Ciertos rostros moran en los cielos, nueva vida ha resurgido sobre la faz de la tierra.
Me fui de la torre dejando recuerdos imborrables que me persiguen cada aniversario, al igual que la sombra que me acompaña.
La primera noche fue la más difícil, la angustia ganó por abandono aquel día. Pero las amistades ayudaron a sobrevivir una última primavera como estudiante (al menos en lo formal), viendo todo reverdecer y a la luna ocupar su lugar en el espejo de Alfonsina.

Todo late aún, eso y las emociones, pese a que anoche sólo hablamos de cualquier otra cosa la ciudad murmura anécdotas. Dan las once, las campanas resuenan a un lado del torreón mientras nos preparamos para regresar al norte, cerca de la bahía a la que lleva la ría.
Es bueno estar aquí cada tanto, mientras pensamos que nuestro peregrinaje nos ha de llevar cerca en algún momento y por eso soportamos las durezas del camino a la espera de ver de nuevo la ciudad oculta tras la niebla.  

martes

Correo

Antes de las ocho de la mañana el local se ilumina, el frío del invierno se filtra por todas partes así que hay que dejar que el sol ayude un poco.
Tras el mate amigo, se apresta a preparar los papeles que quedaron sin firmar del día anterior.  Luego pasa lista a las tareas del día.
Ser el jefe del correo en algún lugar del sudoeste de la provincia no es cosa fácil. Tiene que repartir las tareas del día a cara de perro, no sea cosa que de arriba le jalen las orejas.

A las nueve empieza a caer el primer cliente, comentando cómo la helada ha dejado el paisaje blanco. Tema corriente en esta época del año. Eso y el resfrío que los persigue a todas partes.

El encargado de la atención al público tiene toda la paciencia y el tiempo del mundo, pese a que la gente está apurada él no parece haberse enterado. Incluso tiene margen para tomarse uno de los verdes que ya se están lavando.

El repartidor es otro personaje, se siente a la hora de la siesta el chirrido de su bicicleta circulando por las calles solitarias. Ni los perros que guardan celosos esas sendas se mueven de su lugar al sol.

Una carta más y ya comienza la vuelta a la oficina, entonces Parmesano pasa lista de las cosas que no se hicieron. Al día siguiente tendrá tiempo de terminarlas, mientras se debate entre sus tres personalidades.

Inmortalidad

Encontré la manera de ser inmortal
más allá de un busto y un nombre
en los almanaques.

La hallé sin querer una noche de junio
pero no fue sino hasta deambular
por los pasillos, con las notas
bajo el brazo, que me percaté de ello.

La descubrí en cada hora de planificaciones
y mañanas frías ansiando la primavera,
justo en un lugar parecido en el que
Zulma y Angélica la descubrieron.

La encontré y sé que ya no la dejaré.

La inundación

La correntada todo se lo llevó
incluso el barro del que estaban
hechas las paredes de los hogares
a la orilla del río.

La fuente de vida trajo la destrucción
ahogando los sueños al segar vidas,
la esperanza quedó como una isla
en medio de los despojos de sangre y carne.

Ahí fueron a parar las notas de
mi cuaderno, las correcciones que no
devolví y un poema anónimo en un 
banco lleno de inscripciones de su morador.

Todo ahogado, nada a salvo
de la corriente impiadosa
salvo que lo veas desde arriba
sin acordarte de las promesas vacías.

El agua todo lo alisa
borrando la memoria de los que 
estuvimos ahí, pero cuya existencia
se niega siendo muchas veces
una nota en un archivo húmedo.

Será por eso que esta nota
habrá de terminar convertida
en un barquito que navegue
en medio de la vorágine.

El barro del olvido se parece
a las cenizas, tras las llamas 
que todo lo purgan.

“La inundación”
15/07/2016

sábado

E. & J.

Tu huella se quedó debajo del asfalto
que cubre el viejo camino,
ese que alisaste con tanto esmero
pese a que el tiempo se esforzaba 
en estropearlo.
Repitiendo el ejercicio
las veces que hiciera falta,
más azúcar en el mate
cosa de endulzar 
la soledad del camino.
En una curva tu maquina
se despide del sol,
mientras el monte te da la bienvenida
junto a Elsa que te aguarda
al lado de la chimenea.

A Elsa y José. Vuestro recuerdo perdura.

Imperceptible, hasta ahora

Imperceptible,
hasta ahora ha sido así
y sin embargo cambia pronto.
Que esta sea la inscripción,
igual que el monolito
que recuerda al Alfaro I
y el destino de los despojos
la sal del mar,
justo ahí en donde naufrago
el viejo barco.
Justo ahí
en donde risas y lágrimas
se unen, ante el vaivén
interminable del océano.

Nota: el Alfaro I se hundió frente a las costas de Balneario Reta, el 25/08/1949. 
José Ramón Méndez, de nacionalidad española y marinero de la lancha de pesca 
logró alcanzar a salvo la costa. Notando que su primo, José Viana, no se encontraba allí
decidió volver a buscarlo. Ambos perecieron ese día.
El monolito ubicado en la intersección de la Avenida Stella Maris y la actual Avenida 52
(antes llevaba el nombre de José Ramón Méndez) da cuenta de ello.

Fuente: "Un lugar llamado Reta". Isabel Luján Codonio. Año 2013.

E

I)

Admiro los viajes de Verne, las fantasías de Cortázar, los versos aún candentes de Gustavo y la ironía de Michel de Sofos.
Las mil formas con las que quitar todos los velos de tu cuerpo hasta dejar descubierta esa alma
de guerrera, amante y madre, sabia como la tierra misma por venir del barro en tanto las rocas ígneas  llamadas hombres se precipitan en tu búsqueda.

II)

Cae la noche en una tierra lejana, sus calles se han pintado 
de los colores traídos desde más allá del Atlántico
y no son solo banderas, varias almas también han venido.
En una esquina se han cruzado,
al igual que del otro lado del charco
son cientos, son miles los que allí se juntan
entonando el mismo himno que Ricardo
alguna vez cantó, la marcha triunfal 
de los Santos de Boedo
y por aquí no sopla ningún huracán.
Tanta espera ha terminado,
finamente esa estrella está donde debe
decorando las vitrinas de una historia eterna
justo como Ricardo hubiera querido,
viéndolo todo desde una esquina en el cielo
ahí donde San Juan y Boedo se juntan.

III)

Ayer, un domingo cualquiera de octubre,
recibiste un mensaje nuestro,
de cada uno de los que ha sido estigmatizado 
durante demasiado tiempo.

Ayer, te diste cuenta que nada es eterno
que la soberbia y la verborragia en cadena
sólo conducen a que nos cansemos
deseando algo distinto.

Ayer, todo lo demoraste para no admitir
la derrota que ya cubría tu cielo de papel,
en esa misma forma es que le respondemos
a tus interminables cadenas.

Ayer, hoy te vuelves eso
porque la verdad 
ya es hora de otra cosa
y tu silencio, es sin dudas
lo mejor que has hecho hasta ahora.

IV)

Tras la cacería, la degradación, el saqueo
y miles de subterfugios para drenar 
los suelos del paraíso, construyeron
enormes edificios de piedra
extraídas por los esclavos del nuevo mundo.
Más alto el templo, mayor la ignorancia,
mientras las masas se mueven detrás 
de ídolos llevados en andas
y sus catedrales son la entrada a los
cementerios, donde los que han sido
masacrados en nombre de quien murió
en la cruz claman venganza.
Sus hijos desposeídos de todo,
de la dignidad y de la tierra,
han sido condenados al olvido que trajeron
las carabelas un día que no es para
nosotros sino otra más en el calendario.

V)

El árbol había estado ahí, siendo
mecido por el viento, desde
que las estrellas fueron
puestas en el cielo.
La enorme águila moraba
en la parte alta del fresno,
criando a sus hijas,
custodiando la entrada.
Debajo, en el lugar más
oscuro del mundo,
el dragón aguardaba
impaciente que su mensajero
le trajera la respuesta
de la gigantesca ave.
El roedor llegó y le susurró
al enorme reptil lo que
éste esperaba.
El dragón enfurecido
comenzó a subir hacia
la superficie.
¿Cómo se atrevía a llamarlo
lagarto echa humo?.
El águila lo aguardaba
junto a sus hijas,
la pelea entre los dos
estalló en las alturas.
Un tremendo relámpago
quebró el cielo, obligándolos
a cesar la confrontación.
No se veía el carro corriendo
por el cielo, otro era el que
invocaba al trueno. 
El dragón volvió a su guarida
comenzando a comer las raíces
del árbol, pero estas resurgían
y al cabo de un rato cesó
en su intento de derribarlo.
El árbol siguió meciéndose,
cobijándolos a la espera
de la inevitable batalla.

VI)

Todo es silencio,
una calma que nunca se ve 
interrumpida ni alterada.
Cada paso que das
es acompañado de la misma paz
que tienes cuando descansas,
ni siquiera la tormenta espantosa
que se ha desatado esta mañana
puede perturbar tu existencia silenciosa.
Y es que ves todo, al igual que el resto
de los que moramos en éste mundo apresurado,
pero ningún sonido llega a ti.
Sin embargo no parece que eso te detenga
mientras cada día que pasa
te diriges hacia esa rutina de oficina,
como si recién estuvieras empezando
con algo nuevo.
Haces todo tan sencillo
que contrastamos demasiado,
precisamente porque mi alma
es ese trueno resonando ominoso
y vos, la lluvia cuyo sonido no te puedo describir
porque de tanto oírla las palabras
se han ido en medio del torrente
que ahora empapa las calles,
mientras espero que vuelvas a salvo
cada tarde de éste otoño.

VII)

Las calles no demuestran el progreso
tan solo el abandono al que nos sometemos,
el mismo que recubre a los canes que
pujan por una gota de agua
y sufren el olvido indiferente de nosotros.
La reja verde separa los dominios de la loba,
negra como la noche en la que te encontraron,
y le sirven de refugio a esa indiferencia
impiadosa que rodea a sus congéneres.
Si con ellos empezamos
así tratamos a muchos otros,
recibiendo lo mismo
de los que están tan cerca nuestro,
pero separados por esos muros que
construimos para aislarnos.

VIII)

El océano se volvió rojo
en éste viaje hacia un horizonte
violeta, anunciando al viento
que no tardará en llegar a nosotros.
Las estrellas cubren el cielo
es una helada noche del año
pero no siento nada de todo eso,
ataviado en está armadura roja
que bombea la maquinaria de guerra.
Las pasiones empujan a la pluma,
una bocanada de humo vuela hacia 
el manto negro que pende sobre 
la nave que con gracia se mueve en
la tempestad desatada al fin.
Roja es la batalla,
roja esta bebida
que se ha ido de mi copa 
hacia el mejor recipiente
del mundo, para traerme recuerdos
que empañan la visión.
La lluvia se ve eclipsada,
tu recuerdo aún sigue vivo
corriendo por la cascada carmesí
que surge desde el corazón
y golpeando como una canción de batalla
mientras me voy hacia el horizonte.
La atmosfera se ve cubierta de tintes
de vino y tabaco, mezclados con
una añoranza por otro puerto
que se quedó atrás en la estela de esta vida
mientras esos dos faroles azules
cortan la oscuridad, quemando como
el vino que me he bebido esta tarde
para traer de vuelta tanta nieve del pasado.

IX)

La ciudad sigue aquí
testigo de alegrías inmensas
y penas que el mar ahoga.
Aún la luna se mira en
ese inmenso espejo,
mientras trae las voces
de todos los que hemos estado
en éste lugar antes.
Las cosas ahora se ven distintas,
los problemas de aquella época
son gotas de lluvia en ese inmenso,
silencioso mar, atesorando cada instante como
un eslabón de la cadena de recuerdos
que han de traerte a vivir 
con más intensidad al presente.
No es volver la mirada atrás,
sino evitar que esa memoria se pierda
en todo éste caos que nos consume día a día.
Deja de lado las malas cosas,
esas caras falsas deben ser quitadas
para que sólo quede el calor
de los recuerdos más hermosos.
Veo la ciudad a través de un rectángulo,
el cartel rojo ha quedado sin reparar
y la estación yace vacía, pero todo
vivo en la memoria que nunca perderemos.

X)

Caminó,
llegó un momento en el que no sentía los pies,
el sol abrazador lo quemaba y así siguió
durante una eternidad.
Mala época para estar sin un centavo en el bolsillo
y un crío en la casa esperando a que el padre vuelva,
antes al menos tenía trabajo y un techo que nunca
fue suyo, algo al menos no había cambiado.
Un día el recorte,
un adiós estampado en el portazo
mientras ella se dirigía a lo alto de la fábrica de muebles
y ahora al entrar irónicamente a ese lugar,
formando la fila de los hijos de la calle,
vio a quienes eran sus jefes.
Ella buscaba una cómoda,
hacía juego con su persona,
el jugueteaba con su vástago
mientras buscaba efectivo.
Al final los perdió de vista y se encontró
rodeado de la madera, de nuevo con dignidad
y un futuro mejor.
Luego una noche las sirenas,
las tres sombras se recostaban sobre las llamas
ella maldecía, él no sabía hacia dónde correr.
Todo vuelto cenizas,
la ambición y el materialismo
fuego y madera serán,
así el sol abrazador de diciembre
los encontró caminando por la misma senda.

S

I)

La tinta se me ha de secar 
pero el vino no ha de faltar,
ni el esfuerzo ni las ansias de
salir adelante en medio del océano.
Que lo que digan los demás
sea solo el graznido impotente
de los cuervos, vividores de despojos
y de los restos del festín.
Que mis suelas den cuenta de los
pasos apresurados bajo el sol
del verano, buscando juntar
las monedas para que en la mesa
no falte nunca algo de morfar.
Y ay de aquel que se atreva
a meterse con mi cena,
ya que tengo un jefe que es
un hereje, al que nada satisface
excepto recibir día a día
su cuota alimentaria.

II)

Yo te amo nena,
pero no es igual para los dos
y por eso he caído bajo,
en un mar nublado
de whisky y tabaco.
Yo escribo mis versos
sobre tu espalda
tostada por el sol,
pero otras manos los borran
como los dibujos
en la arena de la playa.
Me ves a los ojos
y ni siquiera soy un recuerdo,
tu sonrisa no es la misma
que la del primer día.
Así que no queda más
que éste blues, el que escribí
en el mar dorado
del humo y del alcohol.

III)

En la era de las espadas chocamos
hace demasiado tiempo,
pero aún puedo sentir la fuerza
que se generaba cada sábado en la tarde.
Esa es la metáfora de nuestra amistad
acomodando las piezas en el tablero
para iniciar de nuevo la partida
independientemente del resultado.
De eso se trata esto
de aprender del otro y respetar
los actos, reconociendo el momento
en que nos equivocamos.
Aunque pedir disculpas
pueda ser una carga tan pesada
envuelta en un silencio ominoso
que desaparece al decir perdón.
Gloria al guerrero que ha venido,
aclama y acomete hacia la victoria
sólo los que desisten de intentarlo
un vez más, fracasan.

IV)

Todos hablan muy bien 
pero por lo bajo esconden otras intenciones,
violaciones psicológicas de los condenados
a obedecer tras la forma de un recurso
no sea cosa que alguien piense
que no hicieron lo necesario.
Hipócritas, infelices de mierda,
tras el traje y la cortesía
no son sino bosta secándose 
bajo el sol de una ciudad cualquiera.
Dile a tus hijos que es correcto
y que no, pero has lo último
valiéndote de la impunidad
que te da el poder, educado poder.

V)

Un segundo, 
logro batir a la bestia.
Otro segundo,
el veneno empieza a hacerse sentir.
Un segundo más,
el mazo finalmente se suelta
del cuerpo de la bestia que aún coletea.
Otro segundo,
veo la sombra del lobo abalanzarse
sobre nuestro Padre.
Un segundo más,
envío el martillo en esa dirección.
La bestia se ha ido
y pese a caer en batalla,
sin importar el costo
nuestro linaje se ha salvado
al final del Ragnarok.

VI)

Trazos sobre el papel
una parte nuestra vive en ellos,
la otra se desliza cubriendo
líneas de éste presente,
viendo hacia atrás un poco
atento a lo que viene.
Un blues suena triste y melancólico,
una bocanada al aire,
todo se ve tan claro ahora,
tambores de batalla suplantan
esta atmósfera azul.
En un instante se ha ido,
rápido y explosivo éste momento,
algo más guía la pluma,
una línea única de otros tiempos
juntándose en un todo,
mientras la inspiración
impulsada por las pasiones
se extiende haciendo arder
aún más nuestras existencias.

VII)

Me percaté del paso del tiempo
viendo que tras la reja no esperaba
el viejo Cerbero, aunque si encontré
a mi amigo de la infancia.
Todas las tardes sin falta
pasaba por la casa de Martín
a buscarlo para irnos a jugar
al potrero, justo al otro lado
de los silos.
El can se quedaba moviendo
la cola hasta que regresábamos,
entonces comenzaba con
sus ladridos de guardia.
Siempre fue así,
incluso cuando empezó
la época de la facultad y emigré
regresaba en forma periódica
al pago, encontrando una paz inmensa.
Y Cerbero que tenía un enorme olfato
aguardaba, hasta que llegaba a la reja
descolorida para darme la bienvenida.
Después de él Martín no tuvo 
otro compañero,
me contaría más tarde que ahí
en donde los niños juegan ahora
cerca de los silos viejos, duerme
bajo la sombra de los álamos.

VIII)

Mañana posterior a una tormenta, el sol es un retaso en el cielo que trata de imponerse al aire fresco. Sentado en el viejo banco junto a la bajada a la playa, al amparo de un tamarisco solitario, el anciano espera. Tiene años y paciencia, la que le ha permitido transitar en éste mundo acelerado. Es curioso que al llegar a viejos no se considere a estas personas, como si vivir no fuera una experiencia hermosa y simplemente te tildan de vetusto. 

Pasado de moda diría él con una mueca mientras se toma otro sorbo de café, fue allá en Valeria  en otra parte de la costa, donde se hizo adicto a la cafeína y cada mañana antes de salir de su casa enroscaba la vieja máquina aguardando el punto de ebullición, mientras juntaba las hojas que el otro anciano, el viento, le dejaba en su patio.

La bestia negra lo observaba desde el refugio esperando que el portón se abriera  como si fuera una señal de largada, para ir a esperar en la reja verde a los transeúntes. En su caso el efecto era el mismo, nadie se acercaba a él como si simplemente no existiera. 

Así están las cosas, muchos celulares y varias maravillas tecnológicas pero nada de comunicación, una pura ostentación de nuestros tiempos, pendientes de lo que hace el otro sólo para competir. Y éste block de notas es tan rústico, primitivo como la vieja Olivetti que cada tanto saca del armario para imprimir sus recuerdos, lo que se queda en el papel no se pierde, todo lo demás es fútil, sólo una imagen.

Recuerdo que vi a dos chicos jugando en una vereda, con esas máquinas repartidas por el estado y uno le dijo al otro: “¿dónde estás?, no te veo. Estamos tan cerca y no nos vemos.”

IX)

El fuego se había apagado,
los lobos dormían
como el resto de la aldea.
El anciano cargó su viejo escudo
y la pesada espada que antaño
le sirvió en las batallas
contra los sajones.
Cruzó la desolada aldea
hacia el mar que lo llamaba
una vez más.
El viento soplaba suavemente
como una melodía a punto
de convertirse en una cacofonía.
Desplegó la única vela de la vieja nave
y entonces una mano invisible
hizo andar la embarcación 
hacia lo desconocido.
Primero fue un destello de plata
cruzando el cielo,
luego una cálida lluvia
que mojó su cansado rostro
y finalmente sólo 
las estrellas titilando.
Un día seguiría esa senda,
por ahora necesitaba
una aldea que saquear.

X)

Vivo cerca del peaje,
a un costado de la ruta
tengo mi rancho 
y esa silla desvencijada.
Mi compañía son esos tres canes
que vienen puntuales a buscar
los manjares que quedaron
de la escasa cena anterior.
Tras el día vuelvo a casa
con el lomo cansado de
andar arando la tierra de otros,
por no haber nacido hijo legitimo 
del patrón me ha tocado mendigar
mi sustento más de una vez.
La única luz que ilumina el hogar
es la de los autos que cruzan
previo pago a ese que nunca está.
Lo único cierto es el alba
y que si algún hijo puta viene
con malas intenciones
hay una fila de colmillos
esperándolo en la noche.