I)
La tinta se me ha de secar
pero el vino no ha de faltar,
ni el esfuerzo ni las ansias de
salir adelante en medio del océano.
Que lo que digan los demás
sea solo el graznido impotente
de los cuervos, vividores de despojos
y de los restos del festín.
Que mis suelas den cuenta de los
pasos apresurados bajo el sol
del verano, buscando juntar
las monedas para que en la mesa
no falte nunca algo de morfar.
Y ay de aquel que se atreva
a meterse con mi cena,
ya que tengo un jefe que es
un hereje, al que nada satisface
excepto recibir día a día
su cuota alimentaria.
II)
Yo te amo nena,
pero no es igual para los dos
y por eso he caído bajo,
en un mar nublado
de whisky y tabaco.
Yo escribo mis versos
sobre tu espalda
tostada por el sol,
pero otras manos los borran
como los dibujos
en la arena de la playa.
Me ves a los ojos
y ni siquiera soy un recuerdo,
tu sonrisa no es la misma
que la del primer día.
Así que no queda más
que éste blues, el que escribí
en el mar dorado
del humo y del alcohol.
III)
En la era de las espadas chocamos
hace demasiado tiempo,
pero aún puedo sentir la fuerza
que se generaba cada sábado en la tarde.
Esa es la metáfora de nuestra amistad
acomodando las piezas en el tablero
para iniciar de nuevo la partida
independientemente del resultado.
De eso se trata esto
de aprender del otro y respetar
los actos, reconociendo el momento
en que nos equivocamos.
Aunque pedir disculpas
pueda ser una carga tan pesada
envuelta en un silencio ominoso
que desaparece al decir perdón.
Gloria al guerrero que ha venido,
aclama y acomete hacia la victoria
sólo los que desisten de intentarlo
un vez más, fracasan.
IV)
Todos hablan muy bien
pero por lo bajo esconden otras intenciones,
violaciones psicológicas de los condenados
a obedecer tras la forma de un recurso
no sea cosa que alguien piense
que no hicieron lo necesario.
Hipócritas, infelices de mierda,
tras el traje y la cortesía
no son sino bosta secándose
bajo el sol de una ciudad cualquiera.
Dile a tus hijos que es correcto
y que no, pero has lo último
valiéndote de la impunidad
que te da el poder, educado poder.
V)
Un segundo,
logro batir a la bestia.
Otro segundo,
el veneno empieza a hacerse sentir.
Un segundo más,
el mazo finalmente se suelta
del cuerpo de la bestia que aún coletea.
Otro segundo,
veo la sombra del lobo abalanzarse
sobre nuestro Padre.
Un segundo más,
envío el martillo en esa dirección.
La bestia se ha ido
y pese a caer en batalla,
sin importar el costo
nuestro linaje se ha salvado
al final del Ragnarok.
VI)
Trazos sobre el papel
una parte nuestra vive en ellos,
la otra se desliza cubriendo
líneas de éste presente,
viendo hacia atrás un poco
atento a lo que viene.
Un blues suena triste y melancólico,
una bocanada al aire,
todo se ve tan claro ahora,
tambores de batalla suplantan
esta atmósfera azul.
En un instante se ha ido,
rápido y explosivo éste momento,
algo más guía la pluma,
una línea única de otros tiempos
juntándose en un todo,
mientras la inspiración
impulsada por las pasiones
se extiende haciendo arder
aún más nuestras existencias.
VII)
Me percaté del paso del tiempo
viendo que tras la reja no esperaba
el viejo Cerbero, aunque si encontré
a mi amigo de la infancia.
Todas las tardes sin falta
pasaba por la casa de Martín
a buscarlo para irnos a jugar
al potrero, justo al otro lado
de los silos.
El can se quedaba moviendo
la cola hasta que regresábamos,
entonces comenzaba con
sus ladridos de guardia.
Siempre fue así,
incluso cuando empezó
la época de la facultad y emigré
regresaba en forma periódica
al pago, encontrando una paz inmensa.
Y Cerbero que tenía un enorme olfato
aguardaba, hasta que llegaba a la reja
descolorida para darme la bienvenida.
Después de él Martín no tuvo
otro compañero,
me contaría más tarde que ahí
en donde los niños juegan ahora
cerca de los silos viejos, duerme
bajo la sombra de los álamos.
VIII)
Mañana posterior a una tormenta, el sol es un retaso en el cielo que trata de imponerse al aire fresco. Sentado en el viejo banco junto a la bajada a la playa, al amparo de un tamarisco solitario, el anciano espera. Tiene años y paciencia, la que le ha permitido transitar en éste mundo acelerado. Es curioso que al llegar a viejos no se considere a estas personas, como si vivir no fuera una experiencia hermosa y simplemente te tildan de vetusto.
Pasado de moda diría él con una mueca mientras se toma otro sorbo de café, fue allá en Valeria en otra parte de la costa, donde se hizo adicto a la cafeína y cada mañana antes de salir de su casa enroscaba la vieja máquina aguardando el punto de ebullición, mientras juntaba las hojas que el otro anciano, el viento, le dejaba en su patio.
La bestia negra lo observaba desde el refugio esperando que el portón se abriera como si fuera una señal de largada, para ir a esperar en la reja verde a los transeúntes. En su caso el efecto era el mismo, nadie se acercaba a él como si simplemente no existiera.
Así están las cosas, muchos celulares y varias maravillas tecnológicas pero nada de comunicación, una pura ostentación de nuestros tiempos, pendientes de lo que hace el otro sólo para competir. Y éste block de notas es tan rústico, primitivo como la vieja Olivetti que cada tanto saca del armario para imprimir sus recuerdos, lo que se queda en el papel no se pierde, todo lo demás es fútil, sólo una imagen.
Recuerdo que vi a dos chicos jugando en una vereda, con esas máquinas repartidas por el estado y uno le dijo al otro: “¿dónde estás?, no te veo. Estamos tan cerca y no nos vemos.”
IX)
El fuego se había apagado,
los lobos dormían
como el resto de la aldea.
El anciano cargó su viejo escudo
y la pesada espada que antaño
le sirvió en las batallas
contra los sajones.
Cruzó la desolada aldea
hacia el mar que lo llamaba
una vez más.
El viento soplaba suavemente
como una melodía a punto
de convertirse en una cacofonía.
Desplegó la única vela de la vieja nave
y entonces una mano invisible
hizo andar la embarcación
hacia lo desconocido.
Primero fue un destello de plata
cruzando el cielo,
luego una cálida lluvia
que mojó su cansado rostro
y finalmente sólo
las estrellas titilando.
Un día seguiría esa senda,
por ahora necesitaba
una aldea que saquear.
X)
Vivo cerca del peaje,
a un costado de la ruta
tengo mi rancho
y esa silla desvencijada.
Mi compañía son esos tres canes
que vienen puntuales a buscar
los manjares que quedaron
de la escasa cena anterior.
Tras el día vuelvo a casa
con el lomo cansado de
andar arando la tierra de otros,
por no haber nacido hijo legitimo
del patrón me ha tocado mendigar
mi sustento más de una vez.
La única luz que ilumina el hogar
es la de los autos que cruzan
previo pago a ese que nunca está.
Lo único cierto es el alba
y que si algún hijo puta viene
con malas intenciones
hay una fila de colmillos
esperándolo en la noche.
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
sábado
C
I)
Un correo electrónico en la bandeja de “no deseados”, debí haber imaginado que por algo estaba ahí. Eso en lugar de embalarme, pensando cómo sería la gloria literaria.
Así es que envíe dos heraldos, bajo la forma de cuentos breves y sorpresivamente uno de ellos logró llegar al castillo del Rey Diamante.
La editorial Abigail remitió otro correo, informándome que debía confirmar mi participación en el concurso.
Había pocos antecedentes de ese sello editorial, pero su supuesto director dejaba un rastro de cheques voladores aludiendo que se los habían hecho firmar un montón de abductores extraterrestres.
Pero eso seguía sin convencerme del todo, la niebla de la gloria me había cegado por completo y levanté el teléfono.
Del otro lado me respondió una voz siniestra, a todo me decía que sí pero eso no fue lo peor. En un instante estaba hablando con el Rey en persona, sólo podía calificar esto de un ascenso meteórico. Eso fue lo que me terminó de decidir.
Colgar y luego devolver los correos a su lugar de origen, fue lo mejor que he hecho.
II)
Un golpe tras otro,
un mar de astillas,
la savia esparcida.
Detrás de los pasos del leñador
sólo desolación y vacío,
un centavo por cada gigante abatido.
El tiempo no curó las cicatrices,
el agua lavó el suelo
drenando la vida,
dejando sequía.
Al final el hacha se desafilo,
contempló la noche
que cayó sobre el
y cerró los ojos,
uniéndose al sueño
eterno de sus ancestros.
Y en el lugar de su última morada
un joven árbol creció,
el único recuerdo del
bosque que destruyeron.
III)
Llegar segundo y último
es lo mismo dijo el exitista,
irse uno a cero abajo
se asemeja tanto al baile
de un cuarteto y eso que ahí
nos llenaron la canasta.
El que pensó eso es parte
de una humanidad que valora
los triunfos, absorbe los recursos
de un continente y los vende
como piedras preciosas,
para luego lamentarse porque mueren
personas de hambre mientras viven
viendo que comprar en una de esas urbes.
Todo lo demás no existe sino está
en una tonta red o en un celular
última generación.
El humano podrá clonarse
pero el alma no se replicará jamás
y de ahí que al final sólo queden
cáscaras vacías consumistas.
Tal vez entonces tener tanto poder
y fraguar excusas no sea necesario,
cuando solo seamos vidas dibujadas
por alguien que pensó que puede
jugar a ser Dios.
IV)
Te quiero así,
con aciertos y errores
después de todo
¿a quién le importa
lo anterior?.
Quiero tus días buenos
junto a aquellos de tormenta,
tu sonrisa en la mañana
y la tristeza que te invade
cada cierto tiempo.
Tus rezongos, el llanto,
las veces que pierdes la paciencia
y hasta las ocasiones en la
que envías a medio mundo
a volar un rato.
¿Si no te quisiera así,
qué sentido tendría todo esto?.
V)
Sentado en un banco
de la plaza sin nombre,
esperando llegar a viejo.
Un lujo demasiado grande,
ya es difícil alcanzar
el treinta de cada mes.
Luchando un día tras otro
para luego
tener que demostrar que vivo
y mientras los planes funcionan.
Más vida,
más pobreza,
menos trabajo,
menos educación,
menos de todo.
Tierra noble esta
que en tantas crisis
todo lo absorbe
y nada pide a cambio.
O tal vez,
un poco de memoria.
VI)
Deja toda esa carga,
la que has arrastrado a través
de las últimas décadas y
quédate con lo único que me
interesa, tus besos y tus caricias.
Incluso ese lazo etéreo que
te mantiene prisionera
ha de desatarse en medio
de un mar de sabanas
y así olvidarnos de
cómo hemos llegado a éste
lugar, tan solo amémonos
una vez más como en el pasado
cuándo no teníamos ese
símbolo de pertenencia,
tan sólo el uno al otro
en cada amanecer.
VII)
Has estado siempre ahí
sobreviviéndonos cuando
nuestras presencias se fueron.
Tormentas y tardes apacibles
han pasado, mientras tus brazos
se extienden al cielo
haciendo gigante tu sombra.
Esta taza reposa en el regazo
marcado por los años,
cada vena uno más.
Algunas huellas en la base
muestran la estupidez,
pasos vanos.
Tus raíces penetran en la tierra
sintiendo el movimiento
de los días, mientras las hojas
amarillentas se deslizan
hacia la eternidad.
VIII)
Algo en el aire tal vez
o ese imán que siempre tuviste
para atraerla, caprichosa señora
de todas nuestras alegrías y tristezas.
Un mar de lanzas tratando de evitar que pase,
pero vos vas con la fe y la voluntad hacia adelante
sabiendo que al final una te iba a quedar,
para que aquel lugar que no es otro que la casa
de nuestro hijo perdido, grite tu nombre
en medio de esa lluvia torrencial.
Parece que hasta Dios se emocionó
en esta última arremetida,
quedándose afónico de tanto gritar
mientras renacías, una y otra vez
una tarde de sábado lluviosa
y llena de sorpresas.
IX)
La sangre de la cosecha anterior
se evaporó en un instante,
el humo cubrió el aire de la aldea
arropándose junto al fuego,
nada mejor que el lecho
en un lugar al que llamar hogar.
Sería un invierno crudo
las bodegas rebosaban de vino,
nada de esperar a que se añeje
mal presagio si no lo sirves esta noche.
Las historias llenan la oscuridad
mezclándose con las risas
pronto llegara la nieve,
la escena se repetirá en el refugio
esperando que al alba
el sol les dé un respiro,
cortando la niebla para calentar
la helada planicie invernal.
Los caminos desaparecerán de a poco
como el líquido que llena los toneles,
mientras los días vuelan
con las hojas del otoño,
pareciendo una eternidad blanca,
contrastando con el calor
en el interior del salón
donde los escudos cuelgan
y las espadas se mantienen aceitadas,
alimentando las almas
risas, recuerdos y un mar rojo
corriendo entre nosotros.
El aullido del lobo marca
el punto más frío de la noche
mientras los tizones se niegan
a ceder, todo es silencio ahora.
Una atmósfera de paz cubre
el gran salón, esperando que el hielo
se quiebre marcando el comienzo
de una nueva incursión.
X)
Se levantó dejando a un lado
un pesado cartel que le dio
de lleno tras la explosión,
la nube de polvo se había disipado
ya nada quedaba del estadio.
Nadie más había sobrevivido
ni jugadores, ni dirigentes,
el hostil público se evaporó.
El viejo técnico, convertido
en delantero ese día
ante la necesidad de resultados,
miró los restos de la roca
que cayó del espacio
y se dirigió dolorido hacia
donde había estado la salida
alguna vez.
Nunca más volvería
a dirigir allí.
Tributo a J. O. Palenciano.
Un correo electrónico en la bandeja de “no deseados”, debí haber imaginado que por algo estaba ahí. Eso en lugar de embalarme, pensando cómo sería la gloria literaria.
Así es que envíe dos heraldos, bajo la forma de cuentos breves y sorpresivamente uno de ellos logró llegar al castillo del Rey Diamante.
La editorial Abigail remitió otro correo, informándome que debía confirmar mi participación en el concurso.
Había pocos antecedentes de ese sello editorial, pero su supuesto director dejaba un rastro de cheques voladores aludiendo que se los habían hecho firmar un montón de abductores extraterrestres.
Pero eso seguía sin convencerme del todo, la niebla de la gloria me había cegado por completo y levanté el teléfono.
Del otro lado me respondió una voz siniestra, a todo me decía que sí pero eso no fue lo peor. En un instante estaba hablando con el Rey en persona, sólo podía calificar esto de un ascenso meteórico. Eso fue lo que me terminó de decidir.
Colgar y luego devolver los correos a su lugar de origen, fue lo mejor que he hecho.
II)
Un golpe tras otro,
un mar de astillas,
la savia esparcida.
Detrás de los pasos del leñador
sólo desolación y vacío,
un centavo por cada gigante abatido.
El tiempo no curó las cicatrices,
el agua lavó el suelo
drenando la vida,
dejando sequía.
Al final el hacha se desafilo,
contempló la noche
que cayó sobre el
y cerró los ojos,
uniéndose al sueño
eterno de sus ancestros.
Y en el lugar de su última morada
un joven árbol creció,
el único recuerdo del
bosque que destruyeron.
III)
Llegar segundo y último
es lo mismo dijo el exitista,
irse uno a cero abajo
se asemeja tanto al baile
de un cuarteto y eso que ahí
nos llenaron la canasta.
El que pensó eso es parte
de una humanidad que valora
los triunfos, absorbe los recursos
de un continente y los vende
como piedras preciosas,
para luego lamentarse porque mueren
personas de hambre mientras viven
viendo que comprar en una de esas urbes.
Todo lo demás no existe sino está
en una tonta red o en un celular
última generación.
El humano podrá clonarse
pero el alma no se replicará jamás
y de ahí que al final sólo queden
cáscaras vacías consumistas.
Tal vez entonces tener tanto poder
y fraguar excusas no sea necesario,
cuando solo seamos vidas dibujadas
por alguien que pensó que puede
jugar a ser Dios.
IV)
Te quiero así,
con aciertos y errores
después de todo
¿a quién le importa
lo anterior?.
Quiero tus días buenos
junto a aquellos de tormenta,
tu sonrisa en la mañana
y la tristeza que te invade
cada cierto tiempo.
Tus rezongos, el llanto,
las veces que pierdes la paciencia
y hasta las ocasiones en la
que envías a medio mundo
a volar un rato.
¿Si no te quisiera así,
qué sentido tendría todo esto?.
V)
Sentado en un banco
de la plaza sin nombre,
esperando llegar a viejo.
Un lujo demasiado grande,
ya es difícil alcanzar
el treinta de cada mes.
Luchando un día tras otro
para luego
tener que demostrar que vivo
y mientras los planes funcionan.
Más vida,
más pobreza,
menos trabajo,
menos educación,
menos de todo.
Tierra noble esta
que en tantas crisis
todo lo absorbe
y nada pide a cambio.
O tal vez,
un poco de memoria.
VI)
Deja toda esa carga,
la que has arrastrado a través
de las últimas décadas y
quédate con lo único que me
interesa, tus besos y tus caricias.
Incluso ese lazo etéreo que
te mantiene prisionera
ha de desatarse en medio
de un mar de sabanas
y así olvidarnos de
cómo hemos llegado a éste
lugar, tan solo amémonos
una vez más como en el pasado
cuándo no teníamos ese
símbolo de pertenencia,
tan sólo el uno al otro
en cada amanecer.
VII)
Has estado siempre ahí
sobreviviéndonos cuando
nuestras presencias se fueron.
Tormentas y tardes apacibles
han pasado, mientras tus brazos
se extienden al cielo
haciendo gigante tu sombra.
Esta taza reposa en el regazo
marcado por los años,
cada vena uno más.
Algunas huellas en la base
muestran la estupidez,
pasos vanos.
Tus raíces penetran en la tierra
sintiendo el movimiento
de los días, mientras las hojas
amarillentas se deslizan
hacia la eternidad.
VIII)
Algo en el aire tal vez
o ese imán que siempre tuviste
para atraerla, caprichosa señora
de todas nuestras alegrías y tristezas.
Un mar de lanzas tratando de evitar que pase,
pero vos vas con la fe y la voluntad hacia adelante
sabiendo que al final una te iba a quedar,
para que aquel lugar que no es otro que la casa
de nuestro hijo perdido, grite tu nombre
en medio de esa lluvia torrencial.
Parece que hasta Dios se emocionó
en esta última arremetida,
quedándose afónico de tanto gritar
mientras renacías, una y otra vez
una tarde de sábado lluviosa
y llena de sorpresas.
IX)
La sangre de la cosecha anterior
se evaporó en un instante,
el humo cubrió el aire de la aldea
arropándose junto al fuego,
nada mejor que el lecho
en un lugar al que llamar hogar.
Sería un invierno crudo
las bodegas rebosaban de vino,
nada de esperar a que se añeje
mal presagio si no lo sirves esta noche.
Las historias llenan la oscuridad
mezclándose con las risas
pronto llegara la nieve,
la escena se repetirá en el refugio
esperando que al alba
el sol les dé un respiro,
cortando la niebla para calentar
la helada planicie invernal.
Los caminos desaparecerán de a poco
como el líquido que llena los toneles,
mientras los días vuelan
con las hojas del otoño,
pareciendo una eternidad blanca,
contrastando con el calor
en el interior del salón
donde los escudos cuelgan
y las espadas se mantienen aceitadas,
alimentando las almas
risas, recuerdos y un mar rojo
corriendo entre nosotros.
El aullido del lobo marca
el punto más frío de la noche
mientras los tizones se niegan
a ceder, todo es silencio ahora.
Una atmósfera de paz cubre
el gran salón, esperando que el hielo
se quiebre marcando el comienzo
de una nueva incursión.
X)
Se levantó dejando a un lado
un pesado cartel que le dio
de lleno tras la explosión,
la nube de polvo se había disipado
ya nada quedaba del estadio.
Nadie más había sobrevivido
ni jugadores, ni dirigentes,
el hostil público se evaporó.
El viejo técnico, convertido
en delantero ese día
ante la necesidad de resultados,
miró los restos de la roca
que cayó del espacio
y se dirigió dolorido hacia
donde había estado la salida
alguna vez.
Nunca más volvería
a dirigir allí.
Tributo a J. O. Palenciano.
R
I)
Arde el fuego,
más leña es arrojada,
el metal se calienta,
se limpia de impurezas.
La espuma blanca
se desliza por el borde,
el recipiente yace frío,
un río rubio la recorre.
La noche ha caído
sólo las brasas viven
y el río rojo se desata.
Fuerte aroma,
flores y metal
forman éste vino
que se añejará en
el mejor barril del mundo,
cuando lo beba brindando
por los tiempos que se fueron.
II)
No más que una burla a la sociedad,
formando parte del sistema
para ser revolucionario
pero lo único notorio es una felatio
sobre los cerros de Sodoma.
Gasta el tiempo de los otros
que el tuyo vale oro,
no hay cosa peor que esperar
a alguien impuntual.
Parece que el ágape
se volvió un almuerzo de camaradería,
total los demás son meros peones
manejados con un control remoto universal.
No me condiciones con tiempos
que tengo tantos compromisos,
aunque no esté comprometido
más que con la almohada día a día.
III)
Abraza la vida que llega
aunque te parezca un castigo,
abraza esa vida tanto como puedas
ya que es una continuación de la tuya
y al final cuán mala puedes ser
por haberle dado a éste mundo
un par de retoños que se ocupen
de cuidarlo para mejorarlo.
Así que esta es mi declaración de paz
para con vos, todo yace olvidado ahora
y perdonado como debió ser
hace tanto tiempo atrás.
Supongo, nunca es tarde.
IV)
No quiero envejecer con un expediente,
que mi sangre no sea tinta secándose
en un rincón oscuro de un escritorio,
pues la lluvia de septiembre ha llegado
y con ella todo se renueva.
Incluso éste método vetusto de leer,
escribir, leer, imaginando que en cada
esquina habrá una historia
para contar aunque sea breve.
Todo es posible entonces,
incluso esas son las cosas que quedarán
las que ahora parecen lo contrario,
imposibles, pero que la tinta invertida
en éste universo no dejará nunca de brillar
cada vez que alguien vea estas líneas
y pueda soltar su imaginación
como nos soltamos en los sueños.
V)
Teníamos un juego en la secundaria,
cada uno tiraba una palabra
que fuera más grande que la del otro.
A la tierra
el mar,
a éste el cielo,
al manto celeste
el universo
y el infinito era el resultado
de nuestra contienda.
Sin embargo,
creo que el tiempo
lo abarca todo
mi estimado belga.
Tiempo es algo que invertimos
cada día, pero no nos damos cuenta.
Tiempo y distancia recorrida.
Tiempo.
VI)
Comencé a escribir
y la idea cobró vida
sobre la pizarra gastada.
Pronto me vi envuelto en ella
como si mis pensamientos
tomaran forma a cada trazo
de la tiza y por ello me he
quedado toda la tarde
dándole forma a esta
nueva locura.
VII)
Del jardín de las Hespérides
vertimos en nuestros vasos
un poco de aquel fruto,
mientras la tarde se iba apaciblemente.
El viento soplaba sobre la Ría de Ajó,
su brisa nos había despedido
cuando el hielo enfriaba aquel
mar anaranjado que destapamos.
La última vez fue tras sumergirme
en las aguas del Nahuel Huapi,
en una época que ha quedado
tras la niebla de eso
llamado recuerdos.
VIII)
Hace tanto, demasiado tal vez
por eso de la lejanía y haber emprendido
el viaje en lo que ha sido un pestañeo.
Así que éste viernes pasado
me desayuné con un beso de mi vieja,
una frase socarrona de mi padre
y mateamos bajo la luz del sol
con la Negra yendo y viniendo
con esa rama en su boca.
IX)
Hoy no es un día cualquiera,
lo se pese a la rutina
y a esa repetición de acciones diarias.
Hoy son cien años de tu nacimiento,
lo cual hace tu ausencia más grande
viejo tano.
Te extraño,
uno se acostumbra lamentablemente
a la falta de un ser querido.
Se acostumbra
pero lo que se siente no se elige,
así que seguirás presente.
X)
Naciste un día después de la gloria,
esos dedos pequeños
se extendieron obligándonos
a permanecer aquí,
como si una fuerza colosal
nos atara para siempre
a éste mundo, perpetuando
el momento tras esa cortina gris
llamada tiempo.
Te he de llevar por siempre
atrapada en mi alma,
mientras los días en el calendario
se deshojan y tu correteas
por ahí, más allá de la costa de plata.
Arde el fuego,
más leña es arrojada,
el metal se calienta,
se limpia de impurezas.
La espuma blanca
se desliza por el borde,
el recipiente yace frío,
un río rubio la recorre.
La noche ha caído
sólo las brasas viven
y el río rojo se desata.
Fuerte aroma,
flores y metal
forman éste vino
que se añejará en
el mejor barril del mundo,
cuando lo beba brindando
por los tiempos que se fueron.
II)
No más que una burla a la sociedad,
formando parte del sistema
para ser revolucionario
pero lo único notorio es una felatio
sobre los cerros de Sodoma.
Gasta el tiempo de los otros
que el tuyo vale oro,
no hay cosa peor que esperar
a alguien impuntual.
Parece que el ágape
se volvió un almuerzo de camaradería,
total los demás son meros peones
manejados con un control remoto universal.
No me condiciones con tiempos
que tengo tantos compromisos,
aunque no esté comprometido
más que con la almohada día a día.
III)
Abraza la vida que llega
aunque te parezca un castigo,
abraza esa vida tanto como puedas
ya que es una continuación de la tuya
y al final cuán mala puedes ser
por haberle dado a éste mundo
un par de retoños que se ocupen
de cuidarlo para mejorarlo.
Así que esta es mi declaración de paz
para con vos, todo yace olvidado ahora
y perdonado como debió ser
hace tanto tiempo atrás.
Supongo, nunca es tarde.
IV)
No quiero envejecer con un expediente,
que mi sangre no sea tinta secándose
en un rincón oscuro de un escritorio,
pues la lluvia de septiembre ha llegado
y con ella todo se renueva.
Incluso éste método vetusto de leer,
escribir, leer, imaginando que en cada
esquina habrá una historia
para contar aunque sea breve.
Todo es posible entonces,
incluso esas son las cosas que quedarán
las que ahora parecen lo contrario,
imposibles, pero que la tinta invertida
en éste universo no dejará nunca de brillar
cada vez que alguien vea estas líneas
y pueda soltar su imaginación
como nos soltamos en los sueños.
V)
Teníamos un juego en la secundaria,
cada uno tiraba una palabra
que fuera más grande que la del otro.
A la tierra
el mar,
a éste el cielo,
al manto celeste
el universo
y el infinito era el resultado
de nuestra contienda.
Sin embargo,
creo que el tiempo
lo abarca todo
mi estimado belga.
Tiempo es algo que invertimos
cada día, pero no nos damos cuenta.
Tiempo y distancia recorrida.
Tiempo.
VI)
Comencé a escribir
y la idea cobró vida
sobre la pizarra gastada.
Pronto me vi envuelto en ella
como si mis pensamientos
tomaran forma a cada trazo
de la tiza y por ello me he
quedado toda la tarde
dándole forma a esta
nueva locura.
VII)
Del jardín de las Hespérides
vertimos en nuestros vasos
un poco de aquel fruto,
mientras la tarde se iba apaciblemente.
El viento soplaba sobre la Ría de Ajó,
su brisa nos había despedido
cuando el hielo enfriaba aquel
mar anaranjado que destapamos.
La última vez fue tras sumergirme
en las aguas del Nahuel Huapi,
en una época que ha quedado
tras la niebla de eso
llamado recuerdos.
VIII)
Hace tanto, demasiado tal vez
por eso de la lejanía y haber emprendido
el viaje en lo que ha sido un pestañeo.
Así que éste viernes pasado
me desayuné con un beso de mi vieja,
una frase socarrona de mi padre
y mateamos bajo la luz del sol
con la Negra yendo y viniendo
con esa rama en su boca.
IX)
Hoy no es un día cualquiera,
lo se pese a la rutina
y a esa repetición de acciones diarias.
Hoy son cien años de tu nacimiento,
lo cual hace tu ausencia más grande
viejo tano.
Te extraño,
uno se acostumbra lamentablemente
a la falta de un ser querido.
Se acostumbra
pero lo que se siente no se elige,
así que seguirás presente.
X)
Naciste un día después de la gloria,
esos dedos pequeños
se extendieron obligándonos
a permanecer aquí,
como si una fuerza colosal
nos atara para siempre
a éste mundo, perpetuando
el momento tras esa cortina gris
llamada tiempo.
Te he de llevar por siempre
atrapada en mi alma,
mientras los días en el calendario
se deshojan y tu correteas
por ahí, más allá de la costa de plata.
I
I)
El jamás había tenido un salón de escudos,
sólo mesas extrañamente bien dispuestas.
Una gran cantidad de toneles
almacenaban vino, cerveza e hidromiel,
para tener aseguradas las tardes del invierno.
Si llegaban con malas intenciones
encontraban a un anciano de barba blanca,
recubierto de cicatrices
que siempre tenía a mano un blasón
y una espada que nunca parecía
haber dejado de lado,
incluso cuando dormía
soñando con la tierra de acero.
Y alguna que otra mujer
montada en un corcel, radiante
como la armadura que portaba.
II)
Los orcos estaban enloquecidos,
el Jefe se había marchado hacía demasiado
a la luna de miel en lo alto de la montaña
y parecía tener intenciones de no volver.
Al final enviaron un emisario,
éste retorno gordo y feliz,
parecía ser que ella lo sobornó
atacándolo por el estómago.
Esto no podía ser dijeron los chamanes
y mandaron a un grupo nutrido
a protestar a las puertas del bastión
del lobo y la nieve.
Ella los recibió con sartenes, palos y toneles
vacíos que los mandaron a todos cuesta
abajo, en donde los curanderos
tuvieron que recomponerlos.
Cuestión de esperar a que el Jefe
bajara a impartirles ordenes
y guiarlos de nuevo hacia la gloria.
III)
La noche se extendió
como una mano siniestra,
tapando los ojos de la víctima
mientras su amante recubierta de plata
se adueñó de los sueños del mundo.
Él se acercó a la fogata
cansado de deambular,
le pesaba el escudo, la espada
y la batalla que dejaba atrás.
El anciano lo vio venir
pero no pareció inmutarse,
apenas se veía su rostro por
debajo del sombrero de ala ancha.
Extendió su mano
acercándole la copa,
que bebió previamente para
demostrar que no había intenciones
ocultas en ella.
La tomó de un trago,
se sintió fortalecido,
le contó cómo sus hermanos
habían caído uno a uno en combate
y que ese destino le era esquivo.
La espada forjaba su vida,
marcando una senda roja como el vino
que bebió antes de cada batalla,
el salón de los escudos
se había llenado de vacío,
sólo él quedaba como testigo del pasado.
El anciano se incorporó
cargando la lanza
y señalándole el camino,
el guerrero lo siguió
a través del bosque yendo a dar
con una enorme puerta.
Entonces escuchó las voces,
demasiado conocidas de sus hermanos
y supo que había vuelto a casa.
IV)
El gigante despertó,
se sacudió la escarcha
avanzando por el jardín
hasta la fuente,
sumergiendo sus manos en ella,
haciendo desaparecer el hielo.
Respiró profundo y exhaló,
su aliento corrió las nubes,
el sol brilló de nuevo.
Las flores, las plantas,
todo lo marchito
cobró vida en un instante,
el invierno se iba al fin.
Una mariposa se posó
sobre sus hombros,
tan pequeña, tan grande él,
rió a carcajadas.
Las nubes llegaron trayendo
una cálida lluvia que dejó
todo el paisaje aún más vivo,
mientras el gigante se movía
lentamente entre los campos,
resurgiendo la vida a su paso.
V)
Olfateó y el olor a leños
le llegó desde el medio del bosque,
ahí estaban los hombres
cuyo rastro encontró al caer la noche.
Al menos sabía hacia dónde dirigirse,
dando un rodeo para evitar el peligro
escondido en esos seres invasores.
Avanzó hacia el rió con paso ligero
hasta llegar al claro y detenerse a beber,
La sed, un desierto de sal, le había
castigado la garganta todo el trayecto
y ahora una oleada fresca la apagaba.
Entonces percibió que algo se movía
en la noche, por el cielo,
un graznido lo alertó
y los pelos se le erizaron
mientras veía hacia el interior del bosque.
El viajero apareció ante el
y se detuvo observándolo,
por debajo de un sombrero de ala ancha.
Una espesa barba le caía sobre el pecho
mientras en su mano sostenía lo
que parecía un bastón
demasiado largo.
La luna emergió entonces de la tormenta
que cubría el cielo y un destello
escapó de la punta de aquel supuesto báculo.
La sensación de peligro desapareció de súbito
de todo el cuerpo del lobo
y se convirtió en una calma que lo recorrió.
El anciano entonces reanudó su marcha
cruzando el rió y alejándose en la oscuridad,
acompañado por la enorme bestia.
VI)
Jugaban sobre la colina
el hijo de un caballero,
la criatura, cría de dragón.
Escamas negras cubriéndolo,
ojos dorados alertas
a los movimientos del pequeño.
El tiempo cubrió una década
y media, actuando los dos
como uno solo, un arco y
una saeta aprestándose
a ser lanzada hacia el cielo.
Los aldeanos vieron llegar
al joven corriendo, dando gritos
y clamándole al dios del trueno
que fulminara a la bestia.
La aldea fue cubierta
por una nube negra,
huyendo sus pobladores
hacia el otro lado del río.
El joven siempre había querido
una espada como la que encontró
forjada en la herrería,
el dragón se calzó
la malla de mithril
y ambos partieron
por el camino hacia el ocaso,
mientras el sol se ponía.
Había otros lugares
que pillar cuando el astro
volviera a surcar su reino celeste.
VII)
Desde el espacio
las balas caen cerca,
pero me pierdo en lo profundo
del azul rumbo a una noche eterna.
El humo de las armas
se mezcla con el de los cigarrillos
en ese bar de mala reputación,
en tanto la angustia me invade.
La lluvia sigue cayendo
pese a que he encontrado un refugio
mi alma danza en ella,
como si hubiera encontrado allí
la razón de mi existir.
En una lluvia de fuego
he quedado envuelto,
buscando en el cielo
un resquicio por donde escapar.
VIII)
Dos aves de la lluvia
una roja como el fuego,
la otra azul como el cielo,
se unieron sobre ese viejo
roble a la orilla del camino
de la comarca.
Sus vástagos llevaron
el fuego de su madre,
reclamando el cielo de
su padre una vez más.
Cuando el tiempo pasó
los dos quedaron solos
en el nido que vio partir
a cada uno de sus hijos,
mientras el atardecer
era cubierto por la noche.
IX)
El mensaje rezaba: “los viejos están por salir, llámalos así arreglan para volver.”
Marcó el número de su amada, el teléfono comenzó a sonar.
Una voz suave le respondió: “amore, ya salieron para allá. Te espero acá. No te preocupes.”
Cortó la comunicación enviando un mensaje de texto para que ella se quedara tranquila.
En tanto, Laura dejó el móvil sobre la mesa de la cocina y culminó con la tarea de poner
las baterías nuevas en el audífono.
X)
Escribía
letras garabateadas,
ocultas en un cofre
al lado de la chimenea.
Su abuelo
atizaba el fuego,
viendo quemarse las cajitas
como naves hundiéndose,
dejando sólo el papel plateado.
Le habló del avión,
cuando éste cayó y
como las arenas se
lo tragaron en un instante.
Le contó del día en el que
la fortaleza se precipitó
sobre la montaña
y el único testigo cruzó
un mar de zarzas
para poder sobrevivir.
Recordó el hambre en la
nieve, apretujándose
junto a sus camaradas
y a los que cayeron a
su lado en el frente de batalla.
Vio la nave con nombre
de mujer dejar atrás su tierra
y a un pedazo de ella
recibirlos al otro lado del océano.
El invierno siguió su curso
mientras el titán destrozaba redes.
Un día nos separamos,
una nave cruzó el cielo hacia
la estrella de nuestros ancestros.
La otra se dirigió hacia
la costa de plata, en donde
la torre aguarda en medio
de la niebla su llegada.
El jamás había tenido un salón de escudos,
sólo mesas extrañamente bien dispuestas.
Una gran cantidad de toneles
almacenaban vino, cerveza e hidromiel,
para tener aseguradas las tardes del invierno.
Si llegaban con malas intenciones
encontraban a un anciano de barba blanca,
recubierto de cicatrices
que siempre tenía a mano un blasón
y una espada que nunca parecía
haber dejado de lado,
incluso cuando dormía
soñando con la tierra de acero.
Y alguna que otra mujer
montada en un corcel, radiante
como la armadura que portaba.
II)
Los orcos estaban enloquecidos,
el Jefe se había marchado hacía demasiado
a la luna de miel en lo alto de la montaña
y parecía tener intenciones de no volver.
Al final enviaron un emisario,
éste retorno gordo y feliz,
parecía ser que ella lo sobornó
atacándolo por el estómago.
Esto no podía ser dijeron los chamanes
y mandaron a un grupo nutrido
a protestar a las puertas del bastión
del lobo y la nieve.
Ella los recibió con sartenes, palos y toneles
vacíos que los mandaron a todos cuesta
abajo, en donde los curanderos
tuvieron que recomponerlos.
Cuestión de esperar a que el Jefe
bajara a impartirles ordenes
y guiarlos de nuevo hacia la gloria.
III)
La noche se extendió
como una mano siniestra,
tapando los ojos de la víctima
mientras su amante recubierta de plata
se adueñó de los sueños del mundo.
Él se acercó a la fogata
cansado de deambular,
le pesaba el escudo, la espada
y la batalla que dejaba atrás.
El anciano lo vio venir
pero no pareció inmutarse,
apenas se veía su rostro por
debajo del sombrero de ala ancha.
Extendió su mano
acercándole la copa,
que bebió previamente para
demostrar que no había intenciones
ocultas en ella.
La tomó de un trago,
se sintió fortalecido,
le contó cómo sus hermanos
habían caído uno a uno en combate
y que ese destino le era esquivo.
La espada forjaba su vida,
marcando una senda roja como el vino
que bebió antes de cada batalla,
el salón de los escudos
se había llenado de vacío,
sólo él quedaba como testigo del pasado.
El anciano se incorporó
cargando la lanza
y señalándole el camino,
el guerrero lo siguió
a través del bosque yendo a dar
con una enorme puerta.
Entonces escuchó las voces,
demasiado conocidas de sus hermanos
y supo que había vuelto a casa.
IV)
El gigante despertó,
se sacudió la escarcha
avanzando por el jardín
hasta la fuente,
sumergiendo sus manos en ella,
haciendo desaparecer el hielo.
Respiró profundo y exhaló,
su aliento corrió las nubes,
el sol brilló de nuevo.
Las flores, las plantas,
todo lo marchito
cobró vida en un instante,
el invierno se iba al fin.
Una mariposa se posó
sobre sus hombros,
tan pequeña, tan grande él,
rió a carcajadas.
Las nubes llegaron trayendo
una cálida lluvia que dejó
todo el paisaje aún más vivo,
mientras el gigante se movía
lentamente entre los campos,
resurgiendo la vida a su paso.
V)
Olfateó y el olor a leños
le llegó desde el medio del bosque,
ahí estaban los hombres
cuyo rastro encontró al caer la noche.
Al menos sabía hacia dónde dirigirse,
dando un rodeo para evitar el peligro
escondido en esos seres invasores.
Avanzó hacia el rió con paso ligero
hasta llegar al claro y detenerse a beber,
La sed, un desierto de sal, le había
castigado la garganta todo el trayecto
y ahora una oleada fresca la apagaba.
Entonces percibió que algo se movía
en la noche, por el cielo,
un graznido lo alertó
y los pelos se le erizaron
mientras veía hacia el interior del bosque.
El viajero apareció ante el
y se detuvo observándolo,
por debajo de un sombrero de ala ancha.
Una espesa barba le caía sobre el pecho
mientras en su mano sostenía lo
que parecía un bastón
demasiado largo.
La luna emergió entonces de la tormenta
que cubría el cielo y un destello
escapó de la punta de aquel supuesto báculo.
La sensación de peligro desapareció de súbito
de todo el cuerpo del lobo
y se convirtió en una calma que lo recorrió.
El anciano entonces reanudó su marcha
cruzando el rió y alejándose en la oscuridad,
acompañado por la enorme bestia.
VI)
Jugaban sobre la colina
el hijo de un caballero,
la criatura, cría de dragón.
Escamas negras cubriéndolo,
ojos dorados alertas
a los movimientos del pequeño.
El tiempo cubrió una década
y media, actuando los dos
como uno solo, un arco y
una saeta aprestándose
a ser lanzada hacia el cielo.
Los aldeanos vieron llegar
al joven corriendo, dando gritos
y clamándole al dios del trueno
que fulminara a la bestia.
La aldea fue cubierta
por una nube negra,
huyendo sus pobladores
hacia el otro lado del río.
El joven siempre había querido
una espada como la que encontró
forjada en la herrería,
el dragón se calzó
la malla de mithril
y ambos partieron
por el camino hacia el ocaso,
mientras el sol se ponía.
Había otros lugares
que pillar cuando el astro
volviera a surcar su reino celeste.
VII)
Desde el espacio
las balas caen cerca,
pero me pierdo en lo profundo
del azul rumbo a una noche eterna.
El humo de las armas
se mezcla con el de los cigarrillos
en ese bar de mala reputación,
en tanto la angustia me invade.
La lluvia sigue cayendo
pese a que he encontrado un refugio
mi alma danza en ella,
como si hubiera encontrado allí
la razón de mi existir.
En una lluvia de fuego
he quedado envuelto,
buscando en el cielo
un resquicio por donde escapar.
VIII)
Dos aves de la lluvia
una roja como el fuego,
la otra azul como el cielo,
se unieron sobre ese viejo
roble a la orilla del camino
de la comarca.
Sus vástagos llevaron
el fuego de su madre,
reclamando el cielo de
su padre una vez más.
Cuando el tiempo pasó
los dos quedaron solos
en el nido que vio partir
a cada uno de sus hijos,
mientras el atardecer
era cubierto por la noche.
IX)
El mensaje rezaba: “los viejos están por salir, llámalos así arreglan para volver.”
Marcó el número de su amada, el teléfono comenzó a sonar.
Una voz suave le respondió: “amore, ya salieron para allá. Te espero acá. No te preocupes.”
Cortó la comunicación enviando un mensaje de texto para que ella se quedara tranquila.
En tanto, Laura dejó el móvil sobre la mesa de la cocina y culminó con la tarea de poner
las baterías nuevas en el audífono.
X)
Escribía
letras garabateadas,
ocultas en un cofre
al lado de la chimenea.
Su abuelo
atizaba el fuego,
viendo quemarse las cajitas
como naves hundiéndose,
dejando sólo el papel plateado.
Le habló del avión,
cuando éste cayó y
como las arenas se
lo tragaron en un instante.
Le contó del día en el que
la fortaleza se precipitó
sobre la montaña
y el único testigo cruzó
un mar de zarzas
para poder sobrevivir.
Recordó el hambre en la
nieve, apretujándose
junto a sus camaradas
y a los que cayeron a
su lado en el frente de batalla.
Vio la nave con nombre
de mujer dejar atrás su tierra
y a un pedazo de ella
recibirlos al otro lado del océano.
El invierno siguió su curso
mientras el titán destrozaba redes.
Un día nos separamos,
una nave cruzó el cielo hacia
la estrella de nuestros ancestros.
La otra se dirigió hacia
la costa de plata, en donde
la torre aguarda en medio
de la niebla su llegada.
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